En
las inmediaciones del río de Oro, al final de la calle Querol , se encuentra un
curioso edificio , de planta irregular , cuyas características arquitectónicas
le hacen destacar en medio de los edificios circundantes. Ignoro cual es su
función actual , pero durante bastantes años fue el objeto de una iniciativa , de una controversia y , finalmente ,de la
consecución de una aspiración extendida en el tiempo.
Mezquita del río, 2011
Población
musulmana y mezquita
Al
comienzo del siglo XX, la población
musulmana de Melilla estaba reducida a una decena de familias, compuestas
básicamente de comerciantes procedentes de la parte occidental de Marruecos,
llegados a la ciudad a la vista de los
nuevos tiempos anunciados tras la finalizar la aparatosa guerra de Margallo y
la firma del posterior acuerdo con el Majzen marroquí, que parecían predecir
épocas de bonanza en las relaciones entre Melilla y el campo exterior. Desde
1900 esta población se incrementaría, aunque muy lentamente, hasta alcanzar
los 180 musulmanes que figuran en el padrón de 1907.
Pero
las incidencias acaecidas en el territorio cercano, motivadas por la presencia
en el mismo de partidarios y adversarios
del nuevo señor de la zona, el Rogui Bu Hamara, obligó a que, en varias
ocasiones, no pocos de los unos y de los otros, aunque sobre todo de los
segundos, tuvieran que buscar refugio en Melilla, dando lugar a la formación
de un singular barrio rifeño en los alrededores del fuerte de Camellos.
Si a esta población ocasional le añadimos que, en algunas épocas del año, se
concentraban en Melilla numerosos marroquíes que se desplazaban a las faenas de
la recolección en Argelia, no es de extrañar que algunos momentos hubiera en
la ciudad más de tres mil musulmanes, población que no disponía en la ciudad
de un edificio donde efectuar las prácticas que exigía su religión.
Aunque
esta necesidad era motivo de preocupación desde principios de siglo, no se
hizo pública hasta la época en que era Gobernador el General Segura, en el año
1905, en el que a la petición de una mezquita se añadía la de una posada o
fondak que atendiera a las necesidades de la numerosa población flotante, ya que la existente en el barrio del
Polígono (que aún permanecía casi
invariable a mi llegada a Melilla en 1979) se había quedado muy pequeña.
En
época del General citado llegó incluso a realizarse un proyecto de mezquita,
presentado por el contratista de obras
ejecutor de las del cuartel de la Guardia Civil del Mantelete y de los
pabellones militares que más tarde serían transformados en la actual Comandancia
General, el malagueño Francisco Orozco.
El
proyecto, que el diario local adjetivaba de “notable”, comprendía, además de
la mezquita, un café, una posada y
diversas dependencias, además de un enorme patio de más de siete mil metros
cuadrados. Su mayor inconveniente era el coste, 120.000 pesetas, que lo
condenaban de antemano al proyecto a ser archivado para siempre, pues se
hubiese llevado casi todo el presupuesto del que disponía la Junta de Arbitrios
para obras en el ejercicio económico. En algún rincón del archivo de la Comandancia
General debe dormir olvidado.
Surge
la polémica
En
1906 surge a la luz pública, inducido por el diario "El Telegrama del Rif", la
cuestión de la mezquita, asunto del que se proclama adalid el propio Cándido
Lobera, su director y propietario. Al manifestar que mientras las comunidades
cristiana y hebrea tenían iglesia y
sinagoga, la musulmana carecía de mezquita, planteaba la discusión sobre el
tema. La comunidad hebrea disponía de sinagogas de carácter privado; la
cristiana de una iglesia en el Pueblo, aunque esta última, además de su
lejanía de los barrios exteriores, tenía una capacidad muy reducida,
insuficiente para una población, posible practicante, de unas 12.000 almas.
