martes, 8 de diciembre de 2009

GOBIERNO MILITAR Y CASA DEL GOBIERNO


Casa del Gobierno y Casa del Gobernador
 

Se ha hablado y escrito últimamente en Melilla de la Casa del Gobernador, probablemente, más de lo que se ha escrito y hablado desde que se puso su primera piedra a fines del siglo XIX. Hay razones que lo justifican sobradamente. La aparición de importantes restos arqueológicos en la zona y los propósitos de conservar adecuadamente los dos inmuebles que muestran su fachada a la vieja plaza de los Aljibes, obligarán a que su nombre se haga popular en tiempos venideros.

Ignoro la razón por la que el centenario edificio que antaño fue proyectado y construido para Gobierno Militar es hoy conocido como Casa del Gobernador. El edificio denominado Casa del Gobierno (que no del Gobernador) es el contiguo, que linda con la calle de la Concepción y comparte pared con el antiguo Parque de Artillería, cuya fachada mira a la citada calle.


Melilla 1790. V: Antiguo Parque de Artillería

Sobre sus antecedentes podemos consultar lo escrito por Gabriel de Morales en sus Efemérides. En 1753, la casa del gobernador, situada en la plaza principal, tenía dos pisos, alto y bajo, y disponía de jardín, patio y corrales (Padrón y estado general…1753), y tras el sitio de 1774-75 quedó parcialmente destruida, lo mismo que casi todas las casas de Melilla. Si bien fueron reconstruidas posteriormente, durante los años negros de la primera mitad del siglo XIX volvieron a sufrir un notable deterioro, llegando incluso a ser derribadas aquellas cuyos inquilinos o propietarios se hallaba ausentes, con el fin de aprovechar las maderas para la calefacción y confección de ranchos. 

Es destacable la reiteración con que los gobernadores, desde los primeros años del siglo XIX, insisten en el mal estado de las viviendas habilitadas para Gobierno militar, queja que igualmente pudo ser aplicable al resto de los edificios. Época hubo en que todas las viviendas de una misma calle estaban arruinadas y sin posibilidad alguna de ser reparadas por falta de materiales y escasez de recursos económicos.


Como afirma Morales, por R.O. de 29 de enero de 1828 se asigna como pabellón de cargo al gobernador Manuel García, que interinaba el mando de la plaza , la vivienda que hasta esa fecha utilizaba el Ingeniero Comandante, en la calle de la Iglesia, esquina a la calle de San Miguel, lo que provocó la queja del segundo, queja que veremos repetida a lo largo del siglo, inducida por las desavenencias suscitadas entre los jefes y oficiales destinados en Melilla y con origen en las escasez de pabellones y viviendas particulares.

El nuevo gobierno militar y vivienda del gobernador  de la calle de la Iglesia había pertenecido a la familia Estrada desde finales del siglo XVII. En 1753 era propiedad de Phelipe Fernández, sargento de la guarnición de la plaza, y su mujer Beatriz de Estrada. Al morir Phelipe Fernández sus herederos la vendieron a Félix Varo y este, a su vez, al Ingeniero Joseph González, quien la cedió a su mujer Josepha Nazarijo, última propietaria, que finalmente la vendió “a Su Majestad en precio de 12.292 reales y 4 maravedises”, quedando agregada a la real Hacienda por Real Orden de 1 de julio de 1787. 

En 1839 aún se conservaban los restos reformados de la antigua casa de los gobernadores de la plaza de los Aljibes, y de ella decía Conti : La casa en que el General Villalba residía y en la cual ostentaba su hospitalidad con la magnificencia de un príncipe, se ha convertido en dos miserables habitaciones rodeadas de escombros.( Conti. Proyecto de mejoras…1839)

Pueblo siglo XIX
 

El brigadier de Ingenieros Miguel de Santillana, llegado  a Melilla en 1845 en visita de inspección, comprobó, edificio por edificio, el estado de los cuarteles y demás dependencias oficiales. Calificaba el estado del Gobierno Militar de la calle de la Iglesia como de bueno. Entonces el inmueble tenía una superficie de 493 varas cuadradas, unos 350 metros cuadrados, divididos en dos pisos y un jardín posterior. También Alvear, dos años más tarde, estimaba que su estado era bueno.

Sin embargo, a partir de las fechas indicadas se produce en el edificio un deterioro acelerado, de forma tal que en 1862 se llegó a ejecutar y proponer para su aprobación un nuevo proyecto de gobierno, que, como la mayoría de los proyectos propuestos hasta la finalización de las campañas carlistas, no tendría financiación y pasaría al olvido. En un escrito de 1866 se califica al Gobierno como mezquino y poco decoroso, y su estado como de ruinoso. No era un caso único, así estaban la mayoría de los edificios de Melilla, tanto oficiales como particulares. No es extraño que la Comisión de 1869 mencionara, en su informe del año siguiente, el “tristísimo estado en que se encuentran las plazas… con menoscabo del decoro nacional que tan abatidas y miserablemente las sostienen.


 Manzana de Casa del Gobernador Siglo XX

El edificio sería reformado en varias ocasiones, siendo inútiles las cantidades invertidas, por su cuantía insuficiente, y porque lo que se solicitaba entonces era un Gobierno militar de nueva planta, ya que, por más reformas que se hacían, no reunía las condiciones necesarias para el fin a que estaba destinado.

En 1872, el ingeniero Cazorla insiste: “El alojamiento del Gobernador de la plaza, sobre todo, es una vivienda no solo incómoda sino indecorosa e insuficiente para las necesidades de la primera autoridad de una plaza”. (Cazorla. Observaciones…1872).

El que fuera secretario del Gobierno militar entre el 22 de diciembre de 1870 y el 16 de marzo de 1875, Antonio  Santoja y Díaz- Perona, publicó en Tudela, donde entonces estaba destinado, la obra titulada España en el Rif o apuntes sobre las plazas españolas en la costa de África (1881), libro de indispensable lectura para conocer pormenorizadamente el estado de Melilla en aquellos años.


Proyecto GobiernoPlanta Alta año 1887

En él mencionaba la inutilidad de las obras efectuadas en el Gobierno, ya que “no por eso ha desaparecido su figura embudada y las malas condiciones generales que antes tenía.”. Señala, dato interesante, la obra hecha durante su estancia en Melilla para dar más amplitud al piso principal, el paso elevado sobre la calle de San Miguel y la ampliación de la vivienda quitando algunas salas a la botica militar contigua, sin que se consiguiera el objeto que con dicha obra se pretendía. El salón oficial, en la planta alta, llamado Salón de Recepciones, no era, según Santoja, mejor que la sala de recibimiento de una casa particular, por lo que en los actos oficiales  los concurrentes no llegaban a pasar de la escalera y habitaciones cercanas de la planta baja.


Proyecto Gobierno Planta Baja año 1887

Finalizadas las campañas carlistas, el Ministerio de la Guerra pudo, por fin, destinar algunas cantidades para obras indispensables en la plaza, entre ellas las del gobierno.


Melilla, calle de la Ilgesia año 1886

Estando en Tudela llegó a oídos de Santoja que el gobierno había aprobado un proyecto con destino a Comandancia General de Melilla, a espaldas del viejo edificio de la calle de la iglesia. Era, efectivamente, el proyecto del Gobierno Militar que hoy vemos en la plaza de los Aljibes, inaugurado en 1882. 

El edificio adolecía, si embargo, de defectos importantes, y hubo que proceder, con el tiempo, a su reparación, como, por ejemplo, la azotea, que en  1893 amenazaba ruina.


Casa del Gobierno año 1897

Con esta obra indispensable no estaba resuelto el tema de la vivienda del Gobernador, que en el nuevo edificio debería ocupar buena parte de su superficie, por lo que en 1887 se procedió a la ejecución de un nuevo proyecto de Casa del Gobierno, el mencionado líneas arriba, que, aprobado ese mismo año, fue terminado en 1890, para cuyas obras hubo que desalojar las escuelas de niños y niñas que, en unas modestas casitas, ocupaban parte del solar. El inmueble tenía comunicación directa con el Gobierno por la planta superior.

Ocupados ambos inmuebles, la casa de la calle de la Iglesia fue cedida al servicio de Correos, en Melilla desde 1865, donde permaneció hasta que, tras la campaña de 1909, donde se puso de manifiesto su incapacidad para atender las nuevas demandas surgidas por el aumento de guarnición y población, se trasladó al llano.


Manzana Casa del Gobierno y Casa del Gobernador año 1997
 

jueves, 19 de noviembre de 2009

CUARTEL DEL HIPÓDROMO



Campamento del Hipódromo (1909)

Ya no queda mucho tiempo antes de que el viejo cuartel de Caballería pase a ser un recuerdo más en la memoria de los melillenses, como otros acuartelamientos cuyo futuro apunta en la misma dirección. Es por eso por lo que, como homenaje a lo que fue y dejará de ser, voy a escribir algo sobre los inicios del entrañable cuartel del Hipódromo, nombre que recibió durante muchos años rememorando la pista ecuestre que allí hubo y el barrio anexo del mismo nombre.

La idea de instalar un hipódromo en Melilla surgió en los días finales de 1905. La guarnición de la plaza había aumentado desde los no lejanos tiempos de la guerra de Margallo y eran numerosos los oficiales, no solo de Caballería,   aficionados al sport de la equitación. La puesta en marcha del proyecto nació de la iniciativa del general Marina y la ejecución de la misma se dejó en manos del comandante Fernández Silvestre, entonces jefe del escuadrón de Caballería de la plaza. Entre el  rumor y el  comienzo de las obras apenas  pasaron unos pocos días; así, el día 23 de diciembre se inician los trabajos en el sitio más a propósito para su ello: al final de la playa de los Cárabos, entre el tejar y la frontera. 

En el verano siguiente el hipódromo estaba terminado. Abarcaba una superficie de 68.000 metros cuadrados, formando una figura ovalada de con 350 metros de eje mayor y 180 de eje menor. La pista tenía 25 metros de anchura y una cuerda de 750 metros. Estaba protegida por un muro de mampostería  de dos metros de altura con doble seto de cañas. Contaba con tribuna, cuadras y locales diversos, y en el exterior un pequeño fuerte aspillerado servía de cuerpo de guardia. 

Se inauguró  durante las fiestas patronales del mes de septiembre de 1906, dándosele el nombre de Hipódromo Marina. Hubo una gran afluencia de público, y el espectáculo contó, además de con los jinetes de la guarnición, con algunos expertos caballistas de las kabilas cercanas. Entre los asistentes kelais  estuvo Ismael Chaldy, hijo del que tres años más tarde sería cabecilla en la campaña de 1909, y, a su vez,  sucesor de este en la oposición a la intervención militar española.

Para el diario local, con la inauguración del hipódromo, Melilla se había convertido “de tranquila y tristona en alegre y bulliciosa”.

Pero los acontecimientos del campo vecino iban tomando día a día una deriva inquietante. El general Marina tomó la determinación de mantener en la zona fronteriza  una compañía de infantería  extraída de los dos regimientos de la guarnición, y el hipódromo se convirtió así, desde el 25 de mayo de 1907, en campamento protegido, dadas sus relativas condiciones de seguridad. 


