jueves, 19 de noviembre de 2009

CUARTEL DEL HIPÓDROMO



Campamento del Hipódromo (1909)

Ya no queda mucho tiempo antes de que el viejo cuartel de Caballería pase a ser un recuerdo más en la memoria de los melillenses, como otros acuartelamientos cuyo futuro apunta en la misma dirección. Es por eso por lo que, como homenaje a lo que fue y dejará de ser, voy a escribir algo sobre los inicios del entrañable cuartel del Hipódromo, nombre que recibió durante muchos años rememorando la pista ecuestre que allí hubo y el barrio anexo del mismo nombre.

La idea de instalar un hipódromo en Melilla surgió en los días finales de 1905. La guarnición de la plaza había aumentado desde los no lejanos tiempos de la guerra de Margallo y eran numerosos los oficiales, no solo de Caballería,   aficionados al sport de la equitación. La puesta en marcha del proyecto nació de la iniciativa del general Marina y la ejecución de la misma se dejó en manos del comandante Fernández Silvestre, entonces jefe del escuadrón de Caballería de la plaza. Entre el  rumor y el  comienzo de las obras apenas  pasaron unos pocos días; así, el día 23 de diciembre se inician los trabajos en el sitio más a propósito para su ello: al final de la playa de los Cárabos, entre el tejar y la frontera. 

En el verano siguiente el hipódromo estaba terminado. Abarcaba una superficie de 68.000 metros cuadrados, formando una figura ovalada de con 350 metros de eje mayor y 180 de eje menor. La pista tenía 25 metros de anchura y una cuerda de 750 metros. Estaba protegida por un muro de mampostería  de dos metros de altura con doble seto de cañas. Contaba con tribuna, cuadras y locales diversos, y en el exterior un pequeño fuerte aspillerado servía de cuerpo de guardia. 

Se inauguró  durante las fiestas patronales del mes de septiembre de 1906, dándosele el nombre de Hipódromo Marina. Hubo una gran afluencia de público, y el espectáculo contó, además de con los jinetes de la guarnición, con algunos expertos caballistas de las kabilas cercanas. Entre los asistentes kelais  estuvo Ismael Chaldy, hijo del que tres años más tarde sería cabecilla en la campaña de 1909, y, a su vez,  sucesor de este en la oposición a la intervención militar española.

Para el diario local, con la inauguración del hipódromo, Melilla se había convertido “de tranquila y tristona en alegre y bulliciosa”.

Pero los acontecimientos del campo vecino iban tomando día a día una deriva inquietante. El general Marina tomó la determinación de mantener en la zona fronteriza  una compañía de infantería  extraída de los dos regimientos de la guarnición, y el hipódromo se convirtió así, desde el 25 de mayo de 1907, en campamento protegido, dadas sus relativas condiciones de seguridad. 


Campamento del Hipódromo (1909)

Estamos finalizando el año del centenario de la campaña de 1909 y durante su transcurso hemos tenido ocasión de comprobar como el hipódromo se convirtió en campamento permanente  y punto de partida para todas las entradas en el territorio vecino en la dirección de Mazuza. 

El llegar de Galicia, en octubre de 1909, el regimiento de Infantería San Fernando nº 11, el hipódromo se habilitó como cuartel de la unidad. El nombre de San Fernando quedó asociado durante mucho tiempo al del Hipódromo, recibiendo indistintamente uno u otro.


Cuartel del Hipódromo (1911)

A partir de marzo de 1910 fueron levantándose barracones de madera, que fueron sustituyendo a las tiendas de lona, y distintas unidades, además del regimiento San Fernando, compartieron sus instalaciones. El regimiento  María Cristina, el de Extremadura, el batallón de Chiclana, y el Regimiento Alcántara, este último desde 1912 y procedente de la Alcazaba, estuvieron allí instalados.