En 1900 se habían puesto los cimientos de una nueva iglesia en el llano, sin
que las obras adelantaran mucho ni poco, y donde el dinero invertido, de procedencia privada en su mayor parte, era
dinero perdido .
Sin
embargo, el Gobernador Militar, general Marina, parece que acogió con
interés la propuesta de construcción de una mezquita, con gran alegría de la
comunidad musulmana que, según el diario local, manifestaba que esa obra
esperada era el mayor favor que podía hacerles el general.
En
octubre de ese año, los tenientes coroneles Centaño y Echagüe ,en comisión por
el Norte de África, y en una memoria enviada al Ministerio de la Guerra, proponían la construcción, en las plazas
de Ceuta y Melilla, o en sus terrenos exteriores, de mezquitas para que los
musulmanes “ puedan acudir libremente a hacer sus plegarias”.
En
esas mismas fechas, la Asociación Mercantil, entre las propuestas cursadas al
Ministerio de Fomento, incluía la construcción de una mezquita, aunque también
solicitaba la construcción por parte del Estado de una sinagoga y una iglesia
de gran capacidad. En la propuesta de la Asociación iba implícita la polémica,
pues igualmente daba a entender que, por
dotar de aquellos elementos a las religiones musulmana y hebrea no podía
“dejarse indotado el culto católico”.
Esa
era la cuestión básica. Al parecer, la opinión pública de Melilla se dividía
en tres grupos. Un grupo, minoritario,radicalmente opuesto a que en la
ciudad se construyese una mezquita; otro, igualmente minoritario, que
opinaba que la mezquita fuese construida
sin más dilaciones, y un tercer grupo, mayoritario, que estaba de
acuerdo en que se levantase una mezquita, pero siempre que fuese construida con anterioridad la pospuesta iglesia del llano,
cuyas obras, abandonadas, se veían en el lugar donde hoy se halla la iglesia
de la plaza de Menéndez Pelayo.
La
obra de la mezquita no encontró dotación económica. Los comerciantes
musulmanes aseguraban que ellos “contribuirían de buen grado a los gastos de
las obras“, pero su reducido número hacía que su aportación fuera insignificante; solamente podían garantizar el gasto del culto y mantenimiento de la misma
una vez terminado el edificio.
Con
estas premisas se renovaría año tras año la cuestión, sin que se adelantara
nada en el proyecto. En 1908 se agregaría a la polémica el diario El Correo Español, de Orán, en la pluma
de su director, Manuel Cañete, colaboración bien acogida por Cándido Lobera,
que volvía a la carga: “Si a los rifeños hambrientos les dimos asilo, justo
es que también las ofrezcamos, en
nuestra tierra, asilo para sus almas”.
Criticaba
Lobera la decisión tomada muchos años antes, tras hacerse efectiva la ocupación
del terreno, de derribar la mezquita del cerro de Santiago, al que llama
santuario de Lalla Yenada, y a la que, no se por que razón, consideraba la
santa más venerada del Rif. Parece evidente, ahora que tenemos las pruebas
documentales ,que la permanencia de
aquella mezquita hubiese sido, sin duda alguna, una cotidiana fuente de
conflictos, además de que su derribo
estaba contemplado en los acuerdos con el Majzen marroquí.
En
abril de 1908 el General Marina hizo gestiones en el Ministerio de Estado con el fin de conseguir el crédito necesario
para la obra; pensaba que con 30.000 pesetas sería suficiente , pero en Melilla
persistía la polémica, estando como
estaba, pendiente la obra de la iglesia del llano.
Lobera, optimista, exultaba de alegría: “Muy pronto, pues, el muecín, desde el
minarete de la mezquita, llamará a los fieles a la oración, proclamando a los
cuatro vientos que España no es enemiga
de la ley musulmana”.
En
cuanto a lugar de su instalación, los comerciantes musulmanes optaban por el
terreno alto situado detrás de la
inacabada iglesia y la central eléctrica, donde hoy se encuentra el
colegio España, por ser un lugar equidistante respecto a los barrios con mayor población musulmana, Mantelete y
Polígono.