Campamento del Hipódromo (1909)

Estamos finalizando el año del centenario de la campaña de 1909 y durante su transcurso hemos tenido ocasión de comprobar como el hipódromo se convirtió en campamento permanente  y punto de partida para todas las entradas en el territorio vecino en la dirección de Mazuza. 

El llegar de Galicia, en octubre de 1909, el regimiento de Infantería San Fernando nº 11, el hipódromo se habilitó como cuartel de la unidad. El nombre de San Fernando quedó asociado durante mucho tiempo al del Hipódromo, recibiendo indistintamente uno u otro.


Cuartel del Hipódromo (1911)

A partir de marzo de 1910 fueron levantándose barracones de madera, que fueron sustituyendo a las tiendas de lona, y distintas unidades, además del regimiento San Fernando, compartieron sus instalaciones. El regimiento  María Cristina, el de Extremadura, el batallón de Chiclana, y el Regimiento Alcántara, este último desde 1912 y procedente de la Alcazaba, estuvieron allí instalados.


Cuartel del Hipódromo, barracón (1911)

Hasta 1914 se habían construido:
13 barracones de 50x10, revestidos con panderete de ladrillo, con capacidad para 200 hombres.
4 barracones de 60x10, para alojamiento de tropa.
2 barracones de 15x10, uno para cuarto de banderas y cuerpo de guardia, y otro para retretes a base de pozos Moura y absorbentes.
10 barracones  de 32x6 para dependencias y alojamiento de oficiales.
4 cuadras, con un total de 484 pesebres.
Un cocherón para almacenar municiones
2 barracones- herraderos.

Complementariamente se habían construido 30 pozos Moura y 60 absorventes, un abrevadero de 20 metros de longitud, una fuente, un lavadero y un pozo  en el patio central, del que se extraía agua por medio de un molino de viento, sistema aplicado en todos los cuarteles de Melilla.


Barrio del Hipódromo y cuartel (septiembre 1920)

Desde noviembre de 1921 desempeñó también funciones de hospital, centro clausurado en mayo siguiente.

Acogió  sucesivamente  a unidades del Tercio, varios batallones de cazadores  y fuerzas de Regulares 2  y 5.

Con la terminación  de las campañas de Marruecos y la evacuación de buena parte de las unidades el cuartel fue poco a poco desalojado, de forma tal que en  1930 estaba en estado ruinoso, puesto que en la reorganización de mayo anterior, las unidades fueron pasadas a los cuarteles de Alfonso XIII.

Aunque en abril de 1932 se cedió al batallón de infantería nº 3, el cuartel siguió prácticamente abandonado. Incluso se llegó a decir que en él se iba a instalar una importante industria, dejando de cumplir su función militar.

Fue recuperado tras la guerra civil, instalándose en él  la unidad a la que siempre hemos asociado el cuartel del Hipódromo, el regimiento de caballería Alcántara

sábado, 7 de noviembre de 2009

JUAN LÓPEZ LÓPEZ (LÍNEA FAMILIAR)

Termina el año 2009 y con él supongo que los ecos del centenario del nacimiento de Juan López López se irán diluyendo poco a poco como ocurre siempre con todos los centenarios, y dentro de escaso tiempo pasará al olvido hasta que dentro de otros cien años aparezca un nuevo José Marques que reavive su recuerdo.

Como modesta contribución a la efeméride, voy a hacer una  sucinta exposición  de la línea familiar del escultor, cuya vinculación con Melilla se remonta probablemente hasta el siglo XVIII.
Su antepasado más lejano en Melilla, de los que he podido averiguar, fue el  teniente graduado subteniente Francisco López Sánchez, cuyos antecedentes familiares, repito, deben buscarse en los López de los siglos XVIII y principios del XIX, tarea que dejo en manos de algún esforzado y paciente investigador, para lo que tendrá que recurrir a los libros parroquiales existentes en Málaga. El apellido López se repite con frecuencia en ambos siglos, y seguramente de la misma estirpe son los López Mira y los López Hidalgo, cuyos descendientes llegan hasta nuestros días, aunque algunos de ellos lo desconozcan.

Francisco López Sánchez contrajo matrimonio, en Melilla o en Málaga, de donde procedía su familia, como la mayoría de los habitantes de Melilla, siendo Málaga el único puerto comunicado con aquella, con Antonia Ortiz Fuentesfría, malagueña nacida en 1790 y residente en Melilla desde 1814,  y tuvieron seis hijos ; Francisco, Joaquín (antecesor de Juan López López), Antonia, Manuel, Josefa y Dolores, nacidos unos en Málaga y otros en Melilla, lo que demuestra un sólido núcleo familiar en la capital malagueña, cosa por otra parte bastante común dentro de la primera mitad del siglo XIX, en que las difíciles condiciones sanitarias y la escasez de medios básicos de supervivencia en la ciudad norteafricana aconsejaban a las mujeres fueran a tener sus hijos en Málaga u otras poblaciones del sur peninsular, donde tenían sus raíces familiares.

La familia López Ortiz vivía en  el número 11 de la calle de San Miguel, donde el padre, Francisco López Sánchez, falleció de “hidropesía de pecho” en enero de 1861.


Plano parcial de la casa de Juan López Ortiz, Melilla 1884

La familia estaba bien acomodada; eran propietarios de tres viviendas en la plaza; una en el número 7 de la calle de la Iglesia, otra en el número 13 de la calle de San Miguel y la del domicilio familiar, adjunta a la anterior. Ser propietario de dos viviendas libres en aquella época era disponer de un capital inmobiliario muy rentable, puesto que durante todo el siglo, y dada la persistente carencia de casas, se percibían alquileres muy elevados. Esto obligaba, en ocasiones, a que en una misma casa se alojaran varias familias, unas veces por no encontrar vivienda y otras para que el alquiler fuera más asequible a la modesta condición de los inquilinos. 

De los hijos, Francisco ingresó voluntario en la Compañía de Mar (artillero del Pelotón de Mar en 1854) y llegó al menos hasta el empleo de subteniente. No figura en el padrón de 1874, lo que hace suponer que falleció con anterioridad; su hija Antonia, tampoco figura en el padrón, aunque pudiera ser por ausencia de la plaza.

Manuel, nacido en Melilla,  ingresó igualmente en la Compañía de Mar  y en 1874 era alférez graduado, al mando del 2º falucho de la plaza. Gabriel de Morales, en sus Efemérides. Pag. 270, hace una mención del sargento Manuel López Ortiz y su peripecia, al  llevar unos pliegos a un príncipe marroquí acampado en las inmediaciones de la Bocana. Falleció el 20 de mayo de 1886 siendo alférez de Marina.

Josefa, nacida en Málaga en 1826, contrajo matrimonio con el capataz del presidio José Rodríguez Béjar, nacido en Melilla en 1836, descendiente de una amplia familia, los Béjar, afincada en la ciudad desde el siglo XVIII. José falleció en Melilla el 5 de octubre de 1884. Una de sus hijas, Adelaida Rodríguez López fue esposa de Francisco Marín Guerrero, intérprete del Gobierno y Comandancia Militares, cargo que desempeñó desde 1878, con 15 años de edad, hasta su retiro en 1925; fue también profesor de árabe en la primera academia abierta en Melilla en 1880. Josefa falleció en Melilla el 20 de noviembre de 1896.

Dolores, nacida en Málaga en 1828, se casó con el industrial carnicero Juan Álvarez Carreras, un asturiano que, antes de llegar a Melilla, había sido marinero y  servido en la Armada en la escuadra de El Callao. Dolores falleció en Melilla  el 17 de agosto de 1897.

Joaquín López Ortiz, bisabuelo de nuestro personaje, fue el único de los hermanos varones que no estuvo vinculado con la milicia. Nacido en Málaga  el 1 de abril de 1827, desde temprana edad estuvo dedicado al comercio al por menor.
Casado hacia 1858 con Francisca de la Blanca León, malagueña  nacida en 1825, y con domicilio en el callejón del Moro, tuvieron siete hijos Joaquín, Juan,  María, Concepción, Antonia, Francisca y Rosa López de la Blanca. Sus cuatro hijas nacieron en Melilla y su hermano Joaquín en Málaga, pero ignoro donde nació Juan, puesto que, al contrario que sus hermanos, no aparece en ninguno de los censos desde 1874 hasta 1907. Su madre, Francisca, murió en Melilla el 5 de noviembre de 1870.

El comercio al por menor de Joaquín López Ortiz, el habitual almacén donde se vendía de todo, fue derivando con el paso del tiempo hacia  el más concreto de la venta de tejidos al por mayor, y en algún documento de fines de siglo es considerado como “propietario acaudalado”.

Su hija María López de la Blanca  contrajo matrimonio hacia 1879 con Serapio Peré Calvo, un comerciante nacido en Zaragoza, llegado a Melilla con su padre Mariano Peré, panadero de profesión, en 1860. Son los padres de Francisca Peré López, esposa que fue de Cándido Lobera.

Francisca contrajo matrimonio con Francisco García Romagnoli, natural de Quintanilla (Valladolid), la actual Quintanilla de Onésimo. Era hijo de un aparejador de cerrajería llegado al Comandancia de Ingenieros en 1856. De profesión sastre en 1880, Francisco pasó a ser maestro ajustador de la Comandancia citada. Vivían en la casa del hermano de Francisca, Joaquín, en la calle San Miguel.

Concepción, Antonia y Rosa, si no estoy equivocado, permanecieron solteras, y vivieron en la vivienda familiar de la calle de la Iglesia.

Joaquín López de la Blanca, nació en Málaga en 1859, y al principio no tuvo otra consideración profesional que la de propietario, si no estoy equivocado, y estuvo casado con la granadina Carmen Martínez de Castilla, viviendo en la casa de la calle San Miguel. Más tarde fue funcionario de la Junta de Arbitrios, aunque en la relación del vecindario de 1925, figura como propietario nuevamente. Falleció el 16 de noviembre de 1928.

Su hermano  Juan López de la Blanca, abuelo de Juan López López, llega a Melilla en fecha no determinada, probablemente a finales de siglo, y probablemente también procedente de Málaga. En 1907 vivía con su mujer, Francisca Merino Caballero, en el Barrio Obrero. Juan figura con la calificación profesional de industrial, pero ignoro a que tipo de industria se dedicaba. Falleció en Melilla el 7 de septiembre de 1912.

Curiosamente, su hijo Juan López Merino, nacido en Málaga en 1884, empleado de profesión, vivía en al Pueblo con sus tías Rosa y Antonia, en el viejo caserón de la calle de la Iglesia, y ya en esta fecha (1907) estaba casado con Matilde López Uceda. Debió mudarse de domicilio poco después, pues, como es sabido, Juan López López nació en el nº 2 de  la calle de Medinasidonia el 1 de septiembre de 1909.


Juan López López de joven
 

 Esta es una sucinta síntesis de la línea familiar de Juan López López, cuya trayectoria personal y profesional ha sido suficientemente divulgada en los últimos tiempos.

martes, 3 de noviembre de 2009

PANTEÓN DE LA CAMPAÑA DE MARGALLO EN MELILLA


Panteón de Margallo en el Cementerio de Melilla, Primer Patio.