Cuartel del Hipódromo, barracón (1911)

Hasta 1914 se habían construido:
13 barracones de 50x10, revestidos con panderete de ladrillo, con capacidad para 200 hombres.
4 barracones de 60x10, para alojamiento de tropa.
2 barracones de 15x10, uno para cuarto de banderas y cuerpo de guardia, y otro para retretes a base de pozos Moura y absorbentes.
10 barracones  de 32x6 para dependencias y alojamiento de oficiales.
4 cuadras, con un total de 484 pesebres.
Un cocherón para almacenar municiones
2 barracones- herraderos.

Complementariamente se habían construido 30 pozos Moura y 60 absorventes, un abrevadero de 20 metros de longitud, una fuente, un lavadero y un pozo  en el patio central, del que se extraía agua por medio de un molino de viento, sistema aplicado en todos los cuarteles de Melilla.


Barrio del Hipódromo y cuartel (septiembre 1920)

Desde noviembre de 1921 desempeñó también funciones de hospital, centro clausurado en mayo siguiente.

Acogió  sucesivamente  a unidades del Tercio, varios batallones de cazadores  y fuerzas de Regulares 2  y 5.

Con la terminación  de las campañas de Marruecos y la evacuación de buena parte de las unidades el cuartel fue poco a poco desalojado, de forma tal que en  1930 estaba en estado ruinoso, puesto que en la reorganización de mayo anterior, las unidades fueron pasadas a los cuarteles de Alfonso XIII.

Aunque en abril de 1932 se cedió al batallón de infantería nº 3, el cuartel siguió prácticamente abandonado. Incluso se llegó a decir que en él se iba a instalar una importante industria, dejando de cumplir su función militar.

Fue recuperado tras la guerra civil, instalándose en él  la unidad a la que siempre hemos asociado el cuartel del Hipódromo, el regimiento de caballería Alcántara

sábado, 7 de noviembre de 2009

JUAN LÓPEZ LÓPEZ (LÍNEA FAMILIAR)

Termina el año 2009 y con él supongo que los ecos del centenario del nacimiento de Juan López López se irán diluyendo poco a poco como ocurre siempre con todos los centenarios, y dentro de escaso tiempo pasará al olvido hasta que dentro de otros cien años aparezca un nuevo José Marques que reavive su recuerdo.

Como modesta contribución a la efeméride, voy a hacer una  sucinta exposición  de la línea familiar del escultor, cuya vinculación con Melilla se remonta probablemente hasta el siglo XVIII.
Su antepasado más lejano en Melilla, de los que he podido averiguar, fue el  teniente graduado subteniente Francisco López Sánchez, cuyos antecedentes familiares, repito, deben buscarse en los López de los siglos XVIII y principios del XIX, tarea que dejo en manos de algún esforzado y paciente investigador, para lo que tendrá que recurrir a los libros parroquiales existentes en Málaga. El apellido López se repite con frecuencia en ambos siglos, y seguramente de la misma estirpe son los López Mira y los López Hidalgo, cuyos descendientes llegan hasta nuestros días, aunque algunos de ellos lo desconozcan.

Francisco López Sánchez contrajo matrimonio, en Melilla o en Málaga, de donde procedía su familia, como la mayoría de los habitantes de Melilla, siendo Málaga el único puerto comunicado con aquella, con Antonia Ortiz Fuentesfría, malagueña nacida en 1790 y residente en Melilla desde 1814,  y tuvieron seis hijos ; Francisco, Joaquín (antecesor de Juan López López), Antonia, Manuel, Josefa y Dolores, nacidos unos en Málaga y otros en Melilla, lo que demuestra un sólido núcleo familiar en la capital malagueña, cosa por otra parte bastante común dentro de la primera mitad del siglo XIX, en que las difíciles condiciones sanitarias y la escasez de medios básicos de supervivencia en la ciudad norteafricana aconsejaban a las mujeres fueran a tener sus hijos en Málaga u otras poblaciones del sur peninsular, donde tenían sus raíces familiares.

