El 9 de junio de 1886 fue un día especial para Melilla. La habitual monotonía de un día cualquiera se vio alterada ante la llegada, por el camino de la Mar Chica, de un nutrido grupo de personas sobre caballos y mulos, dentro del cual, como más tarde pudieron comprobar los atónitos melillenses, venía una envarada dama de mediana edad, única mujer entre el abigarrado conjunto de magrebíes que, tras detenerse al pie de las murallas de la plaza, montó rápidamente el campamento donde pasarían las cuatro noches siguientes.
Pronto se supo que el esposo de la dama, y protagonista principal de tan inesperado espectáculo, era el Cherif Uazani, el venerado jefe espiritual de un amplio sector de habitantes de Marruecos y Argelia, un hombre importante en el imperio magrebí a quien el Sultán jamás perdía de vista, pues de su actitud podían derivarse consecuencias para el trono cherifiano. Sidi Abdeselam ben el Hach el Arbi pasaba por Melilla, procedente de Argelia, donde oficialmente había tomado los baños de la estación de Tafna, en las cercanías de la frontera argelomarroquí, pero donde se creía que más bien había tenido alguna intervención mediadora entre las kabilas de aquella zona, siempre a favor de los intereses de Francia, a quien servía lealmente desde pocos años antes. Para Sidi Abdeselam, Melilla era punto intermedio en su viaje por tierra hasta su lugar de residencia, Tánger, a donde pretendía llegar pasando por entre las levantiscas kabilas rifeñas, no se sabe bien si con el fin, también, de acercarlas a los intereses franceses.
Al poco de llegar, el Cherif uazani fue cumplimentado en su propio campamento por el afable y acogedor Gobernador de la plaza, el general Macías, a quien acompañaba todo su Estado Mayor. El General deseó al Cherif una feliz y agradable estancia en la ciudad, y Sidi Abdeselam agradeció cortésmente al Gobernador su expresiva acogida. Cuatro días permanecieron el Cherif y su comitiva en Melilla, donde presenciaron unas maniobras del batallón del Regimiento de Navarra que entonces estaba de guarnición en la plaza, seguidas de una revista general, actos que llamaron poderosamente la atención de Mistress Keene, la única mujer del grupo, quien, como ella mismo escribió algún tiempo más tarde, quedó admirada del aspecto marcial de las tropas así como de su excelente equipo y, sobre todo, de la "precisión de sus ejercicios".
Melilla (1886)
Con la comitiva magrebí venía también un misterioso europeo, un personaje vestido a la argelina, quien decía desempeñar el arriesgado cometido de médico del Cherif y de velar por la salud de un santo venerado por millones de personas en todo el Norte de África desde Egipto a Marruecos. Con este cargo responsable camuflaba su verdadera personalidad el geógrafo francés Henri Duveyrier, un ilustre miembro de la Sociedad Geográfica francesa que entonces gozaba de merecida fama por sus aventurados viajes al sur argelino, donde incluso se bautizó con su nombre alguno de los poblados descubiertos por él en el último tercio del siglo. Duveyrier pretendía pasar desapercibido entre el séquito de Sidi Abdselam y, de esta forma, poder ser el primer europeo en atravesar el misterioso e inquietante Rif. El Colón del Rif, le llamaría Moulieras. Lamentablemente para él, el General Macías impidió tan peligrosa intención no permitiéndole pasar de Melilla, lo que produjo una gran irritación al insigne geógrafo, quien creía que las autoridades españolas se pasaban de suspicaces con respecto a su persona, al creerle un enemigo terrible por su condición de francés. Según mistress Keene, la razón exacta estribaba en el hecho de que las tribus rifeñas habían avisado a Melilla de que no permitirían el paso de un cristiano por sus tierras. El General Macías no quiso arriesgarse a un posible conflicto con las autoridades francesas que pudieran derivarse de un capricho del francés.
Sería interesante comprobar documentalmente si Macías actuó por su propia iniciativa o avisado por el Gobierno, conocedor del viaje del Cherif y su atrevido "médico" galo.