Estando los tristes restos de la iglesia
católica a su lado, como un
monumento a la desidia, la propuesta no fue tomada en consideración. También se les puso de manifiesto que,
cuando se terminara la iglesia en construcción, el volteo de campanas les podía distraer en sus oraciones, asunto
que nos retrotrae a cuestiones más cercanas en el tiempo. Allí, en aquel alto,
en octubre de 1923, se inauguraron las
escuelas públicas, proyecto de Francisco Carcaño.
Para
este momento, el presupuesto de 30.000 pesetas era insuficiente, estando más
cerca de las 40.000, teniendo en cuenta que aquel debía atender también a la
adquisición del mobiliario ( lámparas, tapices, esteras, etc) destinado
al culto.
El ministro de Estado, señor Allendesalazar, tampoco se hizo cargo de la dotación económica del proyecto. El asunto llegó, incluso , al Congreso de los
Diputados, en el que al año siguiente, fue interpelado por el diputado
Villanueva – titular, en el puerto de Melilla, del muelle del mismo nombre –
que, siendo persistente visitante de la ciudad durante varios años, pasaba
por ser buen conocedor de sus asuntos. El ministro de Estado le contestó en el sentido de que él,
personalmente, no era contrario a que fuera levantada la mezquita, pero no
con fondos del Estado, al no haber dotación para la misma, lo mismo que en
ocasiones anteriores se le había negado consignación a las obras de la iglesia del
llano.
Vuelve
a terciar Manuel Cañete, desde Orán, poniendo el ejemplo del rey Alfonso XIII, quien al visitar la plaza de Ceuta, había sido conducido a la mezquita de
esta ciudad, donde tuvo ocasión de departir con los musulmanes allí residentes, quienes habían recibido con entusiasmo al Sultán de España. Lamenta el
periodista que, en un posible visita
del Rey a Melilla, no pudiera conversar con los musulmanes en otra mezquita.
Se
formó una comisión de comerciantes musulmanes con el fin de presionar en pro de
la consecución de su objetivo. Al de la mezquita se añadió otro que
anteriormente no figuraba en su agenda de reivindicaciones: la habilitación de
un cementerio, idea que El Telegrama del
Rif admitió como muy razonable. La propuesta cogió de sorpresa, pues
nadie imaginaba que persona alguna de confesión musulmana quisiera ser
enterrada en tierra de cristianos. Hasta entonces las inhumaciones se efectuaban en el
cementerio de Sidi Guariach, adjunto a la frontera de Melilla con Marruecos y
dentro de la no marcada zona neutral, sin que hasta aquella fecha hubiese
habido reclamación alguna al respecto. Pero el asunto quedó en expectativa de
futuro, y, como es sabido, ha sido resuelto no hace mucho tiempo.
De
momento, la colonia musulmana debió contentarse con la aprobación, por parte del General Marina,
de la propuesta efectuada por aquella, de que en tiempo de ramadán , el
estampido del cañón de Camellos señalara el final del día. Cañete, optimista
como Lobera, señalaba que “aquel día
quedó empezada virtualmente la mezquita de Melilla”.
Proyecto
en suspenso
Al
comenzar la campaña militar de 1909, cuyo próximo centenario imagino que
traerá consigo numerosas intervenciones orales y escritas, la cuestión de la
mezquita quedó paralizada. La tensión emocional provocada por los
acontecimientos ocurridos en las inmediaciones de Melilla aconsejó no tocar el
tema en tanto se dilucidaban los combates que, dilatados en el tiempo, tanta
influencia aportaría al transcurrir de la historia social y política de la
época. De hecho, algunos de los musulmanes afincados en Melilla optaron por
abandonar discretamente la ciudad a la espera de tiempos más tranquilos.