Los muertos habidos durante la campaña de 1893 fueron enterrados en las cercanías de donde hoy se halla el mausoleo.

Según recuerda Llanos en su obra Melilla.1894, en febrero de este año, los primeros tenientes del Disciplinario, Manzano Valdés y Guiao Fernández, y el del regimiento Toledo, Peñuelas Calvo, propusieron la construcción de un mausoleo que reuniese los restos de los muertos en combate durante la campaña, idea que, recogida favorablemente, fue llevada a cabo mediante suscripción en la que colaboraron tanto particulares como organismos públicos y entidades privadas diversas.

Suele pasar desapercibido que el mausoleo recogió los cuerpos de los militares muertos, sino que también fue depositado el del paisano Antonio Alba Palomo, carrero muerto  el 28 de octubre de 1893, cuando formaba parte del convoy que llevaba víveres y municiones a los fuertes de Cabreriza Bajas y Altas. 


La idea de un mausoleo o monumento funerario ya había sido aportada por el corresponsal de Blanco y Negro, José García Rufino, en el texto siguiente.


BLANCO Y NEGRO. D.11-11-1893.P.744.

¡Pro Patria!
En el cementerio de Melilla, frente á la puerta de entrada y en el sitio más olvidado y obscuro, hay un rincón humilde donde crecen esas hierbas de la soledad y de la ruina; ni el ruido del mar ni la voz del viento llegan hasta aquel sitio de paz y de tristeza.
Allí  no van las mariposas de tornasolados matices, porque no tienen flores donde dejar el impalpable polvillo de oro de sus alas.
-¿Dónde están enterrados los valientes del día 2?, pregunté al empleado al entrar en el cementerio.
-Allí, respondió, señalando el rincón á que me refiero.
Un montón de piedras cubre la tumba; junto á él, una carretilla donde se trajo la cal que como eterno sudario envolvió el mutilado cuerpo de los españoles….
Y nada más.
Sobre aquella tumba aún no ha caído una lágrima, ni una corona pobre y humilde ha venido á marchitarse sobre la tierra del sepulcro.
Aquel rincón grande, imponente, produce en el ánimo sensación extraña: es algo más que un montón de piedras: allá abajo duermen el sueño eterno muchos hombres, todos jóvenes, todos animosos, todos valientes.
Ese rincón del cementerio es para nosotros un lugar sagrado; la patria debe  elevar allí un monumento digno y mañana, cuando nuestros hijos se detengan ante él, podremos decirles:
-Mirad, ahí  duermen el sueño eterno unos valientes que dieron su vida por la patria.

NOTA: No tengo claro si el autor mencionado, José García Rufino (San Fernando, 1875-Sevilla, 1943), es el abuelo de la actriz Carmen Sevilla, del mismo nombre ("Don Celilio de Triana"). Si así fuera, y según  su biografía, tendría, al llegar a Melilla, diecisiete o dieciocho años, lo que se me antoja una edad muy temprana para  un corresponsal de guerra.

domingo, 1 de noviembre de 2009

ALMACENES DE VÍVERES DE LAS PEÑUELAS



No creo sea necesario insistir sobre la capital importancia que tuvo el abastecimiento, almacenamiento y suministro de víveres en Melilla  a lo largo de su historia. La reiteración de documentos que hacen referencia a esta parte concreta de su recorrido a lo largo de los siglos pone de manifiesto la obsesión que para los responsables del  gobierno de la plaza suponía el que esta línea continua no quedara interrumpida, bien por la falta de comunicación con la Península, bien por un almacenamiento o mantenimiento inadecuados.
Dentro de este proceso, los almacenes de víveres toman un protagonismo excepcional. La acumulación de elementos necesarios para la vida cotidiana e la inspección permanente de los mismos para evitar su deterioro, es la parte menos visible, menos llamativa de los acontecimientos que se desarrollan dentro de los recintos históricos de la ciudad, pero no es la menos importante.

No sabemos cuando se levantaron los almacenes de las Peñuelas que hoy toman protagonismo en Melilla debido a su acertada recuperación. Gabriel de Morales escribe en sus Curiosidades…que ya figuraban en el mismo lugar en 1604, y así parece corroborarlo el plano de la misma fecha (ver Bravo Nieto, Cartografía Histórica…P. 35)

Según Nicolás Vázquez (Descripción de esta plaza…1722), que vivió en Melilla en esta época, el Almacén Real de Víveres, como le denomina, fue obra del mariscal de Campo Pedro Borrás, ejecutada dentro del tiempo transcurrido entre el 4 de abril de 1716 y el 11 de julio de 1719, en que estuvo de gobernador.

Aunque evidentemente debe haber otros anteriores, el primer documento que he encontrado que hace mención a la función de los almacenes es uno de 1764 que relaciona los elementos acumulados:


Relación detallada de los edificios...1764 

ALMACENES DE PROVISION Y VIVERES

 

En la Plaza del Principal, debajo de la del Gobernador, encerrados en un patio, se hallan los siguientes:

El del tocino, capaz de 96 botas de a 40.

El de la harina y menestra, capaz de 2.700 sacos de a 5 arrobas y tres cuartas.

El repuesto de carne salada, capaz de 144 barriles a 8 arrobas

El de vinagre y aceite, capaz de 16 botas de aquel, de 22 a 3º arrobas, y  384 arrobas de este género.

Su patio sirve para custodiar la leña, capaz de 7.000 quintales.

En el mismo puesto y patio, hay otro de vino capaz de 800 botas o pipas de 22 a 30 arrobas.

Debajo de la plaza del Gobernador, en una bóveda, hay otro de vino capaz de 52 pipas de 22 a 30 arrobas. 


En el documento se destaca el hecho de que el vinagre, aceite, vino y leña se almacenan en el mismo lugar. Con el transcurso del tiempo cambiarían de lugar.

En el mismo año, Matheo Vodopich, ingeniero de Cartagena destacado a Melilla para informar  al Gobierno sobre la plaza, los describe sobriamente, haciendo mención del número de almacenes: 


VODOPICH.-Relación y descripción...1764.P.8

La Provisión de Víveres ocupa un edificio que contiene seis almacenes, con los que, y los dos que están separados de estos, son capaces de los abastecimientos para 6 meses; en su patio común, 7.000 quintales de leña, a cuyo fin sirve.

Y nueve años más tarde, con el mismo fin, y ante las noticias de que Mohammed Ben Abdallah prepara un asedio de Melilla,  el Ingeniero Juan Cavallero hace igualmente mención de los mismos:


CAVALLERO.-Reconocimiento de la plaza...1773.P.4

ALMAHACENES DE VIVERES 

Se han reconocido los Almahacenes de víveres y hallado los suficientes para más de 4 meses de la tropa actual, y en los edificios hay capacidad para que quepan los necesarios para 5 meses, aunque la guarnición se aumentase con 300 hombres y más de 100 desterrados. Pero en los géneros comestibles se ha advertido que solo hay las legumbres de habas y garbanzos, y que también haya arroz y habichuelas. Se ha hallado igualmente la falta de vizcocho que puede ser tan útil en un sitio. Los demás géneros como harina, carne salada, tocino y legumbres son de buena calidad y se conservan bien. 


Según Gabriel de Morales, con anterioridad al  año 1773 los almacenes habían sido reconstruidos. 


A finales de siglo, el ingeniero de Málaga Segismundo Font, inspecciona la fortificación de Melilla, incluidos los almacenes: 


FONT.-Relación de las fortificaciones...1790.P.8

Dentro del recinto de la Plaza, inmediatos al Principal, se hallan los Almacenes de Víveres, en seis bóvedas a prueba, dos inferiores y cuatro superiores, aquellas y tres de estas de 43 varas de largo, la otra de 24, y todas de 6 de ancho, con suficiente altura para entresuelo provisional de tablas; en ellas caben los víveres necesarios (a excepción del vino) para seis meses en tiempo de paz, pero en el sitio podrán destinarse a este fin solamente las dos bóvedas inferiores y una superior, ocupando las otras tres con tropa, que en dicho parage será conveniente por estar muy a la mano para cualquier ocurrencia; y los víveres restantes se colocarán en otros almacenes.

Debajo de la menor de dichas bóvedas, e igual a ella, hay otra de paso que podrá servir de cuerpo de guardia, formándole el correspondiente entresuelo, y precaviéndolas con blindaje por nudos testeros, dejando el espacio preciso para el tránsito de la gente.

El repuesto de víveres que hay en la plaza es suficiente para seis meses, al respecto de 1.600 raciones y 100 de dieta que se consumen diariamente, según la presente guarnición, y para la que se detalla en tiempo de sitio deberán completarse hasta el número de 4.500 raciones diarias, inclusas las de dieta, para los mismos seis meses, o al menos para cuatro en el supuesto de estar libre la comunicación marítima. 

Sanz Pelayo, en su obra Los presidios españoles… 1978, menciona la inspección que el oficial 2º de la Contaduría de la Provisión de Presidios y Armada de Málaga hace en Melilla en 1796, con la siguiente descripción: 

Existían tres grandes naves para guardar la harina y las legumbres, con una capacidad de cerca de 5.000 sacos.

Para el vino la capacidad existente era de 800-900 botas.

La leña tenía almacén propio cubierto, para unas 12 o 13.000 arrobas.

Había un corral descubierto con más de 15.000 arrobas de leña. 

En sendos recintos había 5.000 fanegas de cebada y de 13. 14.000 arrobas de paja.

El ganado tenía un amplio y bien abrigado corral con agua, dos pajares con capacidad para más de 3.000 arrobas, y divisiones para separar el ganado enfermo.

Los locales daban cabida a 1.500 cabezas de ganado menor y a unas 40 de vacuno.


Más extensa es la descripción que medio siglo más tarde, en 1846, hace el capitán de Artillería Francisco Alvear:

ALVEAR.-Memoria...1846.

DE PROVISIONES 

El ramo de provisiones ocupa unas magníficas bóvedas a prueba, situadas en la plaza de la Maestranza y bajada de las Peñuelas. Son en número de cuatro, separadas por muros de 5 pies de espesor, y abiertos en ellos buenos y cómodos arcos de comunicación. Se hallan secas y bien ventiladas con muy buenas luces; están a cubierto del fuego del campo. Sus dimensiones son 136 pies de largo, y 18 1/2 de ancho, cada una de las tres primeras, y 79 de largo y 18 1/2 ancho la cuarta, la primera queda dividida en dos, de 25 1/2 y 110 1/2 pies de largo. En ellas se custodia la harina, menestra y aceite, y como se ve tiene capacidad para contener víveres hasta para 3.000 hombres por cuatro meses. Todas están arrendadas al contratista de víveres, lo mismo que  las de Utensilios.

De Utensilios  

Situadas en el mismo punto y debajo de las dos últimas, con iguales dimensiones y condiciones se encuentran otras dos bóvedas, destinadas para ropas y utensilios. 