General Macías, gobernador de Melilla
No hubiese sido buena cosa el haber dejado pasar a un provocador como Duveyrier quien, como aseguraba Moulieras poco más tarde (Le Maroc Inconnu...1895), fumaba y comía delante de los naturales del país en pleno ramadán, y hablaba muy mal el árabe. Aunque Duveyrier no pudo seguir al cherif, su corta aventura le ganó la inmerecida fama de intrépido explorador del Rif.
Sidi Abdselam ben el Hach el Arbi
¿Quién era este Cherif Uazani a quien el desagradecido Duveyrier calificaba años más tarde de inepto, versátil e ingrato?
Las referencias biográficas son bastante menos abundantes que las referencias políticas derivadas de su papel en Marruecos.
Era hijo del célebre Hach el Arbi, sexto cherif idrisita dentro de la línea familiar iniciada en la ciudad santa de Uazan por Muley Abdallah Cherif a finales del siglo XVI. Como cabeza de la misma siguieron a Muley Abdallah, Muley Mohammed, Muley Taieb (fundador de la cofradía Taibía, a cuyo frente seguirían sus descendientes), Muley Ahmed, Muley Ali y Hach el Arbi.
Hach el Arbi, de quien Teodoro de Cuevas (La ciudad de Uazan.1888) decía que en más de una ocasión había hecho temblar hasta su base el trono del Sultán Muley Soliman, haciendo que a su voz se rebelasen las kabilas, fue cabeza de la cofradía Taibía o Tuhamia desde el fallecimiento de su padre, Muley Ali, en 1811.Llamaba la atención por su gran corpulencia y su afición a viajar. Según Segonzac (Voyages...1903) había recorrido todo el norte africano desde Tombuctú hasta el mar Rojo en una mahafa llevada por cuatro mulos que arrastraban detrás dos cañones. Una extraña forma de viajar. Mas o menos es lo que contaba Murga de El Arbi (Recuerdos...1868), añadiendo que, dado que la multitud no podía tocar sus vestiduras, el santo sostenía en sus manos una larga cuerda por la que, al cogerla, le llegaba al devoto la baraka del cherif. Gran taumaturgo, capaz de realizar los milagros más increíbles, ninguno de sus fieles dudaba lo más mínimo de sus extraordinarias cualidades.
Cuenta Durham (Our mission...1881), que Sidi el Hach el Arbi, en una época en que la sequía hacía estragos en la zona, hizo salir agua de una piedra formando un río que alivió considerablemente la penuria de los atribulados campesinos .No es de extrañar que le tuvieran tanta devoción.
Estando en el lecho de muerte, se le preguntó, según la costumbre, que a quien nombraba sucesor, a lo que respondió: "A aquel de mis hijos que a mi muerte, que ya está cerca, se encuentre en la posesión de mi bastón". Oído esto por la astuta madre de Abdselam, escondió el bastón entre las cosas de su hijo, en donde se encontró a la mañana siguiente del fallecimiento del santo.
No se sabe con certeza el año de nacimiento de Sidi Abdselam. Por referencias indirectas podemos colegir debió ser hacia 1830. Según Gatell, en 1862 tenía 30 años, pero Murga unos años después también asegura que debía tener unos treinta años. Al decir de Aubin (Marruecos... 1908) ,el Hach el Arbi falleció en 1851, siendo, como hemos dicho, sucedido por Abdselam, quien en un principio tuvo el apoyo incondicional de sus seguidores, persuadidos de que el hijo mantendría el mismo aura de santidad que el padre. Sus partidarios no supieron o no quisieron ver lo evidente: que el hijo no se parecía en lo más mínimo a su padre. Decía Godard (Le Maroc. Notes...1859) que el cherif era "menos fanático que los que le veneran, ya que ha visto Marsella y hecho el viaje de Alejandría en uno de nuestros navíos...”