Cuando
Lobera, principal adalid en el tema de la mezquita, y una vez finalizadas las
más importantes operaciones de la campaña, vuelve a colocar a la luz pública
el proyecto de mezquita, en febrero de 1910, no pudo prever el aluvión de
críticas que le llovieron desde los medios escritos más intransigentes de la Península, sobre todo los de adscripción católica más extremista ,entre ellos La Defensa, de Málaga, quienes
tacharon a la Lobera de ateo, hereje y
anticatólico, aconsejaban a Don Cándido que se convirtiera a la religión
islámica, mientras abogaban porque todo
el Rif fuera evangelizado, poniendo de manifiesto su absoluto desconocimiento
del país vecino.
Hombre
positivista, Lobera se defendía alegando que la construcción de la mezquita no
solo era de justicia para la práctica de la religión de la corta población
musulmana de Melilla, sino que constituía por sí misma una importante medida
política de cara a la futura intervención de España en el territorio rifeño,
de la que el militar y periodista, no se puede negar, era firme partidario.
Lo
cierto es que, dados los tiempos que corrían, nadie quiso secundar a Lobera
en esta empresa , esperando sin duda, mejores ocasiones para ello.
Una
obra premiosa
A la vista de que el tiempo pasaba y el edificio no se construía, los
comerciantes musulmanes, la mayoría regresados a la ciudad tras los
acontecimientos de 1909 y 1911, enviaron, en enero de 1913, una carta al rey Alfonso XIII para que mostrara su
influencia en los medios apropiados al objeto, y se dotaran de una vez las obras
de la mezquita.
En
ese mismo año se funda en Melilla una curioso organismo al que se dio el
llamativo nombre de Junta para el fomento
de los intereses morales de los indígenas, organismo compuesto por
diversas personas de la ciudad con
capacidad suficiente para, por sí mismas o en conjunto, influir en temas
relacionados con los intereses de la población musulmana domiciliada o
transeúnte. De ella formaban parte el general Villalba, de la Junta de
Arbitrios, Manuel Becerra, por Fomento, el coronel Ardanaz, por la Oficina
Indígena, El Bachir ben Sennah, delegado del Sultán, por los marroquíes, El hach Ben Hayan, por
los comerciantes musulmanes, Francisco Serrano, por la Cámara de Comercio, y, sobre todo, Cándido Lobera por la
prensa. Ni que decir tiene que entre los objetivos de la Junta estaba la
demorada obra de la mezquita.
En
enero de 1914, el general Jordana, comandante general, se entrevistaba en
Madrid con el ministro de Gracia y Justicia, señor marqués de Vadillo, del que
consiguió, por fin, las tres mil primeras pesetas asignadas a la anterior
Junta y destinadas a la construcción del edificio religioso. En el mes de mayo siguiente, el capitán de
Ingenieros José de la Gándara, que prestaba sus servicios en la Junta de Arbitrios desde febrero de
1910, hizo un proyecto de mezquita , que
debía construirse mediante concurso.
La
mezquita se comenzó poco tiempo después, antes incluso de que fueran sacadas a
concurso las obras, sobre un solar situado en las cercanías del río de Oro,
donde hoy se halla el edificio señalado al comienzo de este texto.
En
diciembre de ese año se reunía de nuevo la Junta , esta vez presidida por el
coronel Ardanaz, asistiendo igualmente la mayoría de los vocales participantes
en la anterior, con variaciones debidas a la presencia del ingeniero José de la
Gándara , director de la obra, del comerciante musulmán Si Ben Yelder y el comandante de la sección política de la
oficina indígena José Riquelme. De la Gándara, que abandonaría Melilla poco después, dio cuenta del pliego de condiciones
para el concurso y del estado de la obra. El presupuesto ascendía a 31.000
pesetas. Aquí el ingeniero cometió un error de precipitación al manifestar que
la obra de cimentación estaba finalizada, y que había costado unas 8.500
pesetas, lo que haría que el coste total de aquella se elevaría a las 40.000
pesetas. Tanto El Bachir como Ben Yelder se mostraron muy reconocidos con
España y las autoridades locales .
