lunes, 20 de junio de 2011

EL CHERIF UAZANI EN MELILLA (1886)


El 9 de junio de 1886 fue un  día  especial para Melilla. La habitual monotonía de un día cualquiera se vio alterada ante la llegada, por el camino de la Mar Chica, de un nutrido grupo de personas sobre  caballos y mulos, dentro del cual, como más tarde pudieron comprobar los  atónitos  melillenses, venía una  envarada dama   de mediana edad, única mujer entre  el  abigarrado conjunto de magrebíes que, tras detenerse al pie de las murallas de la plaza, montó rápidamente el campamento donde pasarían las cuatro noches siguientes.
           
Pronto se supo que el esposo de la dama, y protagonista principal de tan inesperado  espectáculo, era el  Cherif Uazani, el venerado jefe espiritual de un amplio sector de habitantes     de Marruecos y Argelia, un hombre importante en el imperio magrebí a quien el Sultán jamás perdía de vista, pues  de su actitud  podían derivarse consecuencias para el trono cherifiano. Sidi  Abdeselam ben el Hach el Arbi pasaba por Melilla, procedente de Argelia, donde oficialmente había tomado los baños de la estación de Tafna, en las cercanías de la frontera argelomarroquí, pero donde se creía que más bien había tenido alguna intervención mediadora entre las kabilas  de aquella zona, siempre a favor de los intereses de Francia, a quien servía  lealmente desde pocos años antes. Para Sidi Abdeselam, Melilla era punto intermedio en su viaje por tierra  hasta  su  lugar de residencia, Tánger, a donde pretendía llegar  pasando por entre las levantiscas kabilas rifeñas, no se sabe bien si  con el fin, también, de acercarlas a los intereses franceses.

Al poco de llegar, el Cherif uazani  fue cumplimentado en su propio campamento por el  afable y acogedor  Gobernador de la plaza, el general Macías, a quien acompañaba todo su  Estado Mayor. El General deseó al Cherif una feliz y agradable estancia en la  ciudad, y  Sidi Abdeselam agradeció cortésmente al Gobernador  su  expresiva acogida. Cuatro días permanecieron  el Cherif y su comitiva en Melilla, donde presenciaron  unas maniobras del batallón del Regimiento de Navarra que entonces estaba de guarnición en la plaza, seguidas de una revista general, actos que  llamaron poderosamente la atención de Mistress Keene, la única mujer del grupo,  quien, como ella mismo escribió algún tiempo más tarde, quedó admirada del aspecto marcial de las tropas así como de su excelente equipo y, sobre todo, de la "precisión  de sus ejercicios".

Melilla (1886)

Con la comitiva magrebí venía también un  misterioso europeo, un personaje  vestido a la argelina, quien  decía desempeñar el  arriesgado cometido de médico del Cherif  y  de velar por la salud de un  santo  venerado por millones de personas en todo el Norte  de África desde  Egipto a Marruecos. Con este cargo  responsable  camuflaba su  verdadera personalidad el geógrafo francés Henri Duveyrier, un ilustre miembro de la Sociedad Geográfica francesa que entonces gozaba de merecida fama por  sus  aventurados  viajes al sur argelino, donde incluso se bautizó con su nombre alguno de los poblados descubiertos por él en el último tercio del siglo. Duveyrier pretendía   pasar desapercibido entre  el séquito de Sidi Abdselam y, de esta forma, poder  ser el primer  europeo  en atravesar el misterioso e inquietante Rif. El Colón del Rif, le llamaría Moulieras. Lamentablemente para él, el General Macías impidió tan   peligrosa intención no permitiéndole pasar de Melilla, lo que produjo una gran irritación al insigne geógrafo, quien creía que las autoridades españolas se pasaban de suspicaces con respecto a su persona, al creerle un enemigo terrible por su condición de francés. Según  mistress Keene,  la razón exacta  estribaba en el hecho de que las tribus  rifeñas habían avisado a Melilla de que no permitirían el paso de un cristiano por sus tierras. El General Macías no quiso arriesgarse a un posible conflicto con las autoridades francesas  que pudieran derivarse de un capricho del francés.
           
Sería interesante comprobar documentalmente si  Macías actuó por su propia  iniciativa o  avisado por el Gobierno, conocedor del viaje del Cherif y su  atrevido "médico"  galo.

