Publicado por Francisco Saro
Gandarillas en El Telegrama
de Melilla, 12-12-1982; Cuadernos de Historia de Metilla, nº1,
1988, p. 162-167.
En uno de mis habituales paseos
en las perezosas tardes del verano de 1979, a poco de mi llegada a Melilla, me topé
con un edificio de inequívoca traza familiar, cuya fachada, a la particularísima
luz de la tarde
melillense me recordó casi al instante otros edificios de similar estructura y construcción
observados en alguna otra ciudad española.
El edificio ante mis ojos era
evidentemente un hospital, pero el recuerdo, archivado en lo profundo de mi
memoria inconsciente, no lo asociaba con ningún otro parejo dedicado a
actividades sanitarias.
El hecho me intrigó y, como de
costumbre, me tomé la agradable molestia de investigar el caso que, como puede
comprobar más tarde, no podía estar más claro.
Fachada del Hospital de la Cruz
Roja
En 1914 el déficit de plazas
escolares en Melilla se podía estimar en un cincuenta por ciento. La precaria
existencia de las escasas escuelas públicas existentes se basaba exclusivamente
en la habitual falta de asistencia
a clase de más de la mitad de la población en edad escolar. Para una población
en expansión se hada perentoria la construcción inmediata de escuelas.
Entonces era presidente de la Junta de Arbitrios el
general D. José Villalba Riquelme, llegado a Melilla de coronel durante la
campaña del Kert y que continuaba como Gobernador militar después de su ascenso
a general. Cinco años más tarde seda ministro de la Guerra, continuando también
muy vinculado a la ciudad que le dedicó una calle en el barrio del Real.
El general Villalba tuvo la
oportunísima idea de construir un grupo de escuelas mixtas con el objeto de
solventar en parte la carencia de puestos escolares. Estaba de suerte, pues en
aquel momento contaba con la ayuda inestimable de un auxiliar eficaz en la
persona del capitán de Ingenieros D. José de la Gándara, ingeniero de la Junta de Arbitrios y uno de
los hombres que mejores ideas han tenido en pro de la ciudad, resultando por
ello extraño que no tenga ninguna calle dedicada a perpetuar su recuerdo,
mientras otros personajes de mucha más efímera fama adornan las esquinas con su
nombre.
José Villalba Riquelme
Encargado por Villalba de la
confección de un proyecto de Grupo Escolar
para escuelas graduadas mixtas, José de la Gándara lo terminó en corto
espacio de tiempo. Pensado para 252 alumnos, divididos en seis secciones, se
basó para su realización en las instrucciones sobre arquitectura escolar dadas
por el Ministerio de Instrucción Pública, vigentes para toda España, a las que
de su propia inventiva varió en pequeños aspectos adaptándolo al clima
melillense. Esa era la razón por la que el edificio me resultaba familiar, al
ser similar a otros grupos escolares existentes en otras ciudades y pueblos
españoles, todos levantados sobre un mismo patrón.
Gómez Jordana coloca la primera piedra de las
"Escuelas Graduadas Manjonianas". Melilla 1915
El 6 de enero de 1915 se
colocaba la primera piedra con todo el ceremonial acostumbrado en aquellos
casos, si tenemos en cuenta la época, propicia .más que hoy a grandes rituales cristianos
y paganos en inauguraciones y otros actos del mismo corte. Bajo la presidencia
del entonces Comandante
General D. Francisco Gómez Jordana, se colocaron bajo la piedra las habituales monedas de
plata, los últimos periódicos
y el acta de rigor para que nuestros nietos se queden asombrados del lejano día
en que la piqueta de por tierra con las venerables piedras del edificio.
El edificio estaba pensado para
asombrar a propios y extraños. Además de las aulas debla contar con un
magnifico grupo de baños y un amplio comedor. Sin duda, y en eso estaban de
acuerdo todas las fuerzas vivas de Melilla, estada a la altura de los mejores
de España.
Pero el proyecto se pone en
marcha en Melilla. La escasez de recursos, la detención de las obras tanto oficiales
como privadas, la coincidencia con uno de los peores momentos para su
iniciación. La crisis provocada por el comienzo de la primera guerra mundial
alcanza también a paralización de las operaciones en Marruecos, y como
consecuencia de todo ello, la ralentización del comercio e industria, traen
consigo a su vez que las arcas de la
Junta se vean cada día más vacías, apenas suficientes para
atender a los servicios más perentorios.