Pero
una cosa era el proyecto y otra muy distinta la dotación , y como no había
fondos para su ejecución el tiempo fue pasando y hasta julio de 1916 no fue
posible continuar las obras iniciadas dos años antes . El nuevo ingeniero
municipal , Moreno Lázaro , hizo un proyecto de alminar que no figuraba en el
proyecto inicial.
Las
cantidades que se fueron recibiendo para la mezquita se emplearon en su
totalidad en la fijación de los cimientos, pues, muy al contrario de lo que
afirmaba De la Gándara, la filtración permanente de agua y su problemático desagüe, hizo inútil toda
la inversión, y así un año más tarde, no solamente no había dinero para
continuar las obras, sino que todo lo ejecutado amenazaba ruina por probable
corrimiento de tierras. El Telegrama del
Rif estimaba que la elección del
lugar había sido muy desacertada.
Al
terminarse el dinero, las obras se abandonaron. En 1922 se estimaba que todo
lo hecho se hallaba completamente
arruinado.
Por
fin , la mezquita
Llegaron
los trágicos acontecimientos de 1921, y
nadie volvió a recordar el tema de la
nonata mezquita . El Telegrama del Rif ,
anteriormente firme defensor de su construcción, guardó un discreto silencio
sobre el mismo para evitar una controversia que en nada hubiese contribuido a
atemperar los caldeados ánimos de la
población .
Hubo
que esperar a que los ecos de las operaciones militares llegaran ya
amortiguados desde las altas cumbres del Rif central, para volver a retomar la
añeja cuestión. El Comandante General,
Alberto Castro Girona ,en marzo de 1926, tomó la determinación de continuar las
obras pendientes, para lo que, en principio, se ordenó al teniente de
Ingenieros Joaquín Hernández Barraca que comenzara la reconstrucción. Se
encargó un proyecto al arquitecto Larrucea, quien concibió un edificio de
mayores proporciones que el abandonado anterior, ampliándolo para que en el
mismo fueran instaladas las oficinas del Delegado del Gran Visir Abdelkader ben
el Hach Tieb, así como una zauía, un baño, un fondak y una sala de justicia.
Igualmente se incluía en el proyecto la instalación de una residencia para
estudiantes musulmanes y una escuela
coránica.
Mezquita del río, inauguración 1927
Le
mezquita era de reducidas proporciones, pues solamente abarcaba una superficie
en forma de cuadrado de 12 metros de lado y 10 de altura. En las paredes
sobresalían unos llamativos relieves de
estilo granadino policromado, el pavimento se componía de azulejos sevillanos y
el techo mostraba un artesonado de
madera.
El
conjunto construido fue inaugurado el 19 de octubre de 1927 con presencia de las autoridades militares, civiles y del
protectorado, entre estos últimos el Gran Visir y los caides de las cabilas de
la zona oriental.
Mezquita del río , interior (1927)
El
general González Carrasco, en nombre del Gobierno, hizo alusión a la situación general del
territorio, en el que, “habiendo cesado de hablar la pólvora, y unidos protectores
y protegidos para consolidar la paz y
gozar de sus beneficios“, España atendería a todas sus necesidades tanto
espirituales como materiales de sus habitantes. de ello daba prueba la nueva
mezquita que se inauguraba , para que los musulmanes residentes en Melilla y
sus alrededores pudiesen cumplir los
preceptos religiosos.
El
Gran Visir, habló en nombre de los musulmanes, agradeciendo a España los
beneficios que les proporcionaba , expresando su convencimiento de que la paz
sería perpetua.
A continuación, los comerciantes musulmanes establecidos en Melilla leyeron un documento , en el que agradecían a
España el interés tomado en este dilatado asunto.
Este es el edificio al principio señalado y que cumplió su objetivo en solitario
hasta la inauguración, en 1947, de la nueva mezquita del Polígono .