A sus 102 años de edad, don José María Echevarrieta conserva una memoria fuera de lo común. Recuerda nítidamente nombres, fechas y acontecimientos relacionados con la vida pública de su padre, don Horacio. En mis conversaciones con don José María la figura de su padre se hace más nítida, mejor perfilada, menos difusa de la que nos presenta la historia de los hechos en los que don Horacio estuvo presente y en los cuales participó como protagonista.
Don José María vive en la finca familiar de Munoa, en Vizcaya, junto con su hermana Amalia, de 94 años, la menor de los siete hijos de don Horacio. Es la finca en la que su padre falleció el 20 de mayo de 1963.
Entre los relatos de don José María me dejó vivamente impresionado la descripción de la visita que Dris Ben Said hizo a don Horacio en Madrid, en febrero de 1923. La casa familiar estaba situada en la calle de Claudio Coello, en el mismo lugar en que hoy se halla el hotel Los Galgos. El joven Echevarrieta fue testigo de las conversaciones de su padre con el marroquí, relacionadas, como era natural, con los asuntos de Marruecos. Una imagen que se quedó firmemente grabada en su memoria fue la de Dris ben Said invitando a la familia a su próxima boda e insistiendo para que las mujeres de la casa no dejaran de ir a Melilla.
Efectivamente, tras la muerte de Dris pocos meses más tarde, El Telegrama del Rif mencionaba la malograda boda del marroquí con una joven de Rabat.
Ben Said había acudido a Madrid para entrevistarse con el ministro de Estado Santiago Alba, para quien el marroquí constituía un elemento esencial en su intento de llegar a un acuerdo con Mohammed Abdelkrim, y de esta forma terminar con las dilatadas y costosas, en bajas y dinero, operaciones militares, intento mal comprendido en algunos sectores de la vida política y militar.
No está claro el momento en que se iniciaron las relaciones entre Echevarrieta y Ben Said. Según Madariaga (España y el Rif…1999) y Sueiro (España en el Mediterráneo…1992), fue en 1919, con motivo de un viaje que hizo Romanones en el yate de Echevarrieta por el norte africano. Este viaje nunca se realizó. El viaje al que se refieren tuvo lugar en 1914, recorriendo Orán, Argel, Chafarinas, Nemours, Tlemecen, Uxda, Cabo de Agua, Melilla (donde llegaron el uno de julio, visitando el territorio marroquí ocupado), Ceuta, Tetuán, Tánger, Larache, Alcazarquivir, Rabat y Fez. Curiosamente Romanones comete un error al situar tal viaje en 1913 (Notas de una vida.1947). No hay certeza de que en 1914 Ben Said estuviera en Melilla, tal como se deduce de los escasos datos que podemos entresacar de su corta biografía.
Por cierto que, en 1913 hizo un viaje a Melilla, en su yate, don Horacio Echevarrieta, acompañado de un grupo de amigos. Don José María recuerda perfectamente ese viaje, aunque es de creer que la referencia del mismo le llegó en años posteriores, pues entonces tenía solamente seis años. Aún así, me corrigió los nombres de los acompañantes, algunos de los cuales estaban mal recogidos por la prensa local.
Las dos biografías que he encontrado y que aportan más datos sobre Ben Said son, dentro de su escasa extensión, divergentes e incluso contradictorias. Son las aportadas por Hernández Mir, en La Libertad, y Ruiz Albéniz, en Diario Universal. Me ha parecido más fiable la del segundo.
Según el periodista, y en esto coincide con otros autores, Ben Said nació en Salé, en fecha indeterminada, pero que me atrevo a colocar entre los años 1880 y 1885, por los motivos que más abajo se indican. Hijo de una familia acomodada, su padre desempeñó en cargo de bajá en varias ciudades, entre ellas Mogador , la actual Essauira. Ruiz Albéniz afirma que las propiedades del padre fueron embargadas por los franceses durante la guerra mundial por simpatizar con los alemanes. A finales de siglo o principios del XX ingresó en la universidad de Fez, donde estudió durante seis años; allí coincidió con Mohammed ben Abdelkrim; la duda sobre esta coincidencia, manifestada por algunos, queda despejada por una carta que este último dirigió en diciembre de 1921 al que entonces era corresponsal de La Libertad en Melilla, Rafael Hernández, ya que al referirse a Dris ben Said, Abdelkrim le llama “mi antiguo compañero de estudios”,lo que parece indicar también que ambos tenían edades similares, y Abdelkrim, según él mismo expresó en el padrón de Melilla de diciembre de 1907, había nacido en 1882.