Melilla 1909
La obra se encontró al principio
con dificultades técnicas
no previstas debido a la gran cantidad de agua encontrada en el subsuelo, dándose la circunstancia de haberse
emplazado sobre el antiguo cauce del de de Oro. Esto hizo que se encareciese
por encima de lo previsto. Con grandes esfuerzos económicos se pudo conseguir
que en mayo del año siguiente quedara techado el edificio; sin embargo no fue
posible continuarlas y las obras tuvieron que ser paralizadas. En ese mismo año,
Carlos de Izaguirre, consignatario y bienintencionado vocal de la Junta de Arbitrios tuvo la
desdichada idea de proponer que el edificio fuese dedicado a domicilio social
de la Junta;
idea que estuvo defendiendo contra viento y marea durante todo un año.
Afortunadamente, el buen sentido del resto de los vocales, y el hecho paralizador
de que aquella, por su carácter de extraño hibrido cívico-militar, no podía
tener propiedades, aconsejó no dedicar al Grupo Escolar a otra cosa que a
aquella para lo que había sido levantado, prefiriendo seguir abonando el
alquiler por los locales ocupados en la casa de Salama.
Las obras se reanudan, terminada
la guerra mundial, en diciembre de 1918, una vez que poco a poco se va
normalizando la actividad económica y la Junta dispone de ingresos suplementarios, aunque la crisis se sostuvo
algunos años más, prácticamente hasta el comienzo de la campaña de 1921.
Fachada del Grupo Escolar en obras
Se continuó con la adecuación de locales y
aulas, pintura interior, estucado de la fachada, torre central y, como lógico y
triunfal remate, la colocación de un magnifico reloj, de cuya existencia pasada
nos quedan hoy los huecos que cubre el popular emblema de la Cruz Roja
Fachada del Grupo Escolar (Hospital de la Cruz Roja)
La fachada quedó rematada en
enero de 1919 y el reloj, final de obra, en agosto siguiente.
Mientras se remataba el edificio,
con tierras extraídas del desmonte del cerro de Santiago (donde hoy está la
mezquita del Polígono) se rellenaban 18.000 metros cuadrados
de terreno entre aquel y el cauce del río de Oro con la intención de dedicarlo
a Parque escolar.
Trasera Grupo Escolar (Hospital de la Cruz Roja) en 1921
Por aquellos años estaba de moda
la magnifica obra pedagógica del Padre Manjón, creador de las Escuelas del Ave
Maria. No es de extrañar, pues que tanto el general Villalba, como sus
sucesores el general Arraiz de la
Conderena y el general Monteverde tuvieran la intención de dedicar
el Grupo escolar a escuelas manjonianas; especialmente el general Villalba tuvo
tal empeño que incluso se acercó por Melilla desde Granada un representante del
Padre Manjón que entregó a la
Junta una memoria asesorándola sobre las necesidades de una
escuela de aquel tipo.
Para comenzar la actividad
docente solamente era preciso dotar al Grupo del material necesario. Y eso ya
era otra cuestión muy diferente. La
Junta entendía que ella con la construcción del edificio ya había
hecho bastante y que el mobiliario y demás elementos debía correr por cuenta
del Estado; pero el Estado, claro está, no tenia previsto medios económicos
para una inversión como aquella, por lo que aducía que era la Junta quien debía encargarse
del mobiliario. En esta esgrima dialéctica se pasó una buena temporada.
En el ínterin, y mientras se
arreglaba convenientemente el vetusto local de la calle Medina sidonia, la
escuela de dibujo tomó prestado uno de los locales del Grupo Escolar por lo que
apresuradamente hubo que dotar a este de electricidad. También la Academia oficial de árabe
consiguió que se le cediera, con carácter momentáneo, uno de los locales. Los primeros
nubarrones se cernían sobre el futuro de las Escuelas Graduadas. Todo sabemos
que tradicionalmente lo provisional ha tendido a hacerse definitivo en Melilla.
Como síntoma premonitorio, el gran espacio de terreno que se iba a destinar a
parque escolar junto al edificio se cede, en noviembre de 1919, para la
instalación de los viveros de la
Sección de Obras de la Junta de Arbitrios.
Mal que bien, a principios de 1921
el Estado cede y concede una dotación para menaje y material disponiendo la
designación del profesorado conveniente.
Y en esa espera, y cuando todas
las dificultades parecían vencidas, llega el 22 de julio con todas sus
consecuencias. Entre ellas, la escasez de hospitales.