Participó el Cherif en la expedición que el Sultán Sidi Mohammed organizó contra el primer Rogui habido en Marruecos y que daría el nombre a los demás, el disidente Yilali, lo mismo que años antes había participado en la Campaña de Tetuán mandando las tropas marroquíes antes de que Muley El Abbas se hiciera cargo del mando supremo de las mismas. No le fueron nada bien las cosas al Cherif en la última campaña, como es bien conocido, pero tampoco se podía esperar que un joven de veintitantos años fuera un buen táctico ni mejor estratega. En aquella época se contaba en Marruecos que en uno de los combates contra los españoles había animado con tanto énfasis a los suyos que estos habían cargado con fiereza sin igual contra aquellos, produciendo gran admiración entre sus propios enemigos. A pesar de ello, perdieron aquel bravo combate.
Sidi Abdeselam ben el Hach el Arbi (1893)
Gatell (Revueltas...1862) le dibuja como un hombre de treinta años, algo moreno, con breve bigote negro, poca barba, figura simpática, rostro agradable y bastante obeso a fuerza de estar siempre sentado y de alimentarse a cada instante. La misma figura que tendría hasta su muerte. Le llama el Papa de Marruecos y le define como un pequeño monarca, con tanta autoridad como el propio Sultán. Es evidente que se trata de sus primeros años de figura pública. Su feudo de Uazan era refugio inviolable para perseguidos por el Majzen, que no eran escasos. Ya entonces tenía una fuerte inclinación hacia los gustos europeos, y una especial dedicación a la colección de armas de fuego. Como gusto especialmente chocante en Marruecos diremos que, según Gatell, tenía con él un piano y un pianista. Una mentalidad más europea que marroquí.
En esa época aun era objeto de una veneración indescriptible. Asaltado por multitud de gente a su paso, gente que besaba el suelo ante él, sin olvidar nunca, condición importante, una ofrenda en especie, o en dinero, que Sidi Abdeselam recibía con gran satisfacción, y gracias al cual pasaba por ser uno de los hombres más ricos de Marruecos, si no el que más. Su influencia no tenía límites, y su capacidad de taumaturgo era infinita igualmente. Por ello decía Murga)que curaba a los enfermos con el tacto, devolvía la vista a los ciegos, el oído a los sordos, el habla a los mudos, enderezaba a los tullidos, que entonces eran legión. Tenía el raro don de la bilocación; es decir, podía estar en dos lugares distintos al mismo tiempo, pues, según el Moro Vizcaino, en el 54 le vieron el mismo día y a la misma hora en La Meca, en Tánger y en Uazan.
Hasta su asentamiento definitivo en Tánger, hacia 1870, finalizado el reinado de Sidi Mohammed, vivía a caballo entre esta ciudad y Uazan, pero sus ausencias de la segunda se fueron haciendo cada día más largas hasta hacerse rara la visita a su ciudad natal, donde siempre tenía algún familiar, cherif idrisita, que cumplía los deberes de anfitrión en su nombre. Para él, el Tánger de los cristianos, Tánger la Perra como la llamaban los devotos musulmanes, tenía un infinito atractivo mayor que el Uazan de sus ancestros, de quien no hablaban nada bien los viajeros europeos que por entonces se atrevían a cruzar los inseguros caminos del Imperio, considerándola población sucia y decadente.
Mrs. Emily Keene
Si hubo un golpe moral tremendo para sus incondicionales devotos, ese fue su matrimonio con la inglesa mistress Emily Keene. La noticia de la boda corrió desde Tánger por todo Marruecos produciendo un estremecimiento en el alma hasta entonces enfervorizada de sus fieles correligionarios. Nada cuesta imaginar la conmoción que tal hecho debió producir, no ya en sus más afanosos seguidores, sino en todo buen musulmán que se preciara de serlo.
Sidi Abdeselam tenía, con anterioridad, cuatro mujeres marroquíes, siendo por lo menos una de ellas de origen bereber. Tenía tres hijos de estos matrimonios anteriores. En una época anterior se le conoció incluso alguna veleidad con respecto a una bailarina española que actuaba en un teatro de Tánger, pero que no pasó de escarceos sin importancia. El asunto de mrs. Keene era un asunto serio, agravado por el hecho de que antes de su boda con la inglesa había abandonado a sus mujeres musulmanas.