 General Macías, gobernador de Melilla

No hubiese sido buena cosa el haber dejado pasar a un provocador como Duveyrier quien, como aseguraba  Moulieras poco más tarde (Le Maroc Inconnu...1895), fumaba y comía delante de los naturales del país en pleno ramadán, y hablaba muy mal el árabe. Aunque Duveyrier no pudo seguir al cherif, su corta aventura le  ganó la inmerecida fama de intrépido explorador del Rif.


Sidi Abdselam ben el Hach el Arbi

¿Quién era este Cherif  Uazani a quien  el desagradecido Duveyrier calificaba años más tarde de  inepto, versátil e ingrato?

Las referencias biográficas son bastante menos abundantes que las referencias políticas derivadas de su papel en Marruecos.

Era hijo del célebre Hach el Arbi, sexto cherif idrisita  dentro de la línea familiar iniciada en la ciudad santa de Uazan por Muley Abdallah Cherif  a finales del siglo XVI. Como cabeza de la misma siguieron a Muley Abdallah, Muley Mohammed, Muley Taieb (fundador de la cofradía Taibía, a cuyo frente seguirían sus  descendientes), Muley Ahmed, Muley Ali y Hach el Arbi.

Hach el Arbi, de quien  Teodoro de Cuevas (La ciudad de Uazan.1888)  decía que en más de una ocasión había hecho temblar hasta su base  el trono del Sultán  Muley Soliman, haciendo que a su voz se rebelasen  las kabilas, fue cabeza de la cofradía Taibía o Tuhamia desde el fallecimiento de su padre, Muley Ali, en 1811.Llamaba la atención por  su  gran corpulencia y su afición a viajar. Según  Segonzac (Voyages...1903) había recorrido todo el norte africano desde Tombuctú hasta el mar Rojo en una mahafa  llevada por cuatro mulos que arrastraban detrás dos cañones. Una extraña forma de viajar. Mas o menos es lo que contaba Murga de  El Arbi (Recuerdos...1868), añadiendo que,  dado que la multitud no podía tocar sus vestiduras, el santo  sostenía  en sus manos una larga cuerda  por la que, al cogerla, le llegaba  al devoto la baraka del cherif. Gran taumaturgo, capaz de realizar los milagros más increíbles, ninguno de sus fieles  dudaba lo más mínimo de sus  extraordinarias cualidades.

Cuenta Durham (Our mission...1881), que Sidi el Hach el Arbi, en una época en que la sequía hacía estragos en la zona, hizo salir agua de una piedra formando un río que alivió  considerablemente la penuria de los atribulados campesinos .No es de extrañar que le tuvieran tanta devoción.

Estando en el lecho de muerte, se le preguntó, según la costumbre, que a quien nombraba sucesor, a lo que respondió: "A aquel de mis hijos que a mi muerte, que ya está cerca, se encuentre en la posesión de mi bastón". Oído esto por la astuta madre de Abdselam, escondió el bastón entre las cosas de su hijo, en donde se encontró a la mañana siguiente del fallecimiento del santo.

No se sabe con certeza el año de nacimiento de Sidi Abdselam. Por referencias indirectas podemos colegir debió ser hacia  1830. Según  Gatell, en 1862 tenía 30 años, pero Murga unos años después también asegura que debía tener unos treinta años. Al decir de Aubin  (Marruecos... 1908) ,el Hach el Arbi falleció en 1851, siendo, como hemos dicho, sucedido por  Abdselam, quien en un principio tuvo el apoyo incondicional de sus seguidores,  persuadidos de que el hijo mantendría  el mismo aura de santidad que el padre. Sus partidarios no supieron o no quisieron ver lo evidente: que el hijo no se parecía en lo más mínimo a su padre. Decía Godard (Le Maroc. Notes...1859) que el cherif  era "menos fanático que los que le veneran, ya que ha visto Marsella y hecho el viaje de Alejandría en uno de nuestros navíos...”