De vino, vinagre y leña
    Las espaciosas cuevas situadas en Florentina, frente al Almacén de Fortificación, y hasta lindar con los cuarteles subterráneos, construidas en roca natural debajo del terraplén, que desde el torreón de las Cabras sale hacia el Bonete, están destinadas para almacén de vino, vinagre, carbón y leña, pudiendo contener cómodamente hasta 30.000 arrobas de esta última, y de las otras lo que pida la espresada fuerza en los tres meses. Están ventiladas y tienen buena luz y dos comunicaciones espaciosas hacia la misma parte de los almacenes de fortificación. Se reduce a cuatro naves divididas por otras cuatro en dirección perpendicular para su comunicación, mas cuatro pequeñas cuevas que salen de ellas. Los términos medios de sus dimensiones son 90,55 1/2,120 y 122 pies de largo, y 14, 13, 12 1/2 y 10 pies de ancho, y las otras cuatro de comunicación, 36, 46,91 y 112 de largo y 14, 10, 9 1/2 y 12 de ancho.

    Como se ve observa, el vino, vinagre, carbón y leña si sitúan ya en las cuevas de Florentina, donde algunos seguirían hasta principios del siglo XX, cuando se levantan los almacenes de Intendencia del Zoco, tras la campaña de 1909.

    Una posterior descripción de los almacenes se haría repetitiva, pues apenas sufrieron alteración alguna hasta que, a fines del siglo XIX, se ejecuta la obra singular del teatro Alcántara y Casino Militar sobre  su estructura.


    Teatro Alcántara y Casino Militar, que sera la antigua Alta Comisaria

    Únicamente mencionaré lo que la Comisión llegada a Melilla en 1869 escribe a propósito de los almacenes en su memoria del año siguiente:
    La capacidad y condiciones de estos son excelentes bajo todos los conceptos, pudiendo asegurarse es esto lo único bueno que hay al presente en Melilla.

    domingo, 18 de octubre de 2009

    PABLO PARELLADA MOLES

    Pablo Parellada Moles, mas que por su condición de militar, hoy es conocido como autor de comedias, parodias, sainetes y poesías festivas,  que escribió bajo los seudónimos de Melitón González o Pancho y Mendrugo.

    Nació en Valls (Tarragona) el 13 de junio de 1855 y murió en Zaragoza en  1944

    Perteneciente al Cuerpo de Ingenieros militares, ingresó en el Ejército el 1 de diciembre de 1874.

    En 1882, con el empleo de capitán, se le asignó la elaboración de un trabajo sobre Colonización del campo exterior de Melilla, para lo cual se desplazó a ésta ciudad. El trabajo efectuado por Parellada no tuvo incidencia práctica porque la colonización agrícola siguió su proceso independiente de aquel, y tuvo vida efímera al revocarse la concesión en 1893.

    Su conocimiento de la ciudad se plasma en el artículo que, con motivo de la guerra de Margallo, y bajo el título La pesca del gallo en Melilla, publicó en la revista Blanco y Negro del 21 de octubre de 1893 y que reproduzco a continuación. 

    Fue autor de un libro de humor militar llamado Memorias de un sietemesino (se refiere a los oficiales que, con el fin de completar las plantillas en las unidades que participaban en la guerra carlista, salían de las academias con sólo siete meses de estudios), cuya lectura es muy recomendable.

    Todavía hoy suele escucharse la última estrofa de la que fue su poesía festiva más popular, La razón oficial, aunque quien la utiliza ignora frecuentemente su origen.


             En Cuestion de criterio
             Huelga toda discusión:
             Siempre tiene la razón
             El que está en el Ministerio


    LA PESCA DEL GALLO EN MELILLA

    La plaza de Melilla es puramente militar, su población está compuesta casi en su totalidad de los cuerpos de la guarnición, el presidio, algunos hebreos comerciantes y un corto número de españoles paisanos.
    El gobernador militar hace de alcalde; el comandante de Ingenieros, de arquitecto municipal; el médico del hospital militar, de médico municipal; concejales lo son por derecho propio todos los jefes de cuerpo de la guarnición y un representante del comercio.
    En honor á  la verdad, la cosa marcha como una seda, y bien pudieran muchas poblaciones de la Península tomar como modelo para la suya la administración de aquel ayuntamiento, que más parece consejo de guerra  que concejo administrativo.
    El orden público está encomendado á los de la Partida.
    Prestan sus servicios en la Partida soldados del regimiento de infantería que por turno está allí de guarnición, y algunos presidiarios de confianza. A los primeros están encomendados los cargos de municipales y serenos, y no usan más distintivo que un galón de algodón blanco sobre una manga de su uniforme. Los segundos cuidan de vigilar el campo; obligan á los moros á no salirse de las veredas y senderos y á que depositen las armas en un puesto avanzado de la Partida antes de entrar en la plaza.
    Estos guardias rurales llevan para su defensa escopeta, faca y un perro con aspecto de lobo.
    Los tales perros han llegado á tener cierta notoriedad, y raro será el oficial á quien le haya tocado prestar allí sus servicios por algún tiempo que no recuerde á los célebres perros de la Partida.
    El perro de la Partida se acuesta tranquilo lejos de los muros de Melilla, á la sombra de una chumbera, y duerme descuidado, bien seguro de que no ha de molestarle ningún rifeño.
    Si un moro asoma en lontananza, el perro advierte á su amo con elocuentes ladridos. La sorpresa es imposible. Y vamos ya con lo que motiva el epígrafe del presente artículo.
    En aquellos mares, donde dicen que en otro tiempo se pescaron perlas y corales, no ha faltado quien en época no tan remota ha pescado aves de corral, convertidas en marítimas por el ingenio y travesura de algún pistolo guasón.



    Los moros surten á la plaza de aves de corral, huevos, caza, manteca, miel y otros víveres, cuando no andamos con ellos a tiro limpio; pero les está terminantemente prohibido entrar animal alguno muerto ó enfermo. 

    Los soldados de la Partida investidos del cargo de municipales son los encargados de hacer cumplir ésta y otras órdenes.
    Un gatera con galón blanco buscó á dos camaradas de su confianza una mañana seguidamente al toque de diana.
    —¿Queréis que esta tarde nos comamos un gallo en pepitoria? les preguntó.
    —¿Mos vas á conviar?
    —¿Ta tocao la lotería, ú tan enviao guita de tu pueblo?
    —¡Quiá! Estoy más peleo que un plato; pero si me ayudáis, esta tarde tenemos la gran merienda. Tú, Rodríguez, te vas á estar paseando por el andén que hay entre el mar y el muro equis, desde el cuerpo de guardia á la Marina, y mucha pupila en el agua, que por allí suele haber gallos nadando; si ves alguno, lo agarras, y al avío. Tú, Sánchez, estarás hoy en la entrada del mercado; fíjate bien en los gallos que llevan los moros; he tenido noticia de que piensan pasar uno muy grande y muy hermoso medio muerto de asma. Ya sabes tu obligación; agarras el gallo, y á la mar con él.
    El soldado que así se expresaba colocóse á la hora convenida á  medio kilómetro de la plaza, sobre el camino que á ella conduce; Sánchez en la puerta del mercado, y Rodríguez de vigía, paseando junto al muro equis y esperando asomara el delfín con cresta y espolones.
    —A ver, tú, morito, ¿qué llevas ahí? preguntó el soldado de avanzada á un rifeño que marchaba en dirección á la plaza.
    —Llevar farruco (gallo).
    Farruco estar enfermo, replicó el de la Partida. Y esto diciendo, tomó el gallo como para examinarle, cual doctísimo profesor veterinario.
    —¡Por Dios grande! exclamaba el moro, farruco estar bueno; tú estar tontón de toda la cabeza tuyo.
    —Mira, mira qué ojos tan tristes; mira, fíjate en esa cresta.
    Cuando el gallo volvió á manos del moro, tenía, en efecto, todo el aspecto de un enfermo; la cabeza caída, los ojos medio entornados, el pico abierto y las alas sin plegar.
    En la puerta de la plaza esperaba Sánchez.
    —Este farruco estar muriendo; hay que tirarlo al mar.
    Así se hizo. El pobre farruco, desde que estuvo en manos del primer soldado de la Partida, hasta los muros de Melilla, había entregado su alma á Mahoma.




     Rodríguez no se impacientaba, por más que ya llevaba una hora de paseo en el muro equis. Tenía fe ciega en su camarada, y no apartaba su vista de las orillas.
    El oleaje, encargado de ir empujando hacia la orilla á cuantos cuerpos flotantes caen en el mar, puso á la vista y alcance de Rodríguez el magnífico farruco de la historia del cuento.





    Cuando por la tarde fue desplumado, la piel del animalito presentaba junto á  las entrañas las huellas de cinco dedos duros como el acero.

    MELITÓN GONZÁLEZ
    (Dibujos del mismo)

    viernes, 16 de octubre de 2009

    LA ADUANA IMPERIAL MARROQUI DE MELILLA

    Una vez ratificado por España el Tratado de paz con Marruecos el 26 de Abril de 1860 y declarada la ciudad de Melilla puerto franco el 18 de mayo de 1863, Marruecos como consecuencia se vió cada vez más integrado en el sistema económico mundial, reorganizando su sistema fiscal alrededor de Melilla durante el siglo XIX debido al aumento en el intercambio comercial con los mercaderes europeos que pedían unos métodos de contabilidad más sofisticados que los toscos del Majzén, creándose un grupo especial de oficiales de aduana, los umana (plural de amin = agente, administrador) para revisar la valoración y recaudación de los derechos de aduana. Más tarde a los oficiales de aduana se les pagó un salario para evitar la corrupción y de esta forma el sistema aduanero funcionó con un cierto grado de efectividad, comenzando así la presencia de la aduana marroquí en Melilla. la expansión comercial de la plaza era tan pujante que Melilla acaparaba todo el comercio desde el Tafilalt, a través del largo y ancho valle del Muluya y su cuenca hidrográfica, del Garet y de la mayor parte del Rif. Para ello invocaba las disposiciones del artículo VI del convenio hispanomarroquí para el establecimiento de una Aduana Imperial en la frontera de Melilla, firmado en Fez el 31 de julio de 1866.



