A lo largo del tiempo transcurrido desde entonces, se ha rememorado la gesta histórica de aquel reducido grupo de militares que hace más de cien años asombró al mundo por su increíble resistencia ante un enemigo tagalo dispuesto a recuperar a todo trance el último trozo de Filipinas en manos de españoles.
La historia es bien conocida, y ha sido reiteradamente dada a conocer en publicaciones de todo tipo, con especial insistencia, hace doce años, al cumplirse el centenario de la rendición de los llamados últimos de Filipinas.
No voy, por lo tanto, a reiterarme en lo mismo, sino solamente centrarme en algunos de los personajes protagonistas de aquel episodio, sobre todo en la figura del médico de Baler, el marbellí Rogelio Vigil de Quiñones y Alfaro, cuya presencia en Melilla durante algunos años de su vida militar hacen de interés el recordar algo de su biografía y su trayectoria profesional.
Los defensores de Baler en Melilla
De los cuatro oficiales presentes en la iglesia de Baler, tres estuvieron en Melilla en alguna ocasión. Solamente el teniente Alonso Zayas no pisó jamás el suelo de la ciudad, o al menos no hay constancia de ello.
El Jefe del destacamento, el capitán don Enrique de las Morenas Fossi, nacido en Chiclana en 1855, no tuvo ninguna carrera distinguida, si exceptuamos, claro está, su actuación durante el sitio de Baler, y su curriculum apenas presenta nada de particular si no es la concesión en 1876 del grado de teniente de Infantería por su intervención en operaciones contra las partidas carlistas por la zona de Olot en el año anterior, bajo las órdenes del general Arrando. El alférez De las Morenas fue destinado al Batallón Disciplinario de Melilla en septiembre de 1882, haciendo su presentación en la plaza el día 1 de octubre. Hacía dos años que se había creado el batallón y por él habían pasado ya numerosos jefes y oficiales. No parece que se sintiera muy a gusto en la plaza, porque apenas siete meses más tarde pidió licencia para arreglar asuntos particulares, solicitando posteriormente una prorroga , lo que le evitó tener que volver a su destino en la plaza , ya que el ascenso a teniente le llegó estando en esta situación.
El teniente Saturnino Martín Cerezo, que sustituyó al capitán De las Morenas tras la muerte de este el 22 de noviembre de 1898, en el mando del destacamento, había nacido en Miajadas en 1866.Procedente de clase de tropa, tuvo una destacada actuación desde su llegada a Filipinas en 1897, consiguiendo dos ascensos a oficial de la escala de reserva retribuida.
En octubre de 1893, cuando se encontraba destinado de sargento en el Regimiento de Borbón en Málaga, desembarcó con su unidad en Melilla, con motivo de los sucesos conocidos con el nombre de guerra de Margallo, y en Melilla estuvo hasta el 1 de enero siguiente en que salió camino de vuelta a Málaga.
Es el cuarto de los oficiales presentes en Baler, el médico don Rogelio Vigil de Quiñones y Alfaro quien estuvo más tiempo vinculado a la ciudad, en la que terminó su vida militar.
Los Vigil de Quiñones: una familia entroncada en la milicia.
No es raro encontrar el apellido Vigil de Quiñones en oficiales de distintas armas y cuerpos durante los siglos XVIII y XIX. Procedentes de Asturias, las dos Castillas, Andalucía o Extremadura, se extienden por toda la geografía española, incluidas las plazas norteafricanas.
Manuel Vigil de Quiñones nació en Orán en 1749, y era hijo del oficial de Infantería Sancho Vigil de Quiñones, natural de Sariego (Asturias), y de doña María Neveras, nacida en Melilla, con quien se casó don Sancho cuando estuvo de guarnición en esta plaza. Manuel asistió a la expedición de Argel de julio de 1775, donde fue herido de bala, y llegó a ser mariscal de campo.
Otros Vigil de Quiñones participaron en la guerra de la Independencia y en las guerras carlistas, y se les puede encontrar en lugares más lejanos como Cuba o Mejico en los dos siglos mencionados. Una sencilla reseña biográfica haría estas líneas interminables.