En esa fecha todos los hospitales
existentes en Melilla eran militares. Con carácter excepcional, Guerra
facilitaba asistencia hospitalaria al personal civil en el lóbrego centro de la
plaza de la Parada,
con cargo a la Junta
de Arbitrios, y casi siempre para gente necesitada. Era orácrica corriente que
la asistencia fuese domiciliaria con la gran cantidad de inconveniente que ello
llevaba consigo. Las voces
clamantes por un hospital civil databan de antiguo. ¿Qué hubiese ocurrido si la
autoridad militar hubiese dispuesto que no se facilitara asistencia al personal
civil en centros sanitarios militares?
Hubo un proyecto, primero que yo
conozca, por el año 1906; a cargo del entonces ingeniero de la Junta capitán Redondo, para
levantar un hospital civil en los alrededores del fuerte de Maria Cristina.
Incluso fue aprobado por aquella en sesión del 28 de agosto de 1907. Quizá se
pensaba que la saludable altura en combinación con los servicios gratuitos de ese
permanente medicamento que es el poniente aconsejaba la instalación del
hospital en un lugar tan insólito. El proyecto quedó, como otros muchos que en
Melilla han sido, en buenas intenciones.
La cantinela sobre la necesidad
de un hospital civil apropiado viene a ser un constante estribillo durante casi
un siglo. En 1918 los médicos civiles en pleno claman por un hospital civil
urgente. Cuatro años más tarde se vuelve a insistir sobre el mismo tema y así
sucesivamente hasta nuestros días.
Con la campaña de 1.921 todos los
hospitales militares fueron pocos. El Docker, el Alfonso XIII, el Gómez
Jornada, la Enfermería Indígena,
el Central, todos ellos estaban a tope. Es preciso habilitar como hospital el
Casino militar de la Avenida,
el local de exposiciones de los Centre Hispano-Marroquíes; se añaden nuevos
barracones a los existentes; se
destina a hospital el cuartel de Santiago al completo; se rehabilita el
cochambroso de la Alcazaba
y, lo que no deja de ser curioso se levanta un hospital pan palúdicos junto al
fuerte de Reina Cristina, precisamente donde no se levantó aquel hospital civil
aprobado en 1907.
Colegio de los Hermanos de la
Salle
A finales de julio, la Duquesa de la Victoria, a la que
podemos denominar embajadora extraordinaria de la Cruz Roja escoge el
Colegio de los Hermanos para hospital de campaña, primero de la Cruz Roja en Melilla. No
es suficiente para atender la enorme cantidad de heridos y a toda prisa, hay
que habilitar el único local disponible en aquel momento. El 30 de julio
comienza la transformación de las Escuelas Graduadas en Hospital
de 200 camas, precisamente en un
momento en que se piensa destinar el edificio a Instituto General y Técnico
recientemente creado en Melilla. El edificio evidentemente no reunía las
condiciones (entonces, desconozco las actuales) para ser un centro sanitario.
Sin embargo de la noche a la mañana se metamorfosea en un Hospital por todo lo
alto y la ciudad en pleno se vuelca facilitando medios para que el centro
funcione. Gracias a la labor de la
Duquesa es el hospital con mejor fama en la ciudad. Los
heridos piden que les lleven al hospital “provisional”
del Grupo Escolar, medrosos de que los internen en el destartalado Docker, de
pabellones de madera, que había cumplido su cometido en la campaña anterior pero
que en ese año se conservaba en estado muy precario, estando aprobado un
proyecto para sustituir los barracones de madera por otros de mampostería.
Hospital Civil en el lateral trasero del Hospital de la Cruz Roja en 1926
Pero una vez más lo provisional se convierte en perenne. En octubre de
1922 se termina un proyecto de hospital civil junto al edificio de las escuelas.
Pasados ambos a la esfera civil, se habla sentenciado para siempre al viejo
proyecto escolar. Sin duda el cambio pudo ser peor. Transformar una escuela en
hospital es lo menos malo que puede ocurrirle. Como compensación, no sé si
suficiente compensación, en el mismo año se aprueba el proyecto del capitán
Carcaño Mas para la construcción de escuelas en Ataque Seco. Una escuela
desaparecía, otra nada y el peculiar centro hospitalario se mantenida hasta
hoy, no sin grandes polémicas como estamos viendo hoy y, probablemente,
seguiremos viendo.