    Melilla Siglo XIX



     CONTI.-Proyecto...1839.P.8
    (Conti, hijo del que fue gobernador de la plaza, aboga por un  tratado de comercio con Marruecos)
    La Aduana Imperial pudiera establecerse en el centro de la última línea o límite español, sobre el camino que desde Santiago va a la feria. Esto facilitaría al Emperador el cobro de sus derechos y a la plaza la defensa de un fuerte, no consintiendo que se practicase otra carretera

    MERRY
    .-Mi embajada...1894.P.69-70
    (Entrevista con el Sultán en 1863, con el fin desarrollar los intereses comunes de España y Marruecos)
    Añadí que el primer objeto se conseguiría haciendo cesar la incomunicación comercial entre el territorio español y el territorio marroquí por la parte de Ceuta y Melilla; que estableciendo una Aduana marroquí en el lugar más conveniente para evitar el fraude, España y Marruecos conseguirían ventajas; España, porque recibiendo la mitad de los productos de dichas aduanas, cobraría mayor cantidad anual; Marruecos, porque haría producir indirectamente a Ceuta y Melilla, como puertos propios; que si S. M. reconociese, como esperaba, las venta­jas de esta indicación, podría designar una persona de su confianza que, de acuerdo conmigo, señale el sitio para el establecimiento de dicha aduana marro­quí. Insistí en que, además de las dos ventajas indi­cadas, había otras para S. M. el Sultán ; á saber: 1.a Que se evitaría todo fraude por Ceuta y Melilla, que son puertos francos españoles, y en los cuales pueden, por tanto, entrar todo género de mercancías, cualquiera que sea su procedencia. 2.a Que aumen­tando por el comercio legal la riqueza del Riff, lo sujetaría S. M. más fácilmente, pues sabido es que las provincias ricas que tienen mucho que perder son las que con menos trabajo se dominan.
    (En la misma audiencia se trató de la cuestión de los marroquíes que vivían dentro de los límites de Melilla)

    El 31 de julio de 1866 se firma un tratado en Fes creando la Aduana de Melilla, que facilitara  la importación y exportación de todos los artículos que entraban y salían  por las demás aduanas del imperio.
    Era el único punto habilitado para el comercio desde de la Aduana de Río Martín (Tetuán) hasta la frontera de Argelia.
    El tratado incluía la sorprendente condición de prohibirse la entrada de los cristianos en territorio de Marruecos, fundamentalmente porque el Majzen no podía garantizar su protección.
     

    (Para el texto completo del convenio, ver ISIDRO DE LAS CAGIGAS.- Tratados y convenios referentes a Marruecos.1952. P. 75-76)

    El 31 de agosto siguiente se autorizó la exportación de 1.000 bueyes, abonando cinco duros por derechos por cada uno. Esta exportación de ganado terminó en 1882 aun cuando se autorizó la salida de ganado para el consumo de la plaza, pagando el mismo impuesto.

    Por R.O. del 30 de octubre de 1866, y ante la imposibilidad de establecer la Aduana en el Campo, por su inseguridad,  se autorizó su instalación dentro de las murallas de Melilla. Contribuyó a ello un incidente ocurrido entre marzo y mayo de 1864, en el que  se había prohibido por el bajá la entrada de ganado y granos en Melilla, debido al abuso en la exportación con perjuicio del Sultán. En un informe posterior se afirmaba que no se había dado tal abuso.
    Creo que el establecimiento de la Aduana marroquí, no solo dentro del territorio de soberanía de Melilla, sino incluso dentro del recinto amurallado, debió constituir un caso raro, sino único, en la historia mundial de las aduanas.

    El 15 de julio de 1867 comenzó a funcionar la Aduana, colocada a 50 metros de una puerta abierta en las inmediaciones de la puerta de Santa Bárbara, en la cortina que la unía con San Miguel.
    La aduana se estableció por vía de ensayo por un plazo de tres años, pero no habiendo sido denunciado el tratado dentro de este plazo, por ninguna de las partes, permaneció abierta con carácter indefinido.

    MORALES.- Datos… P. 251-257
    El 31 de Julio de 1866 se firmó en Fez un tratado estable­ciendo la creación de una aduana en la frontera de Melilla para La exportación e importación de todos los artículos que se pue­dan exportar é importar por las demás aduanas del Imperio, y nos es muy grato consignar un sincero elogio para D. Francis­ca Merry, que concluyó un convenio que puso feliz término á las querellas reseñadas en las páginas precedentes.
    Plácemes entusiastas merece la gestión de nuestro Ministro en este asunto, en el que sentimos encontrar un lunar: nos refe­rimos al artículo 6.º, que prohíbe la entrada de los habitantes de Melilla en el Rif, cláusula que nos coloca en estado de infe­rioridad moral con los fronterizos, que ven cómo su territorio es escrupulosamente respetado por nosotros, que no nos atreve­mos á poner un pié en él sin su autorización, en tanto que ellos entran libremente cuando les place en el nuestro, cláusula que supone un verdadero retroceso, pues en ninguno de los ante­riores tratados existe tal prohibición, que ha sido una de las causas principales de nuestra escasa influencia en el Rif, por­que, ¿cómo había de arriesgarse ningún español á penetrar en el territorio fronterizo y llevar á él sus actividades é iniciati­vas, si el solo hecho de pasar los límites le hacía reo de un ac­to punible y le privaba de la protección oficial de España? ¿Có­mo hemos de ejercer influencia en un territorio que nos está vedado pisar? No era el Sultán, según afirmaba Merry, respon­sable de los actos de sus súbditos? ¿Porqué, entonces, aceptar una excepción que no habían pretendido jamás los anteriores Sultanes y que había de constituir y constituyó barrera infran­queable é ignominiosa?
    Merece, además, citarse que el artículo 6.° prohíbe á los habitantes de Melilla  penetrar en el Rif; pero nada dice de los de las otras plazas, que en rigor y conforme á la letra de los tra­tados, pueden desembarcar en las playas vecinas.
    Con arreglo al artículo 1.° del convenio, en el plazo de cuarenta días, desde la fecha del mismo, debía comenzar á funcionar la aduana, y, aunque no se cumplió esta condición, no fue por culpa del Gobierno marroquí.
    La creación de la aduana no fue del agracio del Bajá ni de los Cabos de cábila, que veían desaparecer uno de los recursos con que se enriquecían á costa de los rifeños, cual era las mul­tas que caprichosamente imponían á todos que  traían mercancías á la plaza  sin su permiso y los derechos que  cobraban por autorizarlo, y esa hostilidad fue uno de los motivos que obligó a los administradores á solicitar á principios de septiembre que se les permitiese instalarse dentro de las murallas de Melilla, á  lo que se negó el Gobernador porque sólo tenía órdenes de fa­cilitarles casa mientras se construyera la destinada á ese objeto en la frontera; el Bajá envió el 16 diez moros de rey armados para cobrar los derechos en nuestro campo; pero Benavides les obligó á retirarse, diciéndoles que podían cobrarlos en el suyo, mas no en el nuestro, porque no. tenía instrucciones para ello de nuestro Gobierno, de lo que se mostró sentido El Abbes, manifestando que se quejaría al Sultán, de quien había recibi­do orden de que comenzase á funcionar la aduana el 10 de Sep­tiembre; pero el Majzen estaba persuadido-de la imposibilidad de establecer la aduana en su campo, y como consecuencia de sus gestiones, se dictó la R. O. de 30 de Octubre, (1) que au­torizó su instalación dentro de los muros de Melilla.

    La R. O. de 30 de Octubre de 1866 ya citada, se recibió en Melilla el 15 de Noviembre y el 11, cansados de esperar, habían marchado á Tánger los administradores marroquíes, originán­dose de aquí un retraso de ocho meses en la implantación de una mejora de la que fundadamente se prometía Merry gran­des beneficios para España.
    Después de mil dilaciones llegaron el 7 de Mayo el Bajá El Abbes y uno de los administradores; pero el otro no lo hizo hasta el 15 de julio y ese mismo día comenzó á funcionar la aduana, colocada á unos 50 metros de una puerta que se abrió inmediata a la torré de Santa Bárbara, en la cortina que la une con san Miguel.
    Los fronterizos acogieron con recelo la instalación de la  aduana cuyas ventajas no comprendían, viendo tan sólo un  tributo que se resistía á su natural independiente y un aumen­to de precio para los artículos de consumo que originó por lo pronto menor demanda de ellos y como además carecían de autoridad que los dirigiese, pues El Abbes, mal acogido á su regreso, tuvo que marcharse, acordaron retraerse hasta que viniese el nuevo Bajá y les asegurase que efectivamente estaba puesta por voluntad del Emperador; llegó aquel, el Arbi Ben  Mohammed á fines de Agosto, y poco á poco fue convencien­do á los fronterizos de los beneficios que la aduana les repor­taría.
    No tardaron en sentirlos. Los disturbios y las malas co­sechas habían sumido á los cabileños en la miseria más es­pantosa; muchos de ellos determinaron emplear sus últimos recursos en la adquisición de cebada, que, corno es sabido, constituye hecha harina la base de su alimentación y  algunos comerciantes de la plaza trajeron asimismo grandes cantidades de dicho grano; pero ni unos ni otros contaron con el régi­men aduanero del Imperio, que impedía la importación de granos en aquella fecha y preciso fue que Salcedo recurriese á Merry y que éste á su vez emplease toda su energía, aseguran­do á Mohammed Bamsh que España no podía consentir que los fronterizos murieran de hambre siendo tan fácil el remedio y que si en el acto no ordenaba á los administradores que permitiesen la entrada del trigo, harina, cebada, etc., daría él orden á Salcedo para que emplease los medios materiales y morales de que disponía para lograrlo; Bargash dió la orden, y los fronterizos comieron.

    Bien porque al Sultán le molestase la presión ejercida en este asunto, bien porque efectivamente los ingresos de la aduana fueran escasos (2), el 14 de Abril recibieron orden los administradores de cerrarla, pero Salcedo se negó á consentirlo, ha­ciéndoles ver que no era potestativo en el Sultán violar el tratado con España y dio cuenta á Merry, que aprobó su conducta y obtuvo la revocación de la orden.
    El 6 de Octubre se tuvo noticia en Melilla de la revolución que en pocos días había derribado la secular monarquía espa­ñola y aquel mismo día una comisión de la guarnición y del vecindario solicitó del Gobernador que se cerrara la aduana, fundándose en que en España había desaparecido el impuesto de consumos. Hízoles observar Salcedo que el caso era muy distinto y que sin permiso del Gobierno, al que consultaría, no podía resolver nada, con lo que pareció que se convencieron; pero durante la conferencia, otros paisanos, conducidos ó por lo menos incitados, según parece, por el Vicario, se diri­gieron á la aduana, inutilizando las pesas y tratando de violen­tar la barraca de madera donde estaba instalada, sin que por parte de la guardia inmediata se tornara medida alguna para cortar el alboroto: con esto y con ahuyentar á los moros de rey que estaban en las inmediaciones, quedó de hecho cerrada la aduana, sin que Salcedo se atreviera á abrirla de nuevo.
    Los administradores no estaban en la aduana, que no se había abierto aun aquel día, y no hubo por lo tanto violencia alguna para las personas; pero el Gobierno del Sultán no qui­so desperdiciar la ocasión de reclamar alguna vez con justicia y dio proporciones exageradas al atropello, suponiendo que había resultado herido un moro y el día 25 había ya pasado tres notas á nuestro Ministro, manifestando en la, última que, considerando violado el pacto de 31 de Julio de 1865 había dado orden á los administradores para que abandonaran á Melilla.
    El Gobierno español, al recibir el 17 e1 telegrama de Me­rry trasladando la primera queja de Bargash, ordenó la forma­ción de sumaria para depurar los hechos y la reposición de la aduana, medida que ejecutó Salcedo el 25, contando, justo es decirlo, con la buena voluntad de los administradores: dióse por satisfecho el Sultán al ver la lealtad y buena fe de España y terminó así aquel incidente.
    Bueno es hacer constar que según Bargash, la orden para la retirada de los administradores fue del propio Sultán: en 19 días tuvo éste, por lo tanto, tiempo de enterarse en Fez de lo ocurrido en Melilla el 6, reclamar dos veces y dar órdenes co­nocidas en Tánger dentro del mencionado plazo. No procedía ciertamente con tanta actividad cuando las reclamaciones par­tían de España.