Los antepasados de don Rogelio se relacionan principalmente con la ciudad de Marbella
Su tatarabuelo, don Francisco Vigil de Quiñones y Jimenez, fue regidor perpetuo de Marbella, y su muerte en 1794, le sucedió en el cargo su hermano Pedro.
Su bisabuelo, don Francisco Vigil de Quiñones y del Castillo, nació en Marbella en 1776, e ingresó muy joven como cadete de Caballería. En 1797 contrajo matrimonio con doña Catalina de Avilés y Castro, hija del regidor perpetuo de Ronda don Juan de Avilés. Estuvo en Dinamarca a las órdenes del marques de la Romana, y falleció cerca de Medellín en 1809, en plena guerra de la Independencia, al frente de su compañía de Dragones.
En 1805 había perdido en Ciudad Real a su mujer y a dos de sus hijos en una epidemia de tercianas, quedándole únicamente Francisco, de seis años, abuelo del médico de Baler.
Francisco Vigil de Quiñones y de Aviles, ingresó como cadete del Regimiento de Ronda en 1812, y en Ronda pasó casi toda su corta vida militar, llegando a alcanzar el empleo de subteniente, en el que se retiró voluntariamente en 1819, pasando a vivir a su ciudad de nacimiento, Marbella. Aunque volvió temporalmente a la actividad militar en 1824, por disposición del general don Juan Caro, jefe de las tropas realistas de la Serranía de Ronda, y quiso después continuar en el servicio, le fue denegada la petición, retirándose definitivamente a su ciudad natal.
Mientras permaneció en el servicio no percibió sueldo alguno, viviendo a cargo de las rentas que le proporcionaban un cortijo y tres casas que tenían en Marbella.
En 1816 se había casado con doña Josefa Diez de Oñate y Cañabate, hija del regidor perpetuo de la ciudad de Guadix, con quien tuvo a don Francisco, padre de don Rogelio.
Francisco Vigil de Quiñones y Diez de Oñate
Nacido en Marbella el 30 de diciembre de 1818, ingresó como soldado voluntario en el Batallón Provincial de Málaga en 1838, con el que prestó servicios de guarnición en la propia ciudad de Málaga y en el Peñón de Velez de la Gomera, ascendiendo a sargento en 1841.Dos años más tarde se licencia al cumplir su compromiso, pero poco despues volvió al servicio activo, ascendiendo a sargento 1º en febrero de 1844.
El 13 de mayo de 1853 es ascendido al empleo de teniente, y con este empleo y dentro de las filas del Batallón Provincial de Málaga embarca para Melilla el 11 de octubre de 1855, plaza a la que llega dos días más tarde. El día 26 siguiente toma parte, a las órdenes del capitán general de Granada, don Juan Prim, en la salida efectuada por el general hasta las cercanías de Cabrerizas, que tan desafortunado desenlace tuvo, en cuanto al número de víctimas, entre ellas el propio teniente Vigil de Quiñones que resultó contuso.
El mismo día que el brigadier Buceta firmaba la paz con los de Mazuza, el 2 de febrero de 1856, abandonaba Melilla el teniente, junto con su compañía, para reforzar la guarnición del Peñón de Vélez de la Gomera, lugar el que estuvo hasta el último día de junio, en que abandonó las costas africanas para dirigirse a Granada
Todavía volvería una vez más el Peñón de Velez en 1859.
En 1857 había contraido matrimonio con doña Josefa Alfaro, nacida en Marbella, aunque oriunda de San Pedro Manrique (Soria) de donde era su padre don José María Alfaro.
Al ser destinado al Regimiento Fijo de Ceuta el 28 de febrero de 1861, en agosto siguiente vuelve a la plaza de Melilla, para reforzar la guarnición, cuando en la plaza se vivían momento de tensión motivados por las gestiones encaminadas a la ampliación de sus límites, y se aguardaba la imprevisible respuesta de las kabilas a la conclusión de estas gestiones.
Un año estuvo don Francisco en Melilla, de donde salió con licencia temporal el 7 de julio siguiente, reincorporándose a la plaza de Ceuta algunos días más tarde.
Ascendido a capitán en noviembre de 1862, en 1868 participó, bajo el mando del general don Manuel Pavía, en la decisiva batalla del puente de Alcolea, entre las tropas de la reina Isabel y las del duque de la Torre, cuyo resultado adverso obligó a la reina a traspasar la frontera camino del exilio. Por su actuación en esta batalla le fue concedido el grado de comandante, empleo que hizo efectivo en 1873 por el turno corriente.