Participó  el Cherif en la expedición que el Sultán Sidi Mohammed organizó contra el  primer Rogui habido en Marruecos y que daría el nombre a los demás, el disidente Yilali, lo mismo que años antes había participado  en la  Campaña de Tetuán mandando las tropas marroquíes antes de que Muley El Abbas se hiciera cargo del mando supremo de las mismas. No le fueron nada bien las cosas al Cherif en la última campaña, como es bien conocido, pero tampoco se podía esperar que un joven de  veintitantos años fuera un buen táctico ni mejor estratega. En aquella época se contaba en Marruecos que en uno de los combates contra los españoles había animado con tanto  énfasis a los suyos que estos habían cargado con fiereza sin igual contra aquellos, produciendo gran admiración entre sus propios enemigos. A pesar de ello, perdieron aquel bravo combate.

 Sidi Abdeselam ben el Hach el Arbi (1893)

Gatell (Revueltas...1862) le  dibuja como un hombre  de treinta años, algo moreno, con breve bigote negro,  poca barba, figura simpática, rostro agradable y bastante obeso a fuerza de estar siempre sentado y de alimentarse a cada instante. La  misma figura que tendría hasta su muerte. Le llama el Papa de Marruecos y le define como un pequeño monarca, con tanta autoridad como el propio Sultán. Es evidente que se trata de sus primeros años de figura pública. Su   feudo de Uazan era  refugio inviolable para perseguidos por el Majzen, que no eran escasos. Ya entonces tenía una  fuerte inclinación hacia los gustos europeos, y una especial dedicación  a la colección de armas de fuego. Como gusto especialmente chocante en Marruecos  diremos que, según Gatell, tenía con él un piano y un pianista. Una mentalidad más europea que marroquí.

En esa época aun era objeto de una veneración indescriptible. Asaltado por multitud de gente a su paso, gente que  besaba el suelo ante él, sin olvidar nunca, condición importante, una ofrenda en especie, o en dinero, que  Sidi Abdeselam recibía  con gran satisfacción,  y gracias  al cual pasaba por ser  uno de los hombres más ricos de Marruecos, si no el que más. Su influencia no tenía límites, y su capacidad de  taumaturgo era infinita igualmente. Por ello decía Murga)que curaba a los enfermos con el tacto,  devolvía la vista a los ciegos, el oído a los sordos, el habla a los mudos, enderezaba a los tullidos, que entonces eran legión. Tenía el raro don de la bilocación; es decir, podía estar en dos lugares distintos al mismo tiempo, pues, según el Moro Vizcaino, en el 54 le vieron el mismo día y a la misma hora en La Meca, en Tánger y en Uazan.

Hasta  su asentamiento definitivo en Tánger, hacia 1870, finalizado el reinado de Sidi Mohammed, vivía a caballo entre esta ciudad y  Uazan, pero sus ausencias de la segunda se fueron haciendo cada día más  largas hasta  hacerse rara la visita a su ciudad natal, donde siempre tenía algún familiar, cherif idrisita, que cumplía los deberes de anfitrión en su nombre. Para  él, el Tánger de los cristianos, Tánger la Perra como la llamaban los  devotos musulmanes, tenía un infinito atractivo mayor que  el Uazan  de sus ancestros, de quien  no hablaban nada bien los  viajeros europeos que por entonces se atrevían a cruzar  los inseguros caminos del Imperio, considerándola población sucia  y decadente.


Mrs. Emily  Keene

Si hubo un golpe moral tremendo para sus incondicionales devotos, ese fue su matrimonio con la inglesa  mistress Emily Keene. La noticia de la boda corrió desde Tánger por todo Marruecos produciendo un estremecimiento en el alma  hasta entonces enfervorizada de  sus  fieles  correligionarios. Nada cuesta  imaginar  la conmoción que  tal hecho  debió producir, no ya en  sus  más afanosos seguidores, sino en todo buen  musulmán  que se preciara de serlo.

Sidi Abdeselam tenía, con anterioridad,  cuatro mujeres marroquíes, siendo por lo menos una de ellas de origen bereber. Tenía  tres hijos de estos matrimonios anteriores.  En una época anterior se le conoció incluso alguna  veleidad con respecto a una bailarina española que actuaba en un teatro de Tánger, pero que no pasó de escarceos sin importancia. El asunto de mrs. Keene era un asunto serio, agravado por el hecho de que  antes de su boda con la inglesa había abandonado a sus mujeres musulmanas.
           
¿Quién era  la señorita Keene? Las noticias  que nos han llegado no son coincidentes. Para unos, se trataba simplemente de una especie de criada al servicio de la familia Perdicaris en Tánger, versión rápidamente aceptada por los enemigos del Cherif. Para otros era una sencilla señorita de compañía de la joven Perdicaris. Para los más proclives a Sidi Abdselam, era una señorita de buena familia  que  vivía sencillamente con los americanos. Poco o nada se sabía, en realidad, de ella.  Los  datos más  elogiosos los proporciona  mademoiselle Zeys (Une française...1908). Según Zeys, Mrs. Keene descendía, por vía materna, del arzobispo Wharram, que ocupó la sede episcopal de Canterbury en el siglo XVI. Su padre fue gobernador de la prisión de Horsemonger Lane.
           
El Cherif conoció a la  señorita  Keene en uno de sus frecuentes paseos por la ciudad, encaprichándose de ella. Después de hacerse el encontradizo en numerosas ocasiones con  la joven inglesa, se formalizaron las relaciones en una velada organizada en casa de los Perdicaris a la que fue invitado Sidi Abdselam.

 Tánger, escena callejera (1895)

El matrimonio se celebró el 17 de marzo de 1873 en la legación de  Inglaterra,  siendo el oficiante el todopoderoso y célebre  ministro plenipotenciario de Inglaterra Sir John Drummond-Hay, hombre astuto  y muy al cabo de los asuntos del Imperio, de quien no sabemos si debemos sospechar algo en cuanto al matrimonio de su  paisana Mrs. Keene con el  Cherif. Para Sir John, la razón de estado hubiese justificado una boda como aquella, siempre que hubiese sido posible llevar a Sidi Abdselam hacia los intereses de Inglaterra.

La ceremonia ha sido relatada  en apéndice en una obra de  Arthur Leared (Morocco...1876), en el que describe los  siete días que duraron los festejos en Tánger, festejos en los que ni siquiera faltó un día dedicado a los mendigos de la ciudad y alrededores, dando una  muestra de la generosidad del Cherif. El tedesco Conring no veía el asunto de la boda de forma tan sencilla (Marruecos...1881),pues entendía la cuestión como un magnífico negocio de la señora Keene, a quien  Sidi Abdselam se obligaba a pagar  100.000 francos, y, lo que era cierto, se obligaba también a aceptar que conservara su religión y su  vestimenta habitual. Con todo ello transigió el Uazani, lo que le hacia aún  más sospechoso a los ojos de  sus hermanos de religión.

Sin embargo la boda no acabó con la devoción de sus fieles hacia  Sidi Abdselam. Si el Cherif  ha  casado con una cristiana es porque lleva el camino debido.

Cuando Leared viajaba por Marruecos, tres años más tarde, Sidi Abdselam había recuperado, si no toda, parte de su fama anterior, y seguía siendo considerado, junto con el Sultán, como el hombre más poderoso del Imperio. Debía conservar un buen aspecto, pues a Leared le pareció que tenía unos 35 años, cuando debía tener no menos de  45; eso sí, demasiado gordo  para ser un hombre activo. Decía  el irónico inglés que la  cofradía que presidía  (recordemos: la Tuhamia o Taibia), rivalizaba en astucia y ambición con los jesuitas, y según este viajero su influencia  llegaba entonces hasta Bombay.

 Tánger desde la playa (fines del siglo XIX)

En esta época vivía en  Tánger en una casa situada en las cercanías del viejo Hotel Continental, aún hoy en activo, casa acondicionada a la europea, donde Leared vio, como sorprendente innovación en Marruecos, unas cuantas sillas. Aquellas  veleidades del  Cherif, según Leared, debían producir no poco rencor entre sus paisanos de la ciudad. Este mismo autor insistía en que Sidi Abdselam se ajustaba en lo que podía a las costumbres   europeas. Con prejuicio muy occidental, el inglés escribe: "no come a la usanza moruna y es muy fino en la mesa". Para colmo de actitudes perversas era voraz lector de periódicos ingleses, una rareza  en un  país donde no había ni un solo diario, excepto, claro está, el único que entonces se publicaba en  Tánger por la colonia  extranjera. Atendían a las necesidades del ilustre  Uazani nada menos que diecisiete criadas, algunas de las cuales eran esclavas que "obedecían sus más insignificantes deseos". Lo mejor de tan nutrido servicio era que, si bien era vestido y mantenido por  Sidi Abdselam, no percibían ni una sola peseta, pues servir al cherif era un honor, y con estar a su servicio se estaba suficientemente retribuido. Los niños nacidos entre sus domésticos pasaban a  formar parte del grupo auxiliar en cuanto llegaban a la edad conveniente.