¿Quién era la señorita Keene? Las noticias que nos han llegado no son coincidentes. Para unos, se trataba simplemente de una especie de criada al servicio de la familia Perdicaris en Tánger, versión rápidamente aceptada por los enemigos del Cherif. Para otros era una sencilla señorita de compañía de la joven Perdicaris. Para los más proclives a Sidi Abdselam, era una señorita de buena familia que vivía sencillamente con los americanos. Poco o nada se sabía, en realidad, de ella. Los datos más elogiosos los proporciona mademoiselle Zeys (Une française...1908). Según Zeys, Mrs. Keene descendía, por vía materna, del arzobispo Wharram, que ocupó la sede episcopal de Canterbury en el siglo XVI. Su padre fue gobernador de la prisión de Horsemonger Lane.
El Cherif conoció a la señorita Keene en uno de sus frecuentes paseos por la ciudad, encaprichándose de ella. Después de hacerse el encontradizo en numerosas ocasiones con la joven inglesa, se formalizaron las relaciones en una velada organizada en casa de los Perdicaris a la que fue invitado Sidi Abdselam.
Tánger, escena callejera (1895)
El matrimonio se celebró el 17 de marzo de 1873 en la legación de Inglaterra, siendo el oficiante el todopoderoso y célebre ministro plenipotenciario de Inglaterra Sir John Drummond-Hay, hombre astuto y muy al cabo de los asuntos del Imperio, de quien no sabemos si debemos sospechar algo en cuanto al matrimonio de su paisana Mrs. Keene con el Cherif. Para Sir John, la razón de estado hubiese justificado una boda como aquella, siempre que hubiese sido posible llevar a Sidi Abdselam hacia los intereses de Inglaterra.
La ceremonia ha sido relatada en apéndice en una obra de Arthur Leared (Morocco...1876), en el que describe los siete días que duraron los festejos en Tánger, festejos en los que ni siquiera faltó un día dedicado a los mendigos de la ciudad y alrededores, dando una muestra de la generosidad del Cherif. El tedesco Conring no veía el asunto de la boda de forma tan sencilla (Marruecos...1881),pues entendía la cuestión como un magnífico negocio de la señora Keene, a quien Sidi Abdselam se obligaba a pagar 100.000 francos, y, lo que era cierto, se obligaba también a aceptar que conservara su religión y su vestimenta habitual. Con todo ello transigió el Uazani, lo que le hacia aún más sospechoso a los ojos de sus hermanos de religión.
Sin embargo la boda no acabó con la devoción de sus fieles hacia Sidi Abdselam. Si el Cherif ha casado con una cristiana es porque lleva el camino debido.
Cuando Leared viajaba por Marruecos, tres años más tarde, Sidi Abdselam había recuperado, si no toda, parte de su fama anterior, y seguía siendo considerado, junto con el Sultán, como el hombre más poderoso del Imperio. Debía conservar un buen aspecto, pues a Leared le pareció que tenía unos 35 años, cuando debía tener no menos de 45; eso sí, demasiado gordo para ser un hombre activo. Decía el irónico inglés que la cofradía que presidía (recordemos: la Tuhamia o Taibia), rivalizaba en astucia y ambición con los jesuitas, y según este viajero su influencia llegaba entonces hasta Bombay.
Tánger desde la playa (fines del siglo XIX)
En esta época vivía en Tánger en una casa situada en las cercanías del viejo Hotel Continental, aún hoy en activo, casa acondicionada a la europea, donde Leared vio, como sorprendente innovación en Marruecos, unas cuantas sillas. Aquellas veleidades del Cherif, según Leared, debían producir no poco rencor entre sus paisanos de la ciudad. Este mismo autor insistía en que Sidi Abdselam se ajustaba en lo que podía a las costumbres europeas. Con prejuicio muy occidental, el inglés escribe: "no come a la usanza moruna y es muy fino en la mesa". Para colmo de actitudes perversas era voraz lector de periódicos ingleses, una rareza en un país donde no había ni un solo diario, excepto, claro está, el único que entonces se publicaba en Tánger por la colonia extranjera. Atendían a las necesidades del ilustre Uazani nada menos que diecisiete criadas, algunas de las cuales eran esclavas que "obedecían sus más insignificantes deseos". Lo mejor de tan nutrido servicio era que, si bien era vestido y mantenido por Sidi Abdselam, no percibían ni una sola peseta, pues servir al cherif era un honor, y con estar a su servicio se estaba suficientemente retribuido. Los niños nacidos entre sus domésticos pasaban a formar parte del grupo auxiliar en cuanto llegaban a la edad conveniente.