    (1) Dice así:
    Excmo. Sr.: El establecimiento de relaciones comerciales directas entre Melilla y el Rif, consecuencia del pacto internacional celebrado   últimamente con el Gobierno del Sultán por el Representante de S. M. en Marruecos; y del cual tengo la honra de remitirá V. E. la adjunta copia, inaugura una situación nueva que puede producir grandes ventajas politices y materiales para nuestros intereses en aquel Imperio.
    A. la ilustración de V. E. no se ocultará seguramente la influencia que en semejante resultado han de ejercer forzosamente las disposicio­nes que en determinados casos y circunstancias juzgue oportuno adop­tar el Gobierno y las autoridades de Melilla. En este concepto consi­dero un deber por mi parte, someter á la consideración do V. E. algu­nas observaciones respecto á la conducta que el referido Gobernador deberá observar en vista de las nuevas circunstancias creadas por el establecimiento de la Aduana marroquí, objeto del reciente convenio, en las inmediaciones de la plaza española.
    Ante todo, la autoridad militar deberá encargar á todos los funcio­narios dependientes de su mando, que procedan siempre respecto de los árabes con la mayor rectitud y la más severa imparcialidad. Con esto, y con mantener enérgicamente nuestros derechos y la inviolabilidad de nuestro territorio, se producirá entre las cábilas la impresión deseada en bien del prestigio de nuestro pabellón y de nuestra influen­cia en el Rif. Para administrar, justicia conforme á lo establecido en el art. 79 del convenio, en las cuestiones y litigios de marroquíes contra españoles, sería en extremo conveniente que el Brigadier Gobernador de Melilla designase á uno de los Jefes de la guarnición de acendrada probidad y de firmeza reconocida. Los árabes no están acostumbrados á emplear escritos en sus pleitos; por esta causa sería muy oportuno que al Jefe que se designe como Juez de moros, se le encargue que resuel­va de plano las cuestiones, después de oír atentamente á las partes, de escuchar á los testigos y de examinar los documentos ó contratos es­critos que presenten los litigantes. Importa mucho que se proceda así, tanto por los beneficios que de ello reportará el comercio español, co­mo porque cualquier retraso que observen los naturales de aquel país  en la resolución de la causa que representen, será considerado como una negativa de administrarles justicia. Claro que estas disposiciones no pueden hacerse extensivas á los casos de muertes ó heridas graves en los cuales no es posible negar a los súbditos españoles acusados, todos los medios de defensa que la ley les concede: pero convendría mucho aplicar aquel procedimiento en todas las disensiones sobre asuntos de comercio y en las faltas ó delitos leves.
    Pudiera suceder que el Gobierno marroquí mostrase el deseo de es­tablecer la nueva aduana dentro del territorio español. A ello quizás lo impulse el temor que tiene á las cábilas del Rif, y el afán natural de buscar amparo y seguridad para las personas de los empleados, y para los caudales y mercancías que allí se depositen.
    No habría inconveniente alguno en acceder á esto, si así lo pidieran los comisarios marroquíes al Gobernador de Melilla; pero al conceder­les la autorización solicitada, deberá efectuarlo con las restricciones siguientes:
    1.ª. Que los marroquíes no fabriquen edilicio alguno sin la autori­zación previa y expresa del Gobernador de la fortaleza española y des­pués de oído el dictamen del Jefe de Ingenieros. Esta restricción debe aplicarse también en el caso de situarse la. aduana en la frontera y así lo ha hecho presente al Gobierno del Sultán el representante fundándose en que más allá de los límites jurisdiccionales de España está el campo neutral en el cual los marroquíes no tienen derecho a edificar.
    2.ª Que aun situándose la Aduana en tierra de España, se aplique á los marroquíes y españoles que á ella concurran lo dispuesto respec­to á la jurisdicción en el art. 7.° del convenio. Es indudable que hallándose dicha Aduana en nuestro territorio, la autoridad española es la única competente para juzgar todas las cuestiones que se susciten y  todos los delitos que allí so cometan; pero como esto nos obligaría á castigar por nuestra mano a los marroquíes resultarían odiosidades  y rencores que  por lo menos al .principio  es conveniente evitar.
    3.a Que la Aduana se ha  de establecer precisamente tierra adentro,  lejos de la orilla del mar y sobre todo de la ensenada de Melilla, á fin de que no puedan los  marroquíes  pretender en adelante cargar buques y embarcar .efectos directamente desde dicha Aduana. Esta debe ser siempre una Aduana interior, cuyo punto de salida sea el puerto espa­ñol de Melilla. Considero absolutamente indispensable que se prohíba a todo extranjero adquirir .propiedades en la ciudad de Melilla y en el territorio español adyacente. Así se practica en Gibraltar y la pruden­cia aconseja, que en Melilla siga España este ejemplo.
    Tales son las observaciones que he creído oportuno manifestar á V. E. á fin de que si las considera acertadas, sirvan de base á las ins­trucciones generales, que para la ejecución del convenio últimamente pactado, ruego á V. E. se sirva disponer sean comunicadas con la bre­vedad posible por el Ministerio de su digno cargo al Brigadier Gober­nador de la plaza de Melilla.
    Y S. M. enterada, se ha servido disponer que para la ejecución del convenio de que se trata y del cual es adjunta copia, se observe cuan­to expresa el Ministerio de Estado en el anterior inserto, con las modi­ficaciones siguientes:
    1,a Que para administrar justicia, conforme á lo establecido en el art. 7.° del referido convenio, en las cuestiones y litigios entre marro­quíes y españoles, se destinará á Melilla un fiscal de tercera clase del  Cuerpo Jurídico Militar, como asesor del Gobernador de la Plaza,  no sólo en los asuntos de la Aduana, sino en todos los demás que puedan ocurrir.
    2 ª Que se autorice la construcción de la Aduana en donde solicite  el Emperador de Marruecos, aunque sea dentro de la Plaza.
    3ª Que respecto á las construcciones de edilicios que con esto mo­tivo hayan de verificarse, lo mismo dentro de la plaza y sus zonas, que en el campo fronterizo, deberán observarse las disposiciones establecidas y vigentes sobre el particular, formándose en consecuencia expe­diente en que consten las obras que se quieran realizar y los informes del Gobernador y Comandante de Ingenieros, expediente que el Capi­tán General del distrito ha de dirigir á resolución do S. M. Todo sin perjuicio de que para las obras de que se trata, según sus condiciones de situación y edificación, se tengan presentes las excepciones que aquellas disposiciones establecen para las de utilidad pública é interés general.—De la propia real orden, etc:

     (2) Cada uno de los administradores tenía 24.000 reales de sueldo, 10.000 el escribano y así los demás empleados; estos sueldos eran muy superiores á los normales en Marruecos, por la dificultad de encontrar quien quisiera servirlos; ¡tal era la fama de los rifeños!

    Según la historiadora  Naïma Haraj Touzani,  solo el Amin de  Mellilia tenía el título oficial de Amin de Aduanas

    MEMORIA DE LA COMISION... (7-12-1870) .P.35-40
    INCONVENIENTES DE LA ADUANA MARROQUÍ ESTABLECIDA EN MELILLA Y NECESIDAD DE SUPRIMIRLA
    .
    Por vía de ensayo y durante un plazo de tres años, se estableció dicha Aduana en 16 de julio de 1867.
    Desde entonces y hasta la fecha que se halló a punto de expirar el mencionado plazo, no solo no ha ofrecido las ventajas en pro del desarrollo del comercio de la localidad que quizás pudieron imaginarse al crearla, sino que es que, muy al contrario, aquel ha disminuido notablemente, y la aduana ha soportado perjuicios a la población de Melilla y a los moros fronterizos, que desde un principio la recibieron con gran disgusto.
    Recargados en el arancel con derechos crecidos los pocos artículos de primera necesidad que importaban los bereberes a la plaza, estos, como es consiguiente dada su natural codicia, elevaron desde luego en otro tanto los precios de venta de aquellos, ganosos  de no sufrir el menor perjuicio en sus intereses.
    De escasos recursos  en general, el vecindario de Melilla, como atenido en su mayoría a cortos sueldos y pensiones del Estado, no pudo soportar esa subida de precios, y forzosamente redujo la satisfacción de sus ya limitadas necesidades con perjuicio de su bien estar.
    Como consecuencia inmediata de la falta de demanda, no bajaron los precios de los artículos en el mercado, cual fuera lo natural y lo que se desprende de la ley general de las transacciones entre pueblos civilizados, sino que disminuyó la importación hasta el punto de escasear muchos géneros antes ofrecidos con abundancia. Ejemplo palmario de ello, entre otros, es lo que acontece con la carne de vaca. Hasta el establecimiento de la Aduana nunca se careció de aquella en Melilla, excepción hecha de las temporadas de hostilidades abiertas, a un precio muy módico asequible para la mayoría del vecindario. Desde la creación de la Aduana, cada día ha escaseado más dicho artículo, y de algún tiempo a esta parte falta con gran frecuencia, y cuando esto no ocurre tiene un valor insoportable para la clase menos acomodada de la población que es, como queda dicho, la más numerosa.
    A su vez, y por la misma causa, la exportación por los moros se ha reducido también mucho,  y aunque han apelado algún tanto al contrabando que libremente puede ejercer por no existir quien lo reprima; es lo cierto que también la plaza sufre por este concepto viendo languidecer rápidamente un reducido comercio, y aquellos que todos miran con gran disgusto la Aduana.
    Tanto es así, que los empleados marroquíes de la misma , huyendo del furor de sus correligionarios , fueron poco a poco acercándose a la plaza para ponerse bajo la protección de ésta, y desde los límites , a donde se estableció y debía seguir la Aduana, según los tratados, ha llegado a encontrarse, como sucede en la actualidad, dentro de los muros de Melilla, dándose el espectáculo, por demás extraño y no visto, de tener aquella el enemigo dentro de la plaza que bloquea, lo cual habla bien alto en pro de la satisfacción que causa a los Riffeños esa traba impuesta a su exiguo comercio.
    En resumen, la Aduana Marroquí perjudica a los moradores de Melilla ; en primer lugar , por la disminución en el mercado de los artículos de primera necesidad; en segundo, por la elevación de precios de los que quedan, y como los moros han reducido la exportación , resulta en buenos términos que dichos moradores son casi los que sostienen las utilidades que puede sacar de esta  Aduana el Gobierno del Emperador de Marruecos, y claman con justo motivo por la supresión de tan gravosa como poco honorífica carga , así como porque cesen tales  perjuicios.
    No ha podido la Comisión apreciar con exactitud cuales sean esas utilidades, por coincidir con su llegada a Melilla la presentación de nuevos Administradores de la  Aduana  y ser práctica en el sistema administrativo de Marruecos llevarse aquellos los libros de asientos y contabilidad cuando son relevados, a fin de presentarlos como comprobantes en la rendición de sus cuentas, pero por las noticias recogidas y los mismos asertos de los citados nuevos Administradores, puede tenerse la seguridad de que la Aduana no rinde más que lo necesario para sufragar los gastos que reporta, y consisten en el sueldo de dos administradores, 2.400 escudos anuales cada uno, superior al que disfrutan todos los demás de igual cargo del Imperio Marroquí , por la dificultad de encontrar el Gobierno quien quiera ocupar estos destinos en Melilla; 1.000 escudos a un escribano, 706 escudos a 14 moros de Rey que custodian la Aduana.
    Algo se remediarían los daños que esta origina con la rebaja del arancel siempre que esta rebaja fuese de alguna consideración, mas prescindiendo de que tal no se aceptaría por el Gobierno de Marruecos, dado lo antes expuesto acerca de las utilidades que obtiene de aquella, es evidente que cualesquiera derechos sean mayores o menores, en las condiciones de carácter de los importadores , han de gravitar íntegros sobre la población de Melilla, que en su compensación no obtiene ventaja alguna de la Aduana Marroquí.
    Parece, pues, quedar demostrado que esta, en los tres años próximos que lleva de establecida por vía de ensayo, no ha sido más que origen de perjuicios  para la plaza de Melilla, y en su consecuencia, la Comisión, considerando urgentísimo se suprima , y atendiendo a la proximidad de la fecha en que se cumple el plazo de dicho ensayo, estimó prudente anticipar esta su opinión al Gobierno de S.A. el Regente del Reyno, a fin de que no se viera el lamentable caso de expirar aquel y renovarse el tratado a favor de la continuación de la Aduana , que no sería extraño desease también ver suprimida el Gobierno marroquí.
    Una vez suprimida la Aduana, las relaciones comerciales con los Bereberes volverán a tomar algún incremento y se habrá conseguido no poco en pro de los intereses de Melilla. Desear más al presente parece a la Comisión imposible, pues la soñada esperanza de constituir a la plaza en un punto de depósito de salida de las producciones de Marruecos no es realizable hoy por ningún medio. Allá en lo futuro , en que sea respetada por los moros, el día que la Colonia llegue a un estado próspero y cuente entre sus habitantes con especuladores de buena fe, sin necesidad de poner trabas al comercio, aquella esperanza se realizará , y los productos del Riff y de Garet llegarán a España, a pesar de cuantas prohibiciones acerca de la exportación libre quiera hacer el Sultán a sus súbditos de esas provincias , porque estos conocen bien el mejor modo de eludir las órdenes de su Soberano y sobreponerse  a todos los tratados y a los trabajos , de la diplomacia.
    En medio de esa libertad de comercio hay, sin embargo, una traba que imponer  ahora y siempre, en concepto de la Comisión. Uno de los artículos que exportan los moros de Melilla, y no en pequeña cantidad, es el salitre, que emplean en la fabricación de la pólvora de que se valen para hostilizarnos. Parece anómalo, y de seguro es a todas luces inconveniente, que al enemigo, y tan encarnizado como lo es el moro, se le faciliten los medios de hacer eficaz su acción ofensiva, y bajo tal punto de vista cree la Comisión que debe , no ya dificultarse el comercio del salitre, que por la aplicación a que los destinan los Bereberes puede considerarse como artículo de guerra, sino recargar con crecidos derechos su introducción en la plaza y prohibir su exportación , impidiendo abiertamente la saquen aquellos de la misma.