Hernández Mir no se refiere a esta etapa de la vida de Dris (o Idris, como se le denomina también) en el mismo sentido que Ruiz Albéniz. Escribe que, buen vividor, “contrajo deudas que mermaron la fortuna de su padre”, que por este motivo fue expulsado de su hogar, quedando a la ventura, primero en Fez y después en Melilla, donde fue acogido por el representante del Sultán, El Bachir Ben Sennah; fue entonces, según Mir, cuando conoció a Abdelkrim, haciendo una buena amistad con él.
Ruiz Albéniz afirms que al terminar sus estudios en Fez, fue autorizado por su padre para viajar por Europa donde visitó los principales centros culturales europeos y aprendió los idiomas español, inglés, francés y alemán. Fue entonces cuando tradujo al árabe varias obras maestras de la literatura europea, aunque ignoro si se ha encontrado alguno de estos supuestos trabajos literarios.
Una tercera versión de esta etapa de su vida dice que fue por Oriente (Jordana, La tramoya…1976), por donde viajó, y donde fue influido por el pensamiento de los “jóvenes turcos”.
Discrepan nuevamente Mir y Ruiz Albéniz al establecer el momento en que Ben Said fija su residencia en Tetuán. El primero escribe que en 1915 abandona Melilla y se presenta en Tetuán diciendo ser amigo de un implacable enemigo del Raisuni, el fakih Ben Seddik el Darcaui, ofreciéndose como mediador en las disputas entre el cabecilla yebali y la administración española de la zona. Terminada esta fase, tras un tiempo de enemistad con aquel, se convirtió en decidido partidario del mismo, mientras que Ruiz Albéniz asegura que fue a la vuelta de su largo viaje por Europa, en fecha no fijada, cuando se le ofreció un puesto relevante en la Alta Comisaría, solicitando la nacionalidad española que le fue concedida. Aquí, según el biógrafo y en parte coincidente con Mir, se manifestó como un gran amigo del llamado “águila de Zinat”, el poderoso Raisuli, posición que cambió, en sentido inverso, algún tiempo después. Versiones, pues, contradictorias.
El Alto Comisario, general Jordana, avisado de los manejos a favor del Raisuni de Ben Said, ordenó que fuera llevado discretamente a las islas Chafarinas. Entre su documentación, requisada por orden de Jordana, se encontró una reorganización de la zona en el que Raisuli figuraba como sultán, y un dahir firmado por este último en el que nombraba kadi del Rif a Mohammed ben Abdelkrim el Jatabi.
También esta parte de su vida está llena de noticias dispares, pues Ruiz Albéniz asegura que fue preso en Chafarinas por presiones del Raisuli, mientras Mir lo achaca, por el contrario, a su amistad con el lider yebali. Una tercera versión, poco fundada, la fundamenta en presiones por parte de Francia. En todo este proceso faltan fechas y concreción en los hechos.
En su fase de preso en Chafarinas, según la leyenda, tradujo al árabe El Quijote.
Su suerte cambió al ser nombrado el general Berenguer Alto Comisario en noviembre de 1918; el general ordenó fuera puesto en libertad y quiso aprovechar su talento dándole un puesto en la administración del protectorado, donde se dice que llegó a ser secretario árabe.