Al servicio de Francia
Según Antonio Ramos (Perlas negras...1903), por aquellos años Sidi Abdselam quiso hacerse súbdito español. Dice el africanista ceutí que en el año 1877 se presentó en Ceuta con ocasión de una visita efectuada por Alfonso XII a la ciudad, pero el Rey no le hizo el más mínimo caso, lo que ocasionó que el Uazani montara en cólera y se pasara al campo francés. Hubiese sido extraño que el Cherif pidiera hacerse súbdito español; mas bien habría que pensar que su solicitud fuera la de ser protegido español. Esto es lo que afirma León Fernández (Nuestros soldados...1907) al decir que en 1879 pidió el Cherif de Uazan la protección de España, siendo rechazado. Aunque la fecha no coincide, debe tratarse sin duda del mismo caso. Taviel de Andrade aseguraba que el Cherif solicitó a España ayuda en su conspiración contra el Sultán y esta se la negó.
Conring, que visitó Marruecos en 1879, no daba al Uazani el mismo predicamento. Se refería a él como "uno de aquellos parásitos que viven del sudor del pobre pueblo". Según el alemán había bajado muchos puntos en la estimación de su gente. Pero poco tiempo más tarde recorría Bonelli aquellos parajes y no llegaba a la misma conclusión. Según el joven teniente (Observaciones...1882) , el Cherif " a pesar de su conducta poco ejemplar, disfruta todavía de gran prestigio y consideración, teniendo siempre a sus órdenes a la mayoría de los creyentes que le obedecerán como si sus decisiones fueran infalibles". Seguía curando enfermos y recibiendo importantes regalos por ello.
Por los años en que Conring y Bonelli viajaban por Marruecos, el Cherif solía dedicarse a sus aficiones cinegéticas en las cercanías de Tánger. En una de ellas se lo encontró el capitán Durham en un viaje que hacía a Fez con Sir John; por cierto que Durham lo llama "el Papa de Roma en Marruecos". Según parece, fue algún encontronazo con Drummond -Hay en una cacería lo que distanció definitivamente a ambos personajes, en una época en la que, según Cervera pretendía hacerse súbdito inglés.
Sir John Drummond-Hay, ministro inglés en Tánger
Rechazado por España y en malas relaciones con Inglaterra, nada de extraño tuvo que Sidi Abdselam cayera en las redes del audaz diplomático francés Ladislao Ordega. Por aquellos años ya no disimulaba Francia su enorme interés en los asuntos del Magreb el Aksá. El hecho de tener frontera común con Argelia, en manos de los franceses desde 1830, les hacía pensar que sus derechos a intervenir en Marruecos superaban con mucho al de cualquier otra potencia. No estaba de acuerdo el gobierno español, quien, a su vez, pretendía contar con mayores y mejores títulos para influir en el país vecino, afirmación que rechazaban los galos al considerar que España llevaba cuatrocientos años en la costa africana sin haber adelantado un paso. Bajo un punto de vista estrictamente imperialista no dejaban de tener razón, y el imperialismo de las grandes potencias estaba de moda entonces y lo sería estando años más tarde.
Nuestro Cherif, pues, como dice Cervera, "cayó en las redes tendidas por monsieur Ordega", ministro francés en Tánger, y se incluyó entre los protegidos por Francia. Desde entonces, según el oficial de Ingenieros, comenzó Francia su plan de anexión de Marruecos.
Desde unos años antes prestaba ya el Uazani servicios importantes a Francia, haciendo de intermediario, por ejemplo, en las disputas de Francia con las kabilas situadas a caballo de la frontera argelomarroquí. O proporcionando cartas de recomendación a Foucauld para que viajara sin riesgos por todo Marruecos.