Al servicio de Francia

Según  Antonio Ramos (Perlas negras...1903), por aquellos años Sidi Abdselam quiso hacerse súbdito español. Dice el  africanista ceutí que en el año 1877 se presentó en Ceuta con ocasión de una visita efectuada por Alfonso XII a la ciudad, pero el Rey  no le hizo el  más mínimo caso, lo que  ocasionó que el Uazani montara en cólera y se pasara al campo francés. Hubiese sido extraño que  el Cherif pidiera hacerse súbdito español; mas bien habría que pensar que su solicitud fuera la de ser protegido español. Esto es lo que  afirma León Fernández (Nuestros soldados...1907) al decir que en 1879 pidió  el Cherif de Uazan la protección de España, siendo rechazado. Aunque la fecha no coincide, debe tratarse sin duda del mismo caso. Taviel de Andrade aseguraba que el Cherif solicitó a España ayuda en su conspiración contra el Sultán y esta se la negó.

Conring, que visitó Marruecos en 1879,  no daba al Uazani  el mismo predicamento. Se refería a él como "uno de aquellos parásitos que viven del sudor del pobre pueblo". Según el alemán había bajado muchos puntos en la estimación de su gente. Pero poco tiempo más tarde  recorría Bonelli aquellos parajes y no llegaba a la misma conclusión. Según el joven teniente (Observaciones...1882) ,  el Cherif " a pesar de su conducta poco ejemplar, disfruta todavía de gran prestigio y consideración, teniendo siempre a sus órdenes a la mayoría de los creyentes que le obedecerán como si sus decisiones fueran infalibles". Seguía curando enfermos y recibiendo importantes regalos por ello.

Por los años en que Conring y Bonelli viajaban por Marruecos, el Cherif  solía  dedicarse a sus aficiones cinegéticas en las cercanías de Tánger. En una de ellas se lo encontró el capitán Durham en un viaje que hacía a Fez con Sir John;  por cierto que Durham lo llama "el Papa de Roma en Marruecos". Según parece, fue algún encontronazo con Drummond -Hay en una cacería lo que distanció definitivamente a ambos personajes, en una época en la que, según  Cervera pretendía hacerse súbdito inglés.

 Sir John Drummond-Hay, ministro inglés en Tánger

Rechazado por España y  en malas relaciones con Inglaterra, nada de extraño tuvo que Sidi Abdselam cayera en las redes del  audaz diplomático francés  Ladislao Ordega. Por  aquellos años ya no disimulaba Francia su enorme interés en los asuntos del Magreb el Aksá. El hecho de tener frontera común con  Argelia, en manos de los franceses desde 1830, les hacía pensar  que sus derechos a intervenir en Marruecos superaban con mucho al de cualquier otra potencia. No estaba de acuerdo el gobierno español, quien, a su vez, pretendía contar con mayores y mejores títulos para influir en el país vecino, afirmación que rechazaban los galos al considerar que España llevaba cuatrocientos años en la costa  africana sin haber adelantado un paso. Bajo un punto de vista estrictamente imperialista no dejaban de tener razón, y el imperialismo de las grandes potencias estaba de moda entonces y lo sería estando años más tarde.

Nuestro Cherif, pues, como dice Cervera, "cayó en las redes tendidas por monsieur Ordega", ministro francés en Tánger, y se incluyó entre los protegidos por Francia. Desde entonces, según el oficial de Ingenieros, comenzó Francia su  plan de anexión de Marruecos.
           
Desde unos años antes prestaba ya el  Uazani servicios importantes a Francia, haciendo de intermediario, por ejemplo, en las disputas de Francia con las kabilas  situadas a caballo de la frontera argelomarroquí. O proporcionando cartas de recomendación a Foucauld para que viajara sin riesgos por todo Marruecos.