La familia López Ortiz vivía en  el número 11 de la calle de San Miguel, donde el padre, Francisco López Sánchez, falleció de “hidropesía de pecho” en enero de 1861.


Plano parcial de la casa de Juan López Ortiz, Melilla 1884

La familia estaba bien acomodada; eran propietarios de tres viviendas en la plaza; una en el número 7 de la calle de la Iglesia, otra en el número 13 de la calle de San Miguel y la del domicilio familiar, adjunta a la anterior. Ser propietario de dos viviendas libres en aquella época era disponer de un capital inmobiliario muy rentable, puesto que durante todo el siglo, y dada la persistente carencia de casas, se percibían alquileres muy elevados. Esto obligaba, en ocasiones, a que en una misma casa se alojaran varias familias, unas veces por no encontrar vivienda y otras para que el alquiler fuera más asequible a la modesta condición de los inquilinos. 

De los hijos, Francisco ingresó voluntario en la Compañía de Mar (artillero del Pelotón de Mar en 1854) y llegó al menos hasta el empleo de subteniente. No figura en el padrón de 1874, lo que hace suponer que falleció con anterioridad; su hija Antonia, tampoco figura en el padrón, aunque pudiera ser por ausencia de la plaza.

Manuel, nacido en Melilla,  ingresó igualmente en la Compañía de Mar  y en 1874 era alférez graduado, al mando del 2º falucho de la plaza. Gabriel de Morales, en sus Efemérides. Pag. 270, hace una mención del sargento Manuel López Ortiz y su peripecia, al  llevar unos pliegos a un príncipe marroquí acampado en las inmediaciones de la Bocana. Falleció el 20 de mayo de 1886 siendo alférez de Marina.

Josefa, nacida en Málaga en 1826, contrajo matrimonio con el capataz del presidio José Rodríguez Béjar, nacido en Melilla en 1836, descendiente de una amplia familia, los Béjar, afincada en la ciudad desde el siglo XVIII. José falleció en Melilla el 5 de octubre de 1884. Una de sus hijas, Adelaida Rodríguez López fue esposa de Francisco Marín Guerrero, intérprete del Gobierno y Comandancia Militares, cargo que desempeñó desde 1878, con 15 años de edad, hasta su retiro en 1925; fue también profesor de árabe en la primera academia abierta en Melilla en 1880. Josefa falleció en Melilla el 20 de noviembre de 1896.

Dolores, nacida en Málaga en 1828, se casó con el industrial carnicero Juan Álvarez Carreras, un asturiano que, antes de llegar a Melilla, había sido marinero y  servido en la Armada en la escuadra de El Callao. Dolores falleció en Melilla  el 17 de agosto de 1897.

Joaquín López Ortiz, bisabuelo de nuestro personaje, fue el único de los hermanos varones que no estuvo vinculado con la milicia. Nacido en Málaga  el 1 de abril de 1827, desde temprana edad estuvo dedicado al comercio al por menor.
Casado hacia 1858 con Francisca de la Blanca León, malagueña  nacida en 1825, y con domicilio en el callejón del Moro, tuvieron siete hijos Joaquín, Juan,  María, Concepción, Antonia, Francisca y Rosa López de la Blanca. Sus cuatro hijas nacieron en Melilla y su hermano Joaquín en Málaga, pero ignoro donde nació Juan, puesto que, al contrario que sus hermanos, no aparece en ninguno de los censos desde 1874 hasta 1907. Su madre, Francisca, murió en Melilla el 5 de noviembre de 1870.

El comercio al por menor de Joaquín López Ortiz, el habitual almacén donde se vendía de todo, fue derivando con el paso del tiempo hacia  el más concreto de la venta de tejidos al por mayor, y en algún documento de fines de siglo es considerado como “propietario acaudalado”.