Frontera argelomarroquí (1884)
El paso dado por Sidi Abdeselam no fue bien visto por las potencias europeas, sobre todo por Inglaterra y España, pero tampoco entre sus propios compatriotas, quienes comenzaron a llamarle Abdselam "el fransaisi."
No hay más que observar el tono de los participantes en el famoso Mitin del Teatro de la Alhambra para ver que la decisión del Cherif se consideraba una agresión al "status quo" y una afrenta para los participantes, cuatro años antes, en la Conferencia de Madrid, conferencia planteada precisamente para regular el discutido "derecho de protección". Coello y Costa protestaron airadamente ante la audiencia, apelando a la citada conferencia con el objeto de que sus participantes intervinieran y se opusieran al hecho consumado. De nada sirvió. Y de todas maneras, todo era una cuestión de oportunidad, y España la había perdido. Tres años más tarde, el interventor del puerto franco de Melilla, Francisco Rojas Godoy, afirmaba que eso era lo que España tenía que haber hecho y entonces sería ésta el árbitro de los destinos del Imperio marroquí; eso sí, con un matiz, "para educarlo y para protegerlo".
En Marruecos, por lo mismo, fue grande el disgusto. Según el mismo Cervera, una romería que se había organizado, como de costumbre, para ir a Uazan y cumplimentar al Cherif, se enteró por el camino de la nueva situación del Uazani, y sus 800 participantes se dieron media vuelta y se volvieron a sus pueblos con los regalos. Muy mala señal para Sidi Abdeselam.
De hecho este fue el principio de la decadencia de la devoción hacia el Cherif en Marruecos. No es que perdiera del todo su antigua carisma, cosa que jamás pierde un cherif de su categoría, sino que ya no levantaba los entusiasmos de antaño. Únicamente en Argelia siguió conservando su prestigio de siempre, prestigio que el Uazani procuró mantener haciendo frecuentes viajes al país vecino. De la vuelta de uno de los viajes, con parada en Melilla, hago referencia al comienzo de estas líneas. No perdió tampoco su importante patrimonio, sobre todo en su feudo de Uazan, donde era dueño de buena parte de aquello que podía dar alguna renta. Las notas de Teodoro de Cuevas, cónsul en Larache por aquellos años, son muy ilustrativas. Sin embargo, para escarnecerlo, el sultán Muley Hassan situó en Uazan un "mul ez zauía ", es decir un administrador de los bienes de la zauía uazani, con la consiguiente pérdida de poder y prestigio para el cherif. Se decía entonces que estaba comprometido con las tribus norteñas para desalojar del trono al Sultán.
Uazan (1900)
Una muestra de que el poder del Uazani no llegaba entonces a todas partes en Marruecos nos la cuenta Gabriel de Morales en sus "Datos". El oportunista Conde de Chavaignac vio un magnífico negocio en alguna mina de las que entonces se pensaba estaba lleno el Rif. Según Morales, su pretensión era reconocerlas; según Castonnet de Fosses, (Marruecos...1884), que da la fecha equivocada de 1880, cuando fue en enero de 1884, la mina de cobre fue efectivamente adquirida por Chavaignac. Como el Conde no se atrevía a penetrar en el misterioso país, del que se contaban historias espeluznantes, requirió la ayuda de Sidi Abdeselam, quien amablemente se prestó a escribir una carta con la que se pensaba se abrirían de par en par las puertas del Rif. De nada le sirvió a Chavaignac tan codiciado documento. Los rifeños se negaron a permitirle la entrada en el Rif, y el Conde se tuvo que ir por donde había venido.
De este autor, Castonnet des Fosses, extraigo algunos datos sobre el supuesto poderío del Cherif en esta época. Según éste, en 1884 Sidi Abdeselam mandaba sobre más de 10 millones de musulmanes; en Argelia reconocían su autoridad más de 50.000 kabileños, y el mokadden de su cofradía en El Cairo gozaba de un prestigio tan grande como cualquier embajador de una potencia europea. Estaba considerado la primera autoridad religiosa en Marruecos y en todo el occidente africano. Y después incluye la frase que da la clave de lo anterior: "en todo el país se advierte un movimiento favorable a Francia". Por eso los franceses facilitaban muy buenas referencias del Cherif, como, por ejemplo, Marcet (Marruecos... 1888) que le sitúa como hombre "favorable a las ideas modernas de civilización y progreso". Era uno de los suyos y primer peldaño para penetrar mas o menos solapadamente en el país vecino.