     SUBINSPECTOR DE INGENIEROS. Informe.... (31-1-1872
    Las apreciaciones hechas acerca de los  inconvenientes de la Aduana marroquí establecida en Melilla, son sin duda muy exactas, y en particular creo incuestionable que no debe existir dentro de los muros de la plaza. Aquel imperio, fuera del territorio español, podrá situar  los establecimientos que con arreglo a sus leyes hayan de recaudar las rentas de su Estado, pero admitirse dentro de nuestra plaza, creando así trabas para que concurran los rifeños a abastecerla, no parece conveniente y puede dar lugar a cuestiones que debieran evitarse.

    En el Congreso de Geografía Colonial y Mercantil, de noviembre de 1883, entre las conclusiones de la primera sesión se insiste en la urgencia de denunciar el tratado para el establecimiento de la aduana de Melilla, con el objeto de evitar su existencia dentro del territorio español

    MITIN DEL TEATRO DE LA ALHAMBRA (30-3-1884)
    Joaquín Costa: "...habría convenido al desarrollo de nuestro comercio en Melilla y a la realización de empresas políticas sobre el Rif, entonces posibles, no permitir al Sultán intervención alguna en la importación y exportación por aquel puerto, y sin embargo le hemos admitido, no en el campo exterior, sino dentro de la plaza, una aduana que le produce muy buenos rendimientos y que, además, le sirve de reconocimiento implícito de su soberanía sobre el Rif, de hecho independiente..."

    P.54.Palabras del señor Azcárate:
    Me diréis que en cambio en Melilla sí la hay, pero más valdría que no la hubiera. En primer lugar, porque la aduana marroquí está en territorio español, no obstante que la Real Orden que autorizó su creación, determinaba que se estableciese en las inmediaciones de nuestro territorio, pero no dentro de él, lo cual es una cosa intolerable y contra la cual protestan todos los españoles que allí van; pero aunque no la hubiera en Melilla, no se habría impedido el tráfico con los rifeños, porque estos son un poco levantiscos y, con aduana y sin ella, hubieran hecho el comercio, y claro está que España no tiene el deber de vigilar por los intereses del Sultán. es decir, señores, que en Ceuta, donde por ser otras las circunstancias hace falta la aduana, no la hay, y en Melilla, que nada importaría que no la hubiese, existe, y precisamente dentro de nuestra propia casa.
    P. 84.Conclusiones que se remiten a las Cortes:
    5ª Cumplir en su tenor literal el artº 1º del tratado de 31-7-1886 (debe decir 1866),- según el cual, habría de establecer el Sultán una aduana en la frontera de la plaza de Melilla-, a fin de que deje de hallarse instalada esa aduana en territorio español.

    El 8-6-1884, la Sociedad Española de Africanistas y Colonistas insistía en que había que obligar al Sultán a llevar la Aduana a la frontera de Melilla.

     REVISTA DE GEOGRAFÍA COMERCIAL .D. 31-3-1886.
    (Joaquín Costa)
    ...¿Ni como podemos sostener que el Rif es independiente y por tanto, que Francia, que Alemania, que cualquier otra potencia puede apoderarse de él, cuando hace pocos meses obligábamos al Gobierno de Fez a castigar el atropello cometido por los moros en la bahía de Alhucemas; cuando en estos mismos instantes, y por virtud de un tratado solemne, tiene el Sultán una aduana en Melilla?...

     DUVEYRIER.-De Tlemsen.a Melilla en 1886.1893.P.260-261
    Administran este país los cadíes, y además los umenas o intendentes, cuyas funciones, de un orden distinto, se reducen a la administración de los intereses particulares del Sultán, y a la expedición de los negocios exteriores de la tribu, así es que las cartas de recomendación que me había dado el excelente ministro marroquí Sidi Mohamed Torres para los Guelayas, iban dirigidas, no a los cadís, sino al amin el Umena (o intendente de los intendentes) Sidi Mohamed el Aseri, residente en Yenada, no lejos del cadí Embareck de los Guelayas Mazudyas.
    (Sid Mohamed el Aseri era el administrador de la aduana y el auténtico bajá. Falleció en noviembre de 1886.ver Morales. P.287 y 291)

     ROJAS GODOY .R. G. C. D. 30-4-1887.
    Aun no hace muchos años llegaban importantes caravanas a cargar a Melilla géneros de Europa, sobre todo tejidos de algodón, pero la autorización torpísima y antipatriótica de una aduana marroquí dentro de la plaza y la consigna verdaderamente incomprensible de que nuestros centinelas auxilien a los implacables recaudadores moros, ha dado por resultado que las caravanas varíen de rumbo y se dirijan a Nemours, en la costa de Argelia, cerca de Chafarinas. Y hay más: que el jefe de dicha Aduana, conocido en Melilla por el Jalifa, residente allí por más de 20 años, ha venido trabajando lo indecible por evitar todo trato de los moros con los españoles, sirviendo de eficaz auxiliar a estos propósitos la propia aduana.
    Que desaparezca ese inmenso estorbo; que se estimule a nuestros navieros y fabricantes; que se observe una prudente tolerancia con la colonia hebrea, que ha llevado allí los capitales, y se habrá prestado un servicio de importancia a nuestro país.
    (Rojas Godoy era interventor del Puerto Franco desde 1869)

    En 1889 se pagaban 25 pesetas por cabeza de ganado que entraba en la plaza, gravamen por haber asesinado los fronterizos  a Francisco López Domínguez en 1869; de esta forma pagaban la indemnización a la familia.

     PEZZI.-Los presidios menores...1893.P.144-145  (en 1891)
    Si difícil es averiguar cómo puede sostenerse el tráfico sin consentir la libertad necesaria para que los negociantes y sus productos atraviesen las regiones comerciales, más difícil parece aún explicar cómo puede influir favorablemente el establecimiento de una aduana en el fomento de las relaciones mercantiles. Y aún parecerá más difícil la explicación de la conducta de nuestros representantes en Marruecos, si se atiende á que gozando Melilla desde los primeros tiempos por costumbre y por los tratados celebrados con el Imperio, del privilegio de entrada libre de los productos marroquíes, sin que pudieran las autoridades del país prohibirla, ni estorbarla con otros gravámenes que los establecidos en los tratarlos, el establecimiento de una aduana sólo podía considerarse como un medio de aumentar los ingresos del Tesoro marroquí; como una imposición á las kábilas de la Alkalaía, cuyo odio había  de recaer sobre los exactores y sobre sus auxiliares españoles; como una negación manifiesta del derecho consti­tuido por los anteriores tratados, y como un gravamen para la población de Melilla que, en último resultado, había de pagar los impuestos nada suaves que constituyen la renta de aduanas marroquí; extremos todos que si parecen dignos de constituir objetivos del Gobierno sherifiano, no eran aceptables en modo alguno por el de la nación española, que no en los límites como el tratado expresa, sino en el mismo territorio de Melilla consintió y consiente la aduana marroquí, amparada por el generoso, quizá demasiado generoso pabellón español.
    Merece ser estudiado el art. 6.° del referido convenio.
    «A fin de evitar los males—dice—que pudieran resultar si los habitantes de Melilla se internasen con pretexto de comer­cio en el territorio del Rif, S. M. la Reina de España comunicará las órdenes más terminantes al Gobernador de aquella, fortaleza para que no permita á dichos habitantes pasar la frontera bajo ningún pretexto. Se exceptúan tan sólo los nego­ciantes moros súbditos del Sultán.
    Algo extraño parece el método adoptado para fomentar el comercio y las relaciones de amistad entro españoles y rifeños, pero aún creemos más sorprendente la idea que del comercio do Melilla y del objeto de esta plaza se trasluce en comunica­ciones oficiales como la que vamos á transcribir.
    «Tánger 17 de Agosto de 1871.— El Ministro Plenipoten­ciario al Gobernador de Melilla:»