Su hija María López de la Blanca  contrajo matrimonio hacia 1879 con Serapio Peré Calvo, un comerciante nacido en Zaragoza, llegado a Melilla con su padre Mariano Peré, panadero de profesión, en 1860. Son los padres de Francisca Peré López, esposa que fue de Cándido Lobera.

Francisca contrajo matrimonio con Francisco García Romagnoli, natural de Quintanilla (Valladolid), la actual Quintanilla de Onésimo. Era hijo de un aparejador de cerrajería llegado al Comandancia de Ingenieros en 1856. De profesión sastre en 1880, Francisco pasó a ser maestro ajustador de la Comandancia citada. Vivían en la casa del hermano de Francisca, Joaquín, en la calle San Miguel.

Concepción, Antonia y Rosa, si no estoy equivocado, permanecieron solteras, y vivieron en la vivienda familiar de la calle de la Iglesia.

Joaquín López de la Blanca, nació en Málaga en 1859, y al principio no tuvo otra consideración profesional que la de propietario, si no estoy equivocado, y estuvo casado con la granadina Carmen Martínez de Castilla, viviendo en la casa de la calle San Miguel. Más tarde fue funcionario de la Junta de Arbitrios, aunque en la relación del vecindario de 1925, figura como propietario nuevamente. Falleció el 16 de noviembre de 1928.

Su hermano  Juan López de la Blanca, abuelo de Juan López López, llega a Melilla en fecha no determinada, probablemente a finales de siglo, y probablemente también procedente de Málaga. En 1907 vivía con su mujer, Francisca Merino Caballero, en el Barrio Obrero. Juan figura con la calificación profesional de industrial, pero ignoro a que tipo de industria se dedicaba. Falleció en Melilla el 7 de septiembre de 1912.

Curiosamente, su hijo Juan López Merino, nacido en Málaga en 1884, empleado de profesión, vivía en al Pueblo con sus tías Rosa y Antonia, en el viejo caserón de la calle de la Iglesia, y ya en esta fecha (1907) estaba casado con Matilde López Uceda. Debió mudarse de domicilio poco después, pues, como es sabido, Juan López López nació en el nº 2 de  la calle de Medinasidonia el 1 de septiembre de 1909.


Juan López López de joven
 

 Esta es una sucinta síntesis de la línea familiar de Juan López López, cuya trayectoria personal y profesional ha sido suficientemente divulgada en los últimos tiempos.

martes, 3 de noviembre de 2009

PANTEÓN DE LA CAMPAÑA DE MARGALLO EN MELILLA


Panteón de Margallo en el Cementerio de Melilla, Primer Patio.

Los muertos habidos durante la campaña de 1893 fueron enterrados en las cercanías de donde hoy se halla el mausoleo.

Según recuerda Llanos en su obra Melilla.1894, en febrero de este año, los primeros tenientes del Disciplinario, Manzano Valdés y Guiao Fernández, y el del regimiento Toledo, Peñuelas Calvo, propusieron la construcción de un mausoleo que reuniese los restos de los muertos en combate durante la campaña, idea que, recogida favorablemente, fue llevada a cabo mediante suscripción en la que colaboraron tanto particulares como organismos públicos y entidades privadas diversas.

Suele pasar desapercibido que el mausoleo recogió los cuerpos de los militares muertos, sino que también fue depositado el del paisano Antonio Alba Palomo, carrero muerto  el 28 de octubre de 1893, cuando formaba parte del convoy que llevaba víveres y municiones a los fuertes de Cabreriza Bajas y Altas. 


La idea de un mausoleo o monumento funerario ya había sido aportada por el corresponsal de Blanco y Negro, José García Rufino, en el texto siguiente.


BLANCO Y NEGRO. D.11-11-1893.P.744.