 Frontera argelomarroquí (1884)

El paso dado por Sidi Abdeselam no fue bien visto por las potencias   europeas, sobre todo  por Inglaterra y España, pero tampoco entre sus propios compatriotas, quienes comenzaron a llamarle Abdselam  "el fransaisi."

No hay más que observar el tono de los participantes en el famoso Mitin del Teatro de la Alhambra para ver  que  la decisión del Cherif  se consideraba  una agresión  al "status quo" y una afrenta para los participantes, cuatro años antes, en la Conferencia de Madrid, conferencia  planteada precisamente para regular el discutido "derecho de protección". Coello y Costa  protestaron airadamente  ante la audiencia, apelando a la citada conferencia con el objeto de  que sus participantes  intervinieran y se opusieran  al hecho consumado. De nada sirvió.  Y de todas maneras, todo era una cuestión de oportunidad, y España la había perdido. Tres años más tarde, el interventor del puerto franco de Melilla, Francisco Rojas Godoy, afirmaba  que eso era lo que España tenía que haber hecho y entonces sería  ésta el árbitro de los destinos del Imperio marroquí; eso sí, con un matiz, "para educarlo y para protegerlo".

En Marruecos, por lo mismo, fue grande el disgusto. Según el mismo Cervera, una romería que se había organizado, como de costumbre, para ir a Uazan y cumplimentar al Cherif, se enteró por el camino de la nueva situación del  Uazani, y sus 800 participantes se  dieron media vuelta y se volvieron a sus pueblos con los regalos. Muy mala señal para Sidi Abdeselam.

De hecho este fue  el principio de la decadencia  de la devoción hacia el Cherif en Marruecos. No es que  perdiera del todo su antigua carisma, cosa que jamás pierde un  cherif de su categoría, sino que ya no levantaba los entusiasmos de antaño. Únicamente en Argelia siguió conservando su  prestigio de siempre, prestigio que el Uazani procuró mantener haciendo frecuentes viajes al país vecino. De la vuelta de uno de los viajes, con parada en Melilla, hago referencia al comienzo de estas líneas. No perdió tampoco su importante patrimonio, sobre todo en su feudo de Uazan, donde era dueño de buena  parte de aquello que podía dar alguna renta. Las notas de Teodoro de Cuevas, cónsul en Larache por aquellos años, son muy ilustrativas. Sin embargo, para escarnecerlo,  el  sultán Muley Hassan  situó en Uazan un  "mul ez zauía ", es decir un administrador de los bienes de la zauía uazani, con la consiguiente pérdida de poder y prestigio para el cherif. Se decía entonces que estaba comprometido  con las tribus norteñas para desalojar del trono al Sultán.
            
 Uazan (1900)

Una muestra de que el poder del  Uazani  no llegaba entonces a todas partes en Marruecos nos la cuenta  Gabriel de Morales en sus "Datos". El oportunista  Conde  de Chavaignac vio un magnífico negocio en alguna mina de las que entonces se pensaba  estaba lleno el Rif. Según Morales, su pretensión era reconocerlas; según Castonnet de Fosses, (Marruecos...1884), que da la fecha equivocada de 1880, cuando fue en enero de 1884, la mina de cobre fue efectivamente adquirida por Chavaignac. Como el Conde  no se atrevía a penetrar en el  misterioso país, del que se contaban historias espeluznantes, requirió la ayuda de Sidi Abdeselam, quien amablemente  se prestó a escribir una carta con la que se pensaba se abrirían de par en par las puertas del Rif. De nada le sirvió a Chavaignac tan  codiciado documento. Los rifeños se negaron a permitirle la entrada en  el Rif, y el Conde se tuvo que ir por donde había venido.

De este autor, Castonnet des Fosses, extraigo algunos datos sobre el  supuesto poderío del Cherif en esta época.  Según éste, en 1884 Sidi Abdeselam mandaba sobre más de 10 millones de musulmanes; en Argelia reconocían su autoridad más de 50.000 kabileños, y el mokadden de su cofradía en El  Cairo gozaba de un prestigio tan grande como cualquier embajador de una potencia europea. Estaba considerado la primera autoridad religiosa en Marruecos y en todo el occidente africano. Y después incluye la frase que da la clave de lo anterior: "en todo el país se advierte un movimiento favorable a Francia". Por eso los franceses facilitaban muy buenas referencias del Cherif, como, por ejemplo,  Marcet (Marruecos... 1888) que le sitúa como hombre "favorable a las ideas modernas de civilización y progreso". Era uno de los suyos y primer peldaño para penetrar  mas o menos solapadamente en el país vecino.
           