Dos años mas tarde, afectado por una grave afección a la vista que le privaba de la visión nocturna, pidió el retiro voluntario, retiro que le fue concedido el 30 de julio de 1875.
Los hermanos Vigil de Quiñones.
Don Francisco y doña Josefa tuvieron cuatro hijos, Francisco, Carlos, Rogelio y Alfonso.
El primero y el tercero fueron médicos militares y el segundo y cuarto se inclinaron por la carrera de Derecho.
Francisco , el mayor, nació en Valencia, donde su padre estuvo destinado un corto tiempo, el 18 de enero de 1858, terminó con 20 años la carrera de médico cirujano, que había estudiado en Granada, ciudad a la que acudían todos los jóvenes malagueños que pretendían cursar estudios en la universidad.
Al año siguiente ingresó como oficial médico alumno, siendo sus primeros destinos el Hospital Militar de Granada y la Fábrica de Pólvora de aquella ciudad. Por los buenos servicios prestados durante la epidemia de cólera de 1885, le fue concedida la Cruz de Epidemias.
Ese mismo año le tocó ir, previo sorteo, al servicio de Ultramar, embarcando para Cuba el vapor "Ciudad de Santander", en febrero de 1886. El Hospital Militar de La Habana y el castillo del Morro fueron, principalmente, sus lugares de actividad. Enfermo de un mal tropical casi desde su llegada, tuvo numerosas recaídas, recaídas que concluyeron con su fallecimiento en el Hospital Militar, a consecuencia del vómito negro, el 16 de agosto de 1892.
Su hermano Carlos, el menor, estudió la carrera de Derecho en Granada, como sus hermanos, y una vez terminada comenzó la preparación de oposiciones a notarías, cuerpo en el que ingresó con el número uno. Tuvo su notaría en Madrid, en la calle Barquillo, y sus hijos y nietos siguieron la carrera de leyes como su padre y abuelo.
También Alfonso, el mayor de los hermanos, terminó la carrera de Derecho en Granada. En su día fue secretario de don José Ortega y Gasset.
Don Rogelio
El médico de Baler nació en el número 9 de la calle Nueva de Marbella, la misma calle en que nació su madre, un 1 de enero de 1862, efectuando sus primeros estudios en Málaga.
Para cursar la carrera de Medicina, como su hermano, se desplazó a Granada, donde recibió el título de licenciado en Medicina y Cirugía el 5 de abril de 1886.Ejerció de médico en dos pueblos de la provincia de Granada, Chite y Talará, sobre la carretera de Granada a Motril. Según le contó años más tarde su hijo Rogelio a Ricardo Fernández de la Reguera, su padre se enamoró de una muchacha del pueblo de Talará, pero el padre, hombre de fortuna, se negó rotundamente a que su hija entablara relaciones con un modesto médico de pueblo.
El disgusto amoroso fue, al parecer, la causa de que Rogelio solicitara un plaza en Ultramar como médico provisional.
En Filipinas
La Real Orden de 1 de octubre de 1897 nombraba a Rogelio Vigil de Quiñones y Alfaro médico provisional del Cuerpo de Sanidad Militar con destino al Ejército de Filipinas. El 4 de diciembre siguiente embarcaba en el puerto de Barcelona a bordo del vapor correo "Isla de Mindanao", y tras un mes de navegación, arribaba al puerto de Manila el 2 de enero siguiente.
Destinado en principio al Hospital Militar de Malate, un mes más tarde es designado como médico director de la nueva enfermería de Baler, un pueblecito en la costa oriental de la isla de Luzón, lugar en donde hizo su presentación el 12 de febrero siguiente.
Los acontecimientos ocurridos en Baler en el año que duró la defensa de la iglesia han sido suficientemente recordados durante el último año y, sobre todo, en los últimos días. No voy a insitir en ello. Sobre el mismo no hay más que recordar las palabras del presidente de la neonata Republica filipina, Emilio Aguinaldo, haciendo notar que los defensores de Baler se habían hecho "acreedores a la admiración del mundo...por el valor, constancia y heroísmo con que aquel puñado de hombres aislados y sin esperanza de auxilio alguno ha defendido su bandera por espacio de un año."