¡Pro Patria!
En el cementerio de Melilla, frente á la puerta de entrada y en el sitio más olvidado y obscuro, hay un rincón humilde donde crecen esas hierbas de la soledad y de la ruina; ni el ruido del mar ni la voz del viento llegan hasta aquel sitio de paz y de tristeza.
Allí  no van las mariposas de tornasolados matices, porque no tienen flores donde dejar el impalpable polvillo de oro de sus alas.
-¿Dónde están enterrados los valientes del día 2?, pregunté al empleado al entrar en el cementerio.
-Allí, respondió, señalando el rincón á que me refiero.
Un montón de piedras cubre la tumba; junto á él, una carretilla donde se trajo la cal que como eterno sudario envolvió el mutilado cuerpo de los españoles….
Y nada más.
Sobre aquella tumba aún no ha caído una lágrima, ni una corona pobre y humilde ha venido á marchitarse sobre la tierra del sepulcro.
Aquel rincón grande, imponente, produce en el ánimo sensación extraña: es algo más que un montón de piedras: allá abajo duermen el sueño eterno muchos hombres, todos jóvenes, todos animosos, todos valientes.
Ese rincón del cementerio es para nosotros un lugar sagrado; la patria debe  elevar allí un monumento digno y mañana, cuando nuestros hijos se detengan ante él, podremos decirles:
-Mirad, ahí  duermen el sueño eterno unos valientes que dieron su vida por la patria.

NOTA: No tengo claro si el autor mencionado, José García Rufino (San Fernando, 1875-Sevilla, 1943), es el abuelo de la actriz Carmen Sevilla, del mismo nombre ("Don Celilio de Triana"). Si así fuera, y según  su biografía, tendría, al llegar a Melilla, diecisiete o dieciocho años, lo que se me antoja una edad muy temprana para  un corresponsal de guerra.

domingo, 1 de noviembre de 2009

ALMACENES DE VÍVERES DE LAS PEÑUELAS



No creo sea necesario insistir sobre la capital importancia que tuvo el abastecimiento, almacenamiento y suministro de víveres en Melilla  a lo largo de su historia. La reiteración de documentos que hacen referencia a esta parte concreta de su recorrido a lo largo de los siglos pone de manifiesto la obsesión que para los responsables del  gobierno de la plaza suponía el que esta línea continua no quedara interrumpida, bien por la falta de comunicación con la Península, bien por un almacenamiento o mantenimiento inadecuados.
Dentro de este proceso, los almacenes de víveres toman un protagonismo excepcional. La acumulación de elementos necesarios para la vida cotidiana e la inspección permanente de los mismos para evitar su deterioro, es la parte menos visible, menos llamativa de los acontecimientos que se desarrollan dentro de los recintos históricos de la ciudad, pero no es la menos importante.

No sabemos cuando se levantaron los almacenes de las Peñuelas que hoy toman protagonismo en Melilla debido a su acertada recuperación. Gabriel de Morales escribe en sus Curiosidades…que ya figuraban en el mismo lugar en 1604, y así parece corroborarlo el plano de la misma fecha (ver Bravo Nieto, Cartografía Histórica…P. 35)

Según Nicolás Vázquez (Descripción de esta plaza…1722), que vivió en Melilla en esta época, el Almacén Real de Víveres, como le denomina, fue obra del mariscal de Campo Pedro Borrás, ejecutada dentro del tiempo transcurrido entre el 4 de abril de 1716 y el 11 de julio de 1719, en que estuvo de gobernador.

Aunque evidentemente debe haber otros anteriores, el primer documento que he encontrado que hace mención a la función de los almacenes es uno de 1764 que relaciona los elementos acumulados:


Relación detallada de los edificios...1764 

ALMACENES DE PROVISION Y VIVERES

 

En la Plaza del Principal, debajo de la del Gobernador, encerrados en un patio, se hallan los siguientes:

El del tocino, capaz de 96 botas de a 40.

El de la harina y menestra, capaz de 2.700 sacos de a 5 arrobas y tres cuartas.