Pocas dudas hay de que el Cherif de Uazan les sirvió de muy poco a los franceses. Parece claro que su principal cuidado fue el de vivir lo mejor posible, cuidando  de sus propios intereses. Alguna intervención, no demasiado lucida, tuvo en Argelia, donde vivía largas temporadas (Mouliéras. Le Maroc...1895), porque allí tenía importantes intereses.  Poco después de que el Uazani abandonara este mundo, decía Mouliéras, con el mayor desparpajo, que en Marruecos había millares de Chorfa más venerados que el patriarca de Uazan. Cuando ya no les servía de nada.

Final del Cherif  Uazani

Sidi  Abdselam ben el Hach el Arbi falleció en Tánger en 1892.Sus últimos años fueron  grises y anodinos. Poco considerado, criticado en la ciudad (Muro. Ocho días...1891) , con la salud maltrecha y prácticamente separado de la "cherifa", la "seniora" como la llamaban en la ciudad, quien se había volcado  hacia la educación de sus hijos, Muley Ali y Muley Ahmed, y a las obras de caridad, el Uazani  desapareció de la escena magrebí, dejando como sucesor a su  primogénito, tenido con una de sus primeras mujeres,  Muley el Arbi, un hombre que apuntaba rasgos de demencia desde sus  primeros años, y a quien había dejado a cargo del feudo  de Uazan durante sus correrías.

Muley Hassan (1893)

Cuando Boada (Allende...1895) se cruzó con El Arbi en 1894, camino de Marrakech, le vio como un hombre joven, de fisonomía simpática y poblada barba negra. Según uno de los marroquíes acompañantes de Boada, era mucho más fanático que su padre, no gustaba del trato con europeos y, al contrario que  aquel, se le consideraba muy afecto a la persona de Muley Hassan. Alejado de Tánger y todo lo que ello suponía, vivía entre Alcazarquivir y  Uazan. Su enfermedad mental  le hacía aún más santo a los ojos de sus paisanos. Hacia finales del siglo se encerró en su casa de Uazan y no salía para nada. El marqués de Segonzac  confirma su locura, pero añadiendo  que Muley el Arbi era gran  consumidor de hachich y opio, aunque su locura  era inofensiva. Nunca intentó, como su padre, jugar un papel político en Marruecos, y ni él ni sus hermanos pretendieron convertirse en competidores del nuevo sultán  Muley Abdelaziz. Al parecer (Pinon. Lémpire...1912) una antigua profecía había predicho que  ellos no reinarían jamás, por lo que siempre se conformaron con su preeminencia religiosa, y con percibir las abundantes ziaras  provenientes de sus  abnegados seguidores, tal como con tanto estilo nos ha contado el Walter Harris (Le Maroc disparu. 1929)

Muley el Arbi murió muy joven, lo mismo que su hermano Muley Mohammed, también con problemas mentales. Una desgracia familiarmente colectiva, puesto que el tercer hermano, Muley Thami fue  aun peor, un loco furioso del que no hubo forma de hacer vida. La palabra "desgracia" hay que tomarla en un sentido relativo y siempre bajo una óptica exterior al  Islam, puesto que, precisamente por su locura, los contemporáneos de los Uazani consideraban a todos ellos en el más alto grado de la santidad.

Solamente los hijos de la "seniora", Muley Ali y Muley Ahmed, se salvaron del estigma. Asentados en Tánger, apenas se movieron de esta gran ciudad, donde  desempeñaron cargos oficiales de relieve durante su vida.

En cualquier caso, ni unos, ni otros, tuvieron la relevancia que tuvo su padre en unos años en que  las  ambiciones de las potencias  en liza diplomática en Marruecos pretendieron hacer del Uazani un elemento más del juego de intereses encontrados  en la pugna por destacar  en la influencia sobre el país magrebí.

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