En el relato está mas que explícita la contribución del médico Vigil de Quiñones a la defensa de la iglesia del poblado, una contribución meritoria que nadie le negó, ni siquiera el teniente Martín Cerezo, con quien tuvo sus diferencias, pero quien no tuvo inconveniente, por justo, en proponer a al médico marbellí para que se le concediera la Cruz de San Fernando.
Vigil de Quiñones volvió a España embarcando el 29 de julio de 1899 en el vapor "Alicante", y desembarcando en Barcelona el 1 de septiembre siguiente.
Según manifiesta el que fue embajador en Filipinas, don Pedro Ortiz Armengol, en el expediente abierto para juzgar la actuación de los españoles de Baler, fue instructor el entonces coronel Olaguer-Feliú, uno de los firmantes del acta de capitulación de Manila el 24 de agosto de 1898, quien propuso a Martín Cerezo y a Vigil de Quiñones para la laureada. Pero una mano desconocida tachó el nombre de Vigil de Quiñones y dejó solamente el de Martín Cerezo, poniendo de manifiesto una notoria injusticia.
Para acallar la mala conciencia de quien le privó de la máxima recompensa se le concedieron dos cruces de Maria Cristina, una distinción que equivalía, en el plano moral solamente, a un ascenso, ascenso que seguramente hubiese alcanzado si hubiese formado parte de la escala general del Cuerpo de Sanidad Militar.
Melilla 1909
Tras pasar los correspondientes ejercicios de oposición, don Rogelio ingresó en el Cuerpo de Sanidad Militar en 1900, siendo promovido al empleo de médico segundo en junio del año siguiente. Desde la Academia pasó destinado al Hospital Militar de Sevilla, destino que repetiría años más tarde. Santa Cruz de Tenerife y Pamplona serían otras ciudades en las que recalaría Vigil de Quiñones antes de ascender a médico primero en mayo de 1906, mes en que fue destinado al Batallón de Cazadores de Barcelona, de guarnición en Vich y Barcelona.
En este destino le sorprenderían, en julio de 1909, los sucesos acaecidos en las cercanías de Melilla con motivo del ataque de las kabilas guelayas a las obras del ferrocarril minero, sucesos que darían lugar a la llamada Campaña del Rif.
El Batallón de Cazadores de Barcelona pertenecía a la Tercera Brigada de Cazadores de Cataluña y, contrariamente a lo que entonces se dijo (y se sigue escribiendo aun hoy día) el envío de la brigada estaba previsto desde antes de los acontecimientos de Melilla, cuando el ministro de la Guerra, general Linares, pensaba que cualquier incidencia en la zona sería fácilmente resuelta con un importante aumento temporal de guarnición Incluso su acuartelamiento provisional se había previsto de antemano: las cercanías del malogrado zoco-fondak, en la entonces llamada carretera de Nador.
Pero el ataque del día 9 de julio, aunque esperado, pareció sorprender al Gobierno y al General Linares, y este último siguió con su primera idea de enviar a Melilla a la tercera Brigada, no obstante la creencia de algunos de que la brigada del campo de Gibraltar o cualquiera de las de Madrid hubiesen sido más a propósito para el caso. Según Ruiz Albéniz, Linares creyó que aquella era más pacífica y de menos peligro. Evidentemente, a juzgar por las indeseables consecuencias posteriores, se equivocó. En cualquier caso, la tropa de la brigada, como se vio más tarde, era poco apta para una guerra, con una moral tan baja que Eugenio Noel los vería deambular por la avenida como almas en pena; en palabras del voluntario , "descuidados, como abandonados" en abierto contraste con los pertenecientes a otras unidades presentes en el campo, cuya actuación decidida compensó la escasa resolución de las llegadas de Cataluña, estas impresionadas, sin duda, por el poco animador ambiente vivido en los muelles de Barcelona.