El repuesto de carne salada, capaz de 144 barriles a 8 arrobas

El de vinagre y aceite, capaz de 16 botas de aquel, de 22 a 3º arrobas, y  384 arrobas de este género.

Su patio sirve para custodiar la leña, capaz de 7.000 quintales.

En el mismo puesto y patio, hay otro de vino capaz de 800 botas o pipas de 22 a 30 arrobas.

Debajo de la plaza del Gobernador, en una bóveda, hay otro de vino capaz de 52 pipas de 22 a 30 arrobas. 


En el documento se destaca el hecho de que el vinagre, aceite, vino y leña se almacenan en el mismo lugar. Con el transcurso del tiempo cambiarían de lugar.

En el mismo año, Matheo Vodopich, ingeniero de Cartagena destacado a Melilla para informar  al Gobierno sobre la plaza, los describe sobriamente, haciendo mención del número de almacenes: 


VODOPICH.-Relación y descripción...1764.P.8

La Provisión de Víveres ocupa un edificio que contiene seis almacenes, con los que, y los dos que están separados de estos, son capaces de los abastecimientos para 6 meses; en su patio común, 7.000 quintales de leña, a cuyo fin sirve.

Y nueve años más tarde, con el mismo fin, y ante las noticias de que Mohammed Ben Abdallah prepara un asedio de Melilla,  el Ingeniero Juan Cavallero hace igualmente mención de los mismos:


CAVALLERO.-Reconocimiento de la plaza...1773.P.4

ALMAHACENES DE VIVERES 

Se han reconocido los Almahacenes de víveres y hallado los suficientes para más de 4 meses de la tropa actual, y en los edificios hay capacidad para que quepan los necesarios para 5 meses, aunque la guarnición se aumentase con 300 hombres y más de 100 desterrados. Pero en los géneros comestibles se ha advertido que solo hay las legumbres de habas y garbanzos, y que también haya arroz y habichuelas. Se ha hallado igualmente la falta de vizcocho que puede ser tan útil en un sitio. Los demás géneros como harina, carne salada, tocino y legumbres son de buena calidad y se conservan bien. 


Según Gabriel de Morales, con anterioridad al  año 1773 los almacenes habían sido reconstruidos. 


A finales de siglo, el ingeniero de Málaga Segismundo Font, inspecciona la fortificación de Melilla, incluidos los almacenes: 


FONT.-Relación de las fortificaciones...1790.P.8

Dentro del recinto de la Plaza, inmediatos al Principal, se hallan los Almacenes de Víveres, en seis bóvedas a prueba, dos inferiores y cuatro superiores, aquellas y tres de estas de 43 varas de largo, la otra de 24, y todas de 6 de ancho, con suficiente altura para entresuelo provisional de tablas; en ellas caben los víveres necesarios (a excepción del vino) para seis meses en tiempo de paz, pero en el sitio podrán destinarse a este fin solamente las dos bóvedas inferiores y una superior, ocupando las otras tres con tropa, que en dicho parage será conveniente por estar muy a la mano para cualquier ocurrencia; y los víveres restantes se colocarán en otros almacenes.

Debajo de la menor de dichas bóvedas, e igual a ella, hay otra de paso que podrá servir de cuerpo de guardia, formándole el correspondiente entresuelo, y precaviéndolas con blindaje por nudos testeros, dejando el espacio preciso para el tránsito de la gente.

El repuesto de víveres que hay en la plaza es suficiente para seis meses, al respecto de 1.600 raciones y 100 de dieta que se consumen diariamente, según la presente guarnición, y para la que se detalla en tiempo de sitio deberán completarse hasta el número de 4.500 raciones diarias, inclusas las de dieta, para los mismos seis meses, o al menos para cuatro en el supuesto de estar libre la comunicación marítima. 

Sanz Pelayo, en su obra Los presidios españoles… 1978, menciona la inspección que el oficial 2º de la Contaduría de la Provisión de Presidios y Armada de Málaga hace en Melilla en 1796, con la siguiente descripción: 

Existían tres grandes naves para guardar la harina y las legumbres, con una capacidad de cerca de 5.000 sacos.