Pocas dudas hay de que el Cherif de Uazan les sirvió de muy poco a los franceses. Parece claro que su principal cuidado fue el de vivir lo mejor posible, cuidando de sus propios intereses. Alguna intervención, no demasiado lucida, tuvo en Argelia, donde vivía largas temporadas (Mouliéras. Le Maroc...1895), porque allí tenía importantes intereses. Poco después de que el Uazani abandonara este mundo, decía Mouliéras, con el mayor desparpajo, que en Marruecos había millares de Chorfa más venerados que el patriarca de Uazan. Cuando ya no les servía de nada.
Final del Cherif Uazani
Sidi Abdselam ben el Hach el Arbi falleció en Tánger en 1892.Sus últimos años fueron grises y anodinos. Poco considerado, criticado en la ciudad (Muro. Ocho días...1891) , con la salud maltrecha y prácticamente separado de la "cherifa", la "seniora" como la llamaban en la ciudad, quien se había volcado hacia la educación de sus hijos, Muley Ali y Muley Ahmed, y a las obras de caridad, el Uazani desapareció de la escena magrebí, dejando como sucesor a su primogénito, tenido con una de sus primeras mujeres, Muley el Arbi, un hombre que apuntaba rasgos de demencia desde sus primeros años, y a quien había dejado a cargo del feudo de Uazan durante sus correrías.
Muley Hassan (1893)
Cuando Boada (Allende...1895) se cruzó con El Arbi en 1894, camino de Marrakech, le vio como un hombre joven, de fisonomía simpática y poblada barba negra. Según uno de los marroquíes acompañantes de Boada, era mucho más fanático que su padre, no gustaba del trato con europeos y, al contrario que aquel, se le consideraba muy afecto a la persona de Muley Hassan. Alejado de Tánger y todo lo que ello suponía, vivía entre Alcazarquivir y Uazan. Su enfermedad mental le hacía aún más santo a los ojos de sus paisanos. Hacia finales del siglo se encerró en su casa de Uazan y no salía para nada. El marqués de Segonzac confirma su locura, pero añadiendo que Muley el Arbi era gran consumidor de hachich y opio, aunque su locura era inofensiva. Nunca intentó, como su padre, jugar un papel político en Marruecos, y ni él ni sus hermanos pretendieron convertirse en competidores del nuevo sultán Muley Abdelaziz. Al parecer (Pinon. Lémpire...1912) una antigua profecía había predicho que ellos no reinarían jamás, por lo que siempre se conformaron con su preeminencia religiosa, y con percibir las abundantes ziaras provenientes de sus abnegados seguidores, tal como con tanto estilo nos ha contado el Walter Harris (Le Maroc disparu. 1929)
Muley el Arbi murió muy joven, lo mismo que su hermano Muley Mohammed, también con problemas mentales. Una desgracia familiarmente colectiva, puesto que el tercer hermano, Muley Thami fue aun peor, un loco furioso del que no hubo forma de hacer vida. La palabra "desgracia" hay que tomarla en un sentido relativo y siempre bajo una óptica exterior al Islam, puesto que, precisamente por su locura, los contemporáneos de los Uazani consideraban a todos ellos en el más alto grado de la santidad.
Solamente los hijos de la "seniora", Muley Ali y Muley Ahmed, se salvaron del estigma. Asentados en Tánger, apenas se movieron de esta gran ciudad, donde desempeñaron cargos oficiales de relieve durante su vida.
En cualquier caso, ni unos, ni otros, tuvieron la relevancia que tuvo su padre en unos años en que las ambiciones de las potencias en liza diplomática en Marruecos pretendieron hacer del Uazani un elemento más del juego de intereses encontrados en la pugna por destacar en la influencia sobre el país magrebí.
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