El batallón de Barcelona ( 850 hombres, dos secciones de ametralladoras Hotchkiss de 30 hombres y 12 mulos en plantilla, pero unos cuantos menos en la práctica) embarcó, junto con el jefe de la Brigada, general Imaz, el día 14 de julio en el vapor "Cataluña" y llegó a Melilla el día 16, alojándose, como estaba dispuesto, en el zoco-fondak recién terminado, aquel edificio en el que tantas esperanzas se habían puesto para fomentar el comercio con los kabileños, y que, como otras iniciativas del mismo tenor, fracasó antes de comenzar, porque ningún rifeño tuvo el más mínimo interés en utilizarlo.
Con el batallón llegó, por supuesto, su médico titular, Rogelio Vigil de Quiñones. Poco tiempo estuvo la unidad en el zoco, pues dos días más tarde salió camino de la posición principal, Sidi Ahmed el Hach, dentro de una columna mandada por el coronel Alonso de Medina, jefe de una de las medias brigadas de Cataluña. Desde Sidi Ahmed se destacó una compañía de Barcelona al Atalayón y con ella fue el médico de la unidad. Esa misma noche tuvieron el primer sobresalto con el ataque a la posición principal y destacamentos por parte de los rifeños, ataques repetidos los días 20,21 y del 23 al 27, y en los que Vigil de Quiñones colaboró en la defensa del Atalayón, ayudando a los oficiales en su costoso intento de elevar el ánimo decaido de la tropa. En días sucesivos, y de forma discrecional, tuvieron que soportar tiroteos por parte del escurridizo enemigo, hasta el 15 de septiembre en que bajó con la compañía hasta el Segunda Caseta, en donde permaneció durante dos meses en servicio de guarnición, interviniendo también en la protección de convoyes entre posiciones.
En las postrimerías de la guerra, cuando el mando consideraba que dado el tiempo transcurrido la tropa de la brigada estaba suficientemente fogueada y con mejor disposición ,el batallón completo , y con él Vigil de Quiñones, asistiría a la última operación militar de la campaña del 26 de noviembre , la ocupación de Atlaten, con la que casi se pretendía cerrar en lo posible el círculo alrededor del Gurugú, y que constituyó el principio del fin de la Campaña, terminada la cual embarcó el batallón el día 17 de diciembre , de vuelta para Barcelona, en el vapor "Alfonso XIII", llegando a su punto de destino dos días más tarde. De la Campaña del Rif obtendría don Rogelio dos cruces del Mérito Militar con distintivo rojo, por su actuación en el Atalayón y Segunda Caseta.
De nuevo en Africa
Hasta 1912 continuó Vigil de Quiñones en el Batallón de Barcelona. En ese año pasó al Depósito de Sementales de Jerez de la Frontera, y al año siguiente al Regimiento de Cazadores de Alfonso XII, en la misma plaza, con el que embarcaría para Larache el 15 de junio de 1913, para participar en las operaciones que se llevaban a cabo en aquel territorio con motivo del empeño de España para poner en práctica el Protectorado acordado con Francia y Marruecos. Una enfermedad inoportuna le obligo a abandonar el territorio para ser hospitalizado en Cádiz, regresando a la zona en enero del año siguiente. Bajo el mando del célebre Comandante General de Larache, general Fernandez Silvestre, participó en las operaciones de ocupación de las posiciones de Muley Bu Selham, Kudia Kesiva y Regaia. El 21 de diciembre reembarcaba en el vapor "Canalejas" y retornaba, con su unidad, a la plaza de Sevilla, en donde continuaría incluso tras su ascenso a comandante en diciembre de 1918, prestando sus servicios en el Hospital Militar de aquella ciudad, hospital que hoy recibe su nombre.
Vigil de Quiñones en Melilla. El Hospital Docker.
A finales de 1919, el comandante médico efectúa un canje de destino con el de su mismo empleo Jesús Bravo-Ferrer y Fernández, antiguo compañero de Rogelio en el hospital de Sevilla, quien había sido destinado al Hospital Docker de Melilla al ascender a comandante y deseaba retornar a la ciudad bética.
El día 9 de enero de 1920 se presentó en Melilla Vigil de Quiñones, incorporándose al hospital Docker.