Para el vino la capacidad existente era de 800-900 botas.

La leña tenía almacén propio cubierto, para unas 12 o 13.000 arrobas.

Había un corral descubierto con más de 15.000 arrobas de leña. 

En sendos recintos había 5.000 fanegas de cebada y de 13. 14.000 arrobas de paja.

El ganado tenía un amplio y bien abrigado corral con agua, dos pajares con capacidad para más de 3.000 arrobas, y divisiones para separar el ganado enfermo.

Los locales daban cabida a 1.500 cabezas de ganado menor y a unas 40 de vacuno.


Más extensa es la descripción que medio siglo más tarde, en 1846, hace el capitán de Artillería Francisco Alvear:

ALVEAR.-Memoria...1846.

DE PROVISIONES 

El ramo de provisiones ocupa unas magníficas bóvedas a prueba, situadas en la plaza de la Maestranza y bajada de las Peñuelas. Son en número de cuatro, separadas por muros de 5 pies de espesor, y abiertos en ellos buenos y cómodos arcos de comunicación. Se hallan secas y bien ventiladas con muy buenas luces; están a cubierto del fuego del campo. Sus dimensiones son 136 pies de largo, y 18 1/2 de ancho, cada una de las tres primeras, y 79 de largo y 18 1/2 ancho la cuarta, la primera queda dividida en dos, de 25 1/2 y 110 1/2 pies de largo. En ellas se custodia la harina, menestra y aceite, y como se ve tiene capacidad para contener víveres hasta para 3.000 hombres por cuatro meses. Todas están arrendadas al contratista de víveres, lo mismo que  las de Utensilios.

De Utensilios  

Situadas en el mismo punto y debajo de las dos últimas, con iguales dimensiones y condiciones se encuentran otras dos bóvedas, destinadas para ropas y utensilios. 

De vino, vinagre y leña
    Las espaciosas cuevas situadas en Florentina, frente al Almacén de Fortificación, y hasta lindar con los cuarteles subterráneos, construidas en roca natural debajo del terraplén, que desde el torreón de las Cabras sale hacia el Bonete, están destinadas para almacén de vino, vinagre, carbón y leña, pudiendo contener cómodamente hasta 30.000 arrobas de esta última, y de las otras lo que pida la espresada fuerza en los tres meses. Están ventiladas y tienen buena luz y dos comunicaciones espaciosas hacia la misma parte de los almacenes de fortificación. Se reduce a cuatro naves divididas por otras cuatro en dirección perpendicular para su comunicación, mas cuatro pequeñas cuevas que salen de ellas. Los términos medios de sus dimensiones son 90,55 1/2,120 y 122 pies de largo, y 14, 13, 12 1/2 y 10 pies de ancho, y las otras cuatro de comunicación, 36, 46,91 y 112 de largo y 14, 10, 9 1/2 y 12 de ancho.

    Como se ve observa, el vino, vinagre, carbón y leña si sitúan ya en las cuevas de Florentina, donde algunos seguirían hasta principios del siglo XX, cuando se levantan los almacenes de Intendencia del Zoco, tras la campaña de 1909.

    Una posterior descripción de los almacenes se haría repetitiva, pues apenas sufrieron alteración alguna hasta que, a fines del siglo XIX, se ejecuta la obra singular del teatro Alcántara y Casino Militar sobre  su estructura.


    Teatro Alcántara y Casino Militar, que sera la antigua Alta Comisaria

    Únicamente mencionaré lo que la Comisión llegada a Melilla en 1869 escribe a propósito de los almacenes en su memoria del año siguiente:
    La capacidad y condiciones de estos son excelentes bajo todos los conceptos, pudiendo asegurarse es esto lo único bueno que hay al presente en Melilla.