    Para evitar dudas en el porvenir creo de mi deber contestar de oficio á la consulta que confidencialmente se ha servido hacerme V. S. en su carta de 6 del presente, respecto á que si se entiende que los artículos de consumo que se introduzcan en Melilla, no para el suministro de la guarnición y vecinda­rio, sino para exportarlos para España ó para el extranjero, deben pagar derechos de aduanas.—El Gobierno de S. M. el Rey de España ha solicitado de S. M. el Rey de Marruecos la libre entrada de víveres para comodidad de la guarnición y vecindario y no para el comercio. Estas concesiones de Sobe­rano á Soberano y de Gobierno á Gobierno deben ejecutarse y cumplirse siempre con completa buena fe, conforme al espíritu que al pedirlas y al otorgarlas animaba á las altas partes con­tratantes. Ruego á V. S., por tanto, recomiende á los habitan­tes de esa plaza que al aprovecharse en bien suyo y de sus familias del beneficio alcanzado, eviten dar pretexto á que se suponga que España no procede en este asunto con su habitual hidalguía. Como la mayor parte de los vecinos de esa plaza son jefes y oficiales del ejército que no se emplean en asuntos de comercio, y como principalmente á su favor se ha introducido este privilegio, no creo produzca daño alguno el fiel cum­plimiento de lo estipulado.— Francisco Merry y Colón.
    El documento trascrito basta por sí solo para explicar, me­jor que todos nuestros razonamientos, la manera de ser espe­cial de esta posesión y de las demás de África. Las pueriles precauciones adoptadas por nuestros Gobiernos en previsión de las contingencias que podían sobrevenir por consecuencia del establecimiento de la aduana, acusan un excesivo temor á complicaciones que de ningún modo podían perjudicar á Es­paña, antes bien producir, debidamente aprovechados, el acrecentamiento de su influjo en el Rif.


    En 1891 se insiste en que la Aduana marroquí debía ir al cerro de Santiago tal como se había propuesto reiteradamente.

    En 1892 Francia consiguió una rebaja en la tarifa de entrada de sus productos y España posteriormente solicitó al Majzen la misma ventaja, que le fue concedida.

    En 1892 se seguía pagando en la Aduana 25 pesetas por cabeza de ganado. Es preciso hacer constar que la exportación de ganado constituía uno de los principales recursos de la Aduana, pero que, al mismo tiempo, la exportación de ganado y cereales estaba especialmente regulada para remediar, en su caso, las grandes hambrunas padecidas en ocasiones, especialmente las producidas  como consecuencia de la invasión de la langosta, tal como ocurrió en 1878.

    En 1893 la aduana percibía el 10 % de todos los productos que salían de la plaza, incluso, algo incomprensible visto desde hoy,  los destinados a los establecimientos del Polígono, por estar fuera del  recinto amurallado. La falta de una vigilancia rigurosa en el perímetro exterior de Melilla, hacía muy fácil el paso de mercancías a Marruecos desde el barrio del Polígono; es por lo que las autoridades de Melilla contemplaban indulgentes tan anómala situación

     REVISTA DE GEOGRAFÍA COMERCIAL. Nº 117.mayo de 1893.
    Conclusiones del Congreso Africanista celebrado en Granada entre el 2-10-1892 y el 11-5-1893.
    -Traslado de la Aduana de Melilla al campo moro.
    D. José Ruiz Cebollino, antiguo gobernador del Peñón de Velez (1886-1889) expuso el absurdo de tener la Aduana dentro de los límites de Melilla, y debía ser trasladada cuanto antes al campo rifeño.

     EL HERALDO. D.16-10-1893  Domingo Blanco
    Es de lo más chocante que en este puerto franco, donde  ni siquiera ha llegado la ambición recaudadora de Gamazo, existe una Aduana del Sultán, que cobra por los productos que entran en nuestra propia casa. Con motivo de una reclamación de España por una de tantas fechorías morunas, el Sultán nos dio una indemnización, creo que 18.000 duros, a cambio de establecer la Aduana. Se accedió a su pretensión, y bien se ha cobrado el Sultán aquella cantidad, puesto que lleva la Aduana funcionando algunos años y cada año recauda muy cerca de 10.000 duros.
    El Sultán tiene aquí de administradores seis moros distinguidos, a los cuales visitamos ayer en su casa Rafael Gasset y yo, acompañados del intérprete señor Marín.
    ...Tienen diez criados y dos negras que aun para los servicios de la cocina procuran estar siempre arregladas con todas las cintas y trapos de lujo.
    ...el Sultán, como nuestro Tesoro, no recibe íntegramente el producto de la recaudación de las aduanas.
    Estos vistas se van de aquí como los nuestros se van de Ultramar, con algunos ahorrillos.

     Diccionario Hispano-Americano 1893.
    La Aduana marroquí de Melilla, por la cual se pueden extraer los productos del Rif e importar las mercancías que requieren las kabilas, se halla en la línea exterior de la plaza, en el fuerte de Santa Isabel, y es el único punto habilitado para el comercio lícito en la costa del Riff desde Tetuán hasta la frontera de Argelia; por lo tanto, las embarcaciones que se dedican al contrabando no pueden reclamar indemnización por los daños y perjuicios que les resulten de su tráfico ilegal.

     Memoria descriptiva....1894.P.31
    ... en el Convenio de 31-7-1866 se estipuló, con mejor intención que acierto, el establecimiento de una aduana marroquí en la frontera de nuestro campo. Pretendíase, sin duda, que S. M. Sheriffiana permitiese el comercio con el puerto de Melilla, ventaja grande, indudablemente, por el cual, y en legítima reciprocidad, se le otorgaba aquella concesión. Medida y concesión muy justa, si no estuviesen en pugna y contraposición con la costumbre y tratados anteriores, en los que se establecía el libre derecho de importar y exportar a españoles y marroquíes, sin más trabas y gravámenes que los señalados en ellos.
    El establecimiento de la Aduana marroquí aumentó los ingresos del Tesoro de aquel país, dificultando considerablemente el desarrollo de las transacciones de Melilla.
    A pesar de esto, el comercio ha aumentado; júzguese, pues, lo que sería sin esa traba...

     LOPEZ DOMINGUEZ.-Discurso en el Congreso....1894.P.23
    Por cierto que el Comandante General  (Margallo) me decía que la traslación de la Aduana (a Saidia, amenazaba Maimón Mohatar) sería de mal efecto y muy perjudicial para los intereses de Melilla, por razones de comercio y trato con los riffeños; pues esa Aduana ocasiona el que traigan gran número de artículos comerciales a la plaza.

     LLANOS.-Melilla.1894.P.350
    La aduana marroquí se halla establecida en un barracón, dentro de la plaza, junto a la puerta de Santa Bárbara. Cobra derechos sobre los artículos que salen de Melilla para distribuirse en territorio marroquí; sobre los de Marruecos que se embarcan para exportarlos, y sobre las reses que llevan los moros a Melilla.
    Cobra:
    Por la pieza de muselina morena, de 24 yardas, 3 reales de vellón.
    Por la de tejido blanco, de 30 yardas, 4 reales.
    Por la pieza de tela calada y pintada, 1 real
    Por un pilón de azúcar, peso de 2 kilos, medio real
    Por un kilo de té, un  real.
    Por un kilo de café,  1 real
    Por una caja con 30 paquetes de velas, 4 reales.
    Por una arroba de aceite, 1 peseta.
    Por una caja con 2 latas de petróleo, 5 reales.
    Por cada res vacuna, destinada al matadero de la plaza, 5 duros.
    (las demás reses no las pueden vender los moros, por orden del Sultán)
    Por cada 100 kilogramos de pieles de cabra, para exportar, 2 duros.
    Cobra una pequeña cantidad sobre las gallinas y los huevos que se exportan.
    Todo lo que se consume en la plaza, fuera de las reses, no paga derechos.
    La Aduana marroquí produce al Sultán sobre 2.000.000 de pesetas anuales.
    (1)    Hay filtraciones. Se observa que cuando los comerciantes piden recibo, la Aduana cobra lo justo; y cuando no quieren recibo, cobra menos.
    (2)    Se observa también que los hebreos y los moros prefieren pagar los derechos a los comerciantes de la plaza, encargándose estos de recoger los recibos de la Aduana.

    La Aduana vuelve a funcionar, tras estar suspendida durante los sucesos de 1893, el 1 de enero de 1894.

    REVISTA DE GEOGRAFÍA COMERCIAL
      Nª 133 -134  Septiembre -octubre1894
    EL RIF COMERCIAL
     Por el Capitán de Fragata D. Pedro Guarro y González.
    Y esa Aduana, tan nombrada y tan hablada, sin conocimiento de las causas de su creación, ha contribuido mucho  a establecer amistades entre españoles y riffeños y a disminuir casi a cero los ataques diarios que los moros limítrofes hacían continuamente a la plaza.
    (Al finalizar la guerra de Margallo) Lo primero que pidieron los moros fue que se les permitiera entrar a comprar y vender, y al día siguiente han entrado en la plaza , más para lo primero que para lo segundo, y tenemos la seguridad que la Aduana que desde luego se instaló hizo un ingreso importante, pues esta Aduana mora es lo más raro que pueda concebirse; cobra a los moros dentro de los límites españoles, por lo que compran en Melilla y llevan al campo para su consumo; y aunque está colocada en situación y condiciones al punto apreciadas poco honrosas , hay que alabar el talento del que concedió tal permiso, pues abrió una puerta al Imperio de Marruecos  por el indómito territorio del Rif, puerta por donde se  va introduciendo la civilización y Aduana que nos restablece  relaciones con las kabilas limítrofes, relaciones que reducen en mucho el número de ataques que antiguamente ocurrían.
    Debido al sistema, los moros que desde Melilla conducen géneros al interior, no quieren pagar los derechos en la Aduana, sino comprarlos libres de gravamen, por lo cual los comerciantes dan guías para la dicha Aduana que luego pagan en la oficina fiscal marroquí, y de estos comerciantes hemos aprendido que puede calcularse en unas 4.000 pesetas diarias la recaudación, que al año es de aproximadamente 2.000.000 de pesetas, producto del 10% ad valorem.
     (Pedro Guarro era el Capitán del Puerto en aquella fecha)

    BERMUDEZ.-Geografía....1894.P.216
    Cuando el Sultán concedió el establecimiento de una aduana marroquí en Melilla para que pudieran introducirse por su puerto la mayoría de los artículos extranjeros que consumen los rifeños se creyó que la necesidad de surtirse de ellos obligaría á las tribus á no hostilizar la plaza con la frecuencia que otras ve­ces, á fin de no carecer de géneros que como el azú­car y el thé puede considerarse para ellos de primera necesidad. Pero esta creencia ha sido ilusoria…(se refiere a la guerra de Margallo)

    Desde 1902, España se beneficia, como Francia, del 5% ad valorem, tarifa ratificada en el tratado de Algeciras (artº 103), y posteriores Tratados Hispano-marroquíes de 1910 y 1912, modificada posteriormente.