El hospital Docker se comenzó a instalar como hospital provisional, bajo proyecto del capitán de Ingenieros Droctoveo Castañón, en enero de 1910, poco después de la partida de Vigil de Quiñones, una vez terminada la campaña del Rif. Se levantaron 16 barracones Docker (que dieron el nombre al hospital) de patente alemana, en el terreno en el que hasta no hace mucho ocupaba el centro sanitario, con el fin de aprovechar la caída natural del mismo, para evitar el temible estancamiento de aguas origen del endémico paludismo existente en la zona. Diez de los barracones estaban dedicados a recepción de enfermos y el resto a clínicas, oficinas y dependencias. Los primeros enfermos entraron en marzo siguiente, procedentes del hospital provisional de infecciosos montado en las cercanías.
En enero de 1913 se llevaron allí los barracones Hospitalier del de madera del Buen Acuerdo (situado donde hoy se levantan los pabellones de la calle Castillejos).
A la llegada del comandante Vigil de Quiñones, el hospital, que de provisional había pasado a semi-permanente, gozaba ya de una merecida mala fama, puesto que los barracones de madera no reunían las condiciones mínimas indispensables para cumplir su misión, y la frecuente limpieza y saneamiento era trabajo casi inútil para un centro sanitario que irremediablemente se había quedado viejo.
La mano discreta pero eficaz de don Rogelio pudo apreciarse a corto plazo, puesto que en ese mismo año fue felicitado en la Orden de la plaza, por el general Fernández Silvestre, llegado a Melilla por la misma época que Vigil de Quiñones, al haber observado el "aseo, cuidado e interés demostrado en beneficio de la salud del soldado", lo que no era poco mérito en el decrépito hospital de la carretera de Nador.
En mayo siguiente, el Jefe de Sanidad de la Zona, Francisco Triviño, le ordenó hacerse cargo del Hospital de sangre establecido en la posición de Zoco el Telatza, con el fin de atender a las seguras necesidades que se derivarían de la prevista ocupación de Dar Drius por el general Silvestre, lugar donde efectivamente fueron evacuados los heridos y enfermos resultantes de dicha operación, siendo citado como distinguido en la Orden de la Plaza.
Tras la desafortunada operación de la toma de Abarrán, el 1 de junio del año siguiente, nuevamente el coronel Triviño le confió el cargo de jefe de evacuación del Hospital de Dar Drius, lugar en el que practicó personalmente la rectificación de curas y asistencia de heridos, así como la disposición de su inmediata evacuación a la Plaza.
Los hospitales de Santiago y Alfonso XIII tras la derota de Annual
Los trágicos acontecimientos sucedidos desde el 21 de julio de 1921 pusieron a prueba la capacidad de Melilla para resolver los múltiples problemas sanitarios derivados de la retirada de las tropas de la Comandancia General de Melilla y de las incidencias producidas en este orden por la llamada reconquista del territorio perdido.
Para atender las necesidades crecientes de la Sanidad Militar, en el mismo mes de julio se determina habilitar el cuartel de Santiago como hospital provisional, al igual que los demás cuarteles de Infantería excepto el de Cabrerizas, a la vista de que el Docker era insuficiente para contener tantos heridos y enfermos. El cuartel del regimiento Melilla se había quedado prácticamente vacío dado que la mayoría de la tropa había perecido en los campos del Rif , y era el edificio idóneo para establecer un centro sanitario, dado que sus pabellones eran de mampostería y no de madera como el denostado Docker, al que tras la visita del Ministro de la Guerra, señor La Cierva, hubo que dar inmediatamente un cambio sustancial, sustituyendo los malos barracones por pabellones de mampostería mucho más adecuados, pabellones que se han conservado hasta no hace mucho tiempo. Hoy el lugar se ha convertido en un solar.
No era la primera vez que el cuartel de Santiago hacía las funciones de hospital, pues ya había sido habilitado para esta función durante la campaña del Rif de 1909, anticipándose incluso al Docker.
Para organizar el nuevo hospital son designados los comandantes médicos Rogelio Vigil de Quiñones y Cándido Jurado, como jefes de clínica, estableciéndose un centro de acogida sanitaria capaz para 1000 camas, dividido en dos clínicas a cargo de los dos jefes médicos. El hospital de Santiago desapareció como tal en diciembre de 1922, pero en la zona anexa, a base de barracones, continuó el cuartel de Sanidad Militar.
Una vez puesto en orden el nuevo centro, Vigil de Quiñones se reintegró al Docker en el mes de septiembre siguiente.
Pero las necesidades superaron a las previsiones, y en ese mismo mes el jefe de Sanidad, Francisco Triviño, se vio obligado a ampliar el llamado Hospital de Alfonso XIII, en las alturas del mismo nombre, y para ello volvió a contar con el comandante Vigil de Quiñones, quien se hizo cargo de una clínica el 13 del mencionado mes, habilitándose de nuevo la parte del cuartel de Artillería ocupada por el rey Alfonso XIII en su visita de 1911. Este hospital, que ya había prestado buenos servicios durante la campaña del Kert, sería, con el tiempo, el de mayor capacidad de Melilla, llegando a tener alojados en él hasta 1.650 enfermos y heridos.
El soldado voluntario Arauz de Robles le vio por aquella época completamente lleno, habilitándose incluso tiendas de campaña donde se agrupaban los enfermos, mezclándose, en tremenda e inevitable confusión de heridos y enfermos, españoles y rifeños, obligando a los médicos a un trabajo fuera de toda medida (ARAUZ.- Por el camino…1924). El hospital Alfonso XIII resolvió un importante problema, y cuando Rogelio Vigil de Qiñones se fue de Melilla aun mantenía en sus salas 1.300 camas. Desapareció en 1928, llevándose los enfermos residuales al hospital Pagés, nombre que recibió el Docker desde mayo de 1926, en recuerdo del excepcional cirujano, fallecido en accidente de automóvil en septiembre de 1923.
El ímprobo trabajo desarrollado por el comandante Vigil de Quiñones en este hospital se vio recompensado con la felicitación que el el Inspector Jefe de la Sección de Sanidad Militar del Ministerio de la Guerra insertó en la Orden General del Cuerpo en 1923, "por su celo e inteligencia en el desempeño de su cometido".
Un hombre discreto
Todos los que conocieron a don Rogelio Vigil de Quiñones estuvieron de acuerdo en señalar como su más notable característica personal, la discreción. Jamás alardeó de su meritoria actuación en Filipinas; ni siquiera le gustaba hablar de aquella parte de su vida. En Melilla pocos sabían de su pasado, porque el comandante evitaba cualquier alusión al mismo. A su trabajo y su familia dedicaba toda su atención.
En la revista Profesión Médica, en 1971, un misterioso médico militar que le conoció en Melilla, y que firmaba con seudónimo, aseguraba que don Rogelio era " de una modestia excesiva”
El comandante Vigil de Quiñones vivía en Melilla en los llamados Pabellones del Zoco, cercanos al cuartel de Ingenieros del mismo nombre y no lejos de su destino, y allí le llegó el pase a la situación de reserva un día de enero de 1924, cuando seguía prestando sus servicios en el hospital de Alfonso XIII, adscrito al Primer grupo de hospitales, uno de los dos grupos en que se distribuían entonces los existentes en la plaza.
Casado en 1910 con doña Purificación Alonso Ruiz, de Madrid, tuvo seis hijos Rogelio, Francisco, José María, Ana María, Rosa y Purificación, esta última nacida en Melilla.
Al pasar a la reserva, el comandante Vigil de Quiñones fijó su residencia en la ciudad de San Fernando (Cádiz), dado que su hijo, Rogelio, quiso ser marino de guerra. Al no poder ingresar en la Marina, la familia se trasladó a Cádiz en 1929, donde su hijo se preparó para ingresar en el ejército de Tierra, deseo frustrado al ser cerrada la Academia General Militar por la República.
En Cádiz, en el número 13 de la calle Bendición de Dios, falleció don Rogelio Vigil de Quiñones y Alfaro en 1934, años antes de que lo hiciera, en 1944, otro de los últimos de Filipinas, el general Martín Cerezo, llevándose ambos a la tumba el secreto de una parte nunca conocida de la sorprendente gesta protagonizada por los defensores de Baler. Su cuerpo reposa en el cementerio de la Almudena de Madrid, donde fue trasladado posteriormente. Sus nietos Rogelio Vigil de Quiñones y José Ignacio Bidón Vigil de Quiñones han mantenido vivo el recuerdo de su abuelo hasta nuestros días. El primero falleció en Madrid en 2009 y el segundo, residente en Sevilla, es Cónsul General de Filipinas en Andalucía.