Afirma Ruiz Albéniz que fue en febrero de 1921 cuando Echevarrieta contrató los servicios de Dris ben Said, junto con los de otro personaje nebuloso y polémico, el excapitán Antonio Got e Insausti, que había causado baja en el Arma de Artillería en 1917. Siguiendo al autor, Echevarrieta pretendía poner en marcha una serie de explotaciones mineras en Marruecos, entre ellas las fabulosas e inexistentes minas del Rif central. En unas declaraciones al diario Libertad, en noviembre de 1921, el financiero afirma que fue el señor Olavarriaga, de Bilbao, socio de las minas Setolazar, quien le ofreció una participación en unas prometedoras denuncias mineras que aquel tenía hechas en la zona de Alhucemas, aunque Echevarrieta no quiso aceptar la oferta. Entonces comenzó a actuar por su cuenta, y lo primero fue averiguar la verdad de la existencia y riqueza de tales yacimientos. Fue por eso por lo que encargó a Ben Said y Got se entrevistaran con los naturales de la región, e incluso con el propio Si Mohammed, con el fin de convencerles de que permitieran a ingenieros españoles visitar los terrenos donde se suponían estaban las supuestas minas, cosa que, tras diversos avatares, no consiguieron de. Afirmaba el empresario que las gestiones mencionadas se efectuaron con el pleno acuerdo de los generales Berenguer y Silvestre, que veían una posibilidad de acercamiento al Jatabi. Según el diario El Sol, Silvestre, obedeciendo órdenes superiores, aceptó las negociaciones, pero con la condición de que se aprovechase la actuación de Dris ben Said para facilitar la llegada de los soldados españoles a la bahía de Alhucemas. Otra cosa hubiese sido impensable conocida la personalidad del general.
Aquí comienza una serie de actuaciones por parte de diversos personajes, que, como era de esperar, dada la naturaleza de la cuestión, produjo no pocos malentendidos, acusaciones e infundios que acompañarían la figura de Dris ben Said hasta su final, dos años más tarde. Sus gestiones resultaron inútiles para los fines que se proponían el Gobierno, el Alto Comisario y el general Silvestre.
Es bien conocida la intervención de Ben Said en la liberación de los prisioneros de Mohammed Abdelkrim. Intentó, sin conseguirlo, la entrega de la posición de Monte Arruit, mediante un pacto con el jefe rifeño. Según Cabanillas (La epopeya…1922) antes de que el general Navarro fuera reclamado por el cabecilla, Dris había conseguido la liberación de cincuenta prisioneros. Pero donde su intervención fue decisiva, conjuntamente con Echevarrieta, fue en la liberación de los cautivos en Axdir, que ya había intentado, con resultado negativo, un año antes.
Tras el fracaso de Castro Girona, que intentó un pacto con Abdelkrim, en abril de 1923, el gobierno buscó una nueva oportunidad de acuerdo con el Jatabi utilizando los buenos oficios de Dris Ben Said y Dris er Riffi, que se hallaban en Madrid para conferenciar con el ministro de Estado, Santiago Alba, en la ocasión más arriba mencionada. Esta última intervención de Ben Said se saldó con otro fracaso y, lo que era manifiestamente injusto, la creencia en algunos sectores que de que el saletino parecía más un agente del líder rifeño que del gobierno.
Dos meses más tarde Dris moría, alcanzado por una bala rifeña, en Loma Colorada, cerca de Tafersit, cuando, formando parte de un grupo en el que figuraban el coronel Gómez Morato, del regimiento Melilla, el teniente coronel Llano de la Encomienda, de la mehalla jalifiana, los ingenieros militares Galcerán y Claudio y Dris er Riffi, se procedía establecer una nueva posición. Llevado a la enfermería de Dríus, murió poco tiempo después. La muerte de Si Dris trajo consigo los más diversos rumores sobre su origen. No contribuyó poco a las especulaciones la personalidad del nuevo comandante general Martínez Anido. Rumores y especulaciones que se han conservado hasta hoy sin que hasta la fecha nadie haya aportado prueba alguna definitiva de la veracidad de las mismas. Incluso la intervención personal de Martínez Anido en el hecho no parece estar de acuerdo con la celeridad con que la Comandancia General envió al comandante Sánchez Vega, cirujano del hospital militar de Carabanchel y agregado a la Jefatura de Sanidad de Melilla, a disposición del cual se puso un avión para su traslado a Dríus, aunque la operación practicada Si Dris fue inútil dada la gravedad de la herida.
Don José María Echevarrieta afirma que la familia nunca creyó que la muerte de Dris ben Said fuera debida a una negra maquinación, sino a una simple fatalidad.
Dris ben Said fue enterrado en el cementerio de Sidi Guariach, en la pequeña explanada existente frente al morabo, y la conducción del cadáver, desde el domicilio de Dris er Riffi, recientemente nombrado amel de la zona oriental, en la calle Ildefonso Infantes, hasta la plaza de España, constituyó una gran manifestación de duelo en la que participó buena parte de la población de